No por mucho recordar lo que he leído soy más sabio y no por mucho olvidar lo que he leído soy más necio. Todo lo que sé coincide con lo que desconozco y son las grandes frases las que nos hacen aparentar sabiduría. Pero incluso todo necio hace, de su cuerpo, su propio domicilio; y de sus versos, el mejor de los buzones.
Todos somos igual de necios pero cada uno lo demuestra a su manera. Razón tenemos todos, sólo importa la forma de apoyarla entre los labios —incluso Jesucristo se rodeó de apóstoles para que le dieran la razón—.
Todo el mundo piensa bien pero no todo el mundo vive con agrado lo que piensa. Yo dejo que la naturaleza piense por mí. Cuanto tuve que callar lo hice con seis años; cuanto tuve que decir pero olvidé decirlo como un cadáver que se empieza a descomponer por las cuerdas vocales.
Era y soy intrascendente como mentirle a un cura cuando te estás confesando. Todo el mundo piensa mal si nunca ha conocido a una filósofa. Y tan pensativo está quien habla como quien se calla, pues sólo deja de pensar quien ha dejado para luego su propia conciencia.
Prefiero la generosidad de un necio cuando habla que cualquier sabio en silencio presumiendo; pues no siempre el callarse hace del hombre erudito ni al imprudente menos culto por mostrarse equivocado. La ignorancia me hizo llegar a un gran número de conclusiones, saber para saber que sólo supe el miedo que me da no saber nada. Todo lo que ahora sé, antes lo desconocía; y gracias a mis errores de hoy, sé lo afortunado que soy de que me queden tantas cosas por saber mañana.
No gasto mi tiempo en ser inteligente y que se note; el tiempo se lamenta de no tenerme a mí para gastarse. Desconozco qué me deparará la vida; lo que tengo por seguro es saber que dependió de mí cuanto quise que me deparara; de cada uno de mis calcetines escurridos llenarán los transhumanos buena parte de su biblioteca.
Cuanto más callo, menos sé; y cuanto más sé, menos callo. Sé más por lo que no me callo cuando miro que por la silenciosa erudición que he demostrado cuando cierro los ojos. Me olvidé de no saber y me centré en saberlo; y lo primero que comprendí fue que, en España, es mayoría la gente interesada en que nadie se entienda.