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No todo fue coronavirus

29 de Junio de 2020
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En Bolivia, según lasnoticias que me llegan de allá, muchos hospitales han colapsado y ya noatienden más pacientes. Ya no reciben. Y una vez más, es la zona más rica delpaís, el Departamento de Santa Cruz, la más contaminada, la que presenta elmayor número de casos, más del 60% de los que se han diagnosticado en todo elpaís. El colapso aumentará sin duda la mortalidad, pero no los números, porquemorirá gente en la calle, en sus casas, sin nadie que les atienda, ante laimpotencia de sus seres queridos.

Mucho se habla en España,y lo utiliza de forma mezquina la oposición, de que han muerto a causa de lacovid-19 muchas más personas de las que cuantifica la estadística. Unaestadística oficial que, no se olvide, refleja en todo el mundo, y en eso enningún momento hubo engaño, el número de fallecidos con diagnóstico por PCR,único parámetro medianamente objetivo para poder establecer comparaciones entrepaíses y verificar la gravedad de la pandemia en los diferentes territorios. Ydigo medianamente objetivo porque, a pesar de ser una prueba de alto valor deprecisión, si no existe en los centros sanitarios, no se puede realizar yminusvalora la incidencia de la enfermedad.

Y es que, claro, enEspaña faltaron pruebas diagnósticas, como tantas otras cosas. No sé si aquítenemos patria, pero de lo que estoy seguro es de que carecemos de soberanía, oesta es muy débil a causa de la deslocalización de bienes esenciales, por culpade las políticas neoliberales que se han venido practicando y que, a falta denuevo presupuesto, y quizás también con este, visto los pactos, seguiremospadeciendo. Alzamos banderas que compramos a los chinos en sus tiendas y a susfabricantes. En estos días desembarcan millones de guantes made in China,meses después de que comenzaran a hacer falta, porque aquí no teníamosfábricas, como antes llegaron mascarillas o gente del pueblo tuvo queconfeccionar batas con bolsas de basura para los profesionales que se jugabanla vida en las urgencias hospitalarias.

 En España, insisto, faltaron pruebasdiagnósticas, pero también otros elementos que se consideran fundamentales,como equipos de protección para los profesionales sanitarios del sistemapúblico, que han combatido la pandemia casi a pecho descubierto, demostrando unpatriotismo tan fuera de toda duda que no han tenido necesidad de incorporarbanderita alguna a sus mascarillas. Pero también, ojo, ha fallado la proteccióna otros profesionales de todo tipo que ejercían actividades denominadasesenciales por el gobierno para superar la emergencia sanitaria, profesionales alos que en ningún momento, ni antes ni ahora, se les ofreció protección algunasino que se buscaran la vida como buenamente pudieran: farmacéuticos, fruteros,pescaderos, carniceros, cajeras de supermercado… Muchos pagaron con su vida,con diagnóstico de PCR o no. Y es que en este país que algunos llaman patria,parece que quienes carecemos de nómina en la empresa España S.A. no somosespañoles y nos la tenemos que apañar como podamos, aunque, eso sí, de caerenfermos podríamos utilizar unos servicios sanitarios que creíamos excelentes yque ahora hemos comprobado que eran muy mejorables, ante el deterioro de laspolíticas públicas de atención sanitaria, también víctimas de esa ideologíaantipatriota llamada neoliberalismo. La realidad no es otra que quienes hanacusado al gobierno estatal de esconder muertos son los responsables de quemuchos de ellos hayan fallecido. Porque fueron ellos, no se olvide, quienesaplicaron, y quienes aplicarían de regresarar al poder, esas políticasneoliberales antagonistas de cualquier sentimiento patriota verdadero, unsentimiento que no entiendo si no lleva aparejado el dolor y el compromiso conlos más débiles de sus compatriotas. Poe ejemplo, con esos habitantes delbarrio más pobre de España, las Tres Mil Viviendas de Sevilla, a donde susMajestades los Reyes acudirán para lavar la imagen que están dando en losúltimos meses. Que vayan allí a dejar la mierda y vestirse de limpio essintomatológico de para qué sirve un pobre en este país. Porque, que yo sepa,no acuden a  llevar la leche y el aceiteque han recolectado entre la nobleza hispana.

Tan seguro es que hahabido más víctimas de la pandemia de las que contabilizan las estadísticascomo que muchos otros compatriotas, que no padecían la covid-19, fallecieron acausa de la falta de atención de un sistema colapsado. No, no todo ha sidocoronavirus. Ha habido muchas personas que han caído víctimas del sistema. Porproblemas cardiovasculares, por otras enfermedades respiratorias, porpatologías psiquiátricas… La atención a la cronicidad se esfumó, se pospusieronconsultas, se aplazaron intervenciones…todo se lo tragó el coronavirus. Y estotiene que ver con un sistema sanitario que nos ha mostrado sus debilidades:falta de recursos, externalización de servicios y, sobre todo, por una ópticaanticuada, obsoleta, de su atención, todavía enfocada a una concepción aguda dela enfermedad, lo que ha conducido a una debilitación progresiva de la atenciónprimaria, bastante pobre ya de por sí en cuanto a su capacidad de generarportadas en la prensa, algo esencial para políticos ascensores y figurones, y auna escandalosa ausencia de auténtica multidisciplinariedad en su ejercicio,que conduce a que se trate la salud del siglo XXI con políticas organizativas ypresupuestarias de mediados del XX.

La derecha españolatendría que callar muchas cosas, porque buena parte de lo que ha sucedido sedebe a las políticas que ellos implantaron y continúan implantando, y renovando,en comunidades que ellos gobiernan, como Madrid, auténtica zona cero de lapandemia, auténtico dolor de cabeza para todo el país.

Europa pecó de soberbia,de subestimar lo que venía de Asía. La soberbia es endémica en este continenteabrumado por el envejecimiento, el miedo y la decadencia, y sus epidemiólogosno iban a ser diferentes. No lo vieron venir, no lo vimos venir, porque lasoberbia ciega. A partir de ahí, un virus extremadamente contagioso puso enjaque un sistema que creíamos más fuerte de lo que era, y lo hemos pagado muycaro. Pero no todo fue, es, coronavirus. Las políticas neoliberales han matadoa mucha gente, de covid-19 y de muchas otras cosas. Y si no aprendemos lalección, lo que venga será aún peor, se llame o no se llame coronavirus. Porquesi persistimos en el modelo económico que ha imperado, la contaminación, ladestrucción medioambiental, el turismo y un sistema sanitario escasamente financiadoy anticuado en su concepto, conformarán una mezcla explosiva, una fórmulamagistral mortal para la supervivencia de la especie. Ojalá se aprenda lalección y se enfrente con valentía el futuro. En caso contrario, más pronto quetarde veremos a nuestros muertos en la calle, como ahora en Bolivia, como antesen Ecuador. La infamia no tiene fronteras.

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