A menudo me pregunto el motivo de que tanta gente continúe votando a Pedro Sánchez, un hombre que es capaz de decir una cosa y la contraria en tan corto espacio de tiempo que no cabe la explicación de una sana reflexión que induzca el cambio de postura a no ser el frío interés personal de mantener el poder. Un hombre capaz de prescindir de viejos colaboradores sin aparente pesar como sucedió en 2021 con un lacónico "estamos en una fase distinta". Un hombre capaz de utilizar sin pudor cualquiera de los aparatos estatales sean tribunales, policía o agencia tributaria en beneficio personal y para hundir a sus adversarios. Un hombre capaz de retorcer el lenguaje y el espíritu de las leyes para que encajen en sus conveniencias. En definitiva un hombre del que no me fiaría ni para cruzar una calle y que parece mentir sin pestañear con la misma seductora sonrisa de que hace gala con sus poderosos amos del Foro económico mundial, solo superado en servilismo por el patético Olaf Scholz.
Un viejo filósofo griego habría calificado a Sánchez como un tirano. Platón en "La República" o Aristóteles en "Política" calificaban la tiranía como una especie de degeneración de la democracia o de la monarquía. Lo que definía la tiranía era que los que detentaban el poder no persiguieran el bien público sino solo sus intereses particulares. En realidad pareciese que el Estado, con todo su poder bruto introduce una lógica distinta en las relaciones humanas, una lógica que prescinde de las consideraciones éticas que regulan la vida privada. Ya se sabe : el poder corrompe. Tal vez fuese Maquiavelo en "El Príncipe" quien se aproximó específicamente a las características psicológicas y los comportamientos que van a permitir al gobernante alcanzar y mantener el poder. Decía que el príncipe dispone de dos recursos : la ley, propia de la razón y de los hombres y la fuerza, propia de los animales. Aunque yo añadiría una "correcta" aplicación de la fuerza. Sería preciso, decía Maquiavelo ser león para librarse de los lobos y a la vez zorro para evitar las trampas. Terminaba señalando que cuando un gobernante advierte que su fidelidad a las promesas redunda en un perjuicio y que los motivos que le determinaron a hacerla ya no existen ni siquiera debe guardarlas a no ser que consienta en perderse. Para Maquiavelo, un absoluto pesimista de la condición humana, el príncipe debe ser hábil en disimular y en fingir ya que los hombres son tan simples que el que engaña con arte halla siempre quien se deja engañar. Recordemos que el tirano se distingue en que ejecuta todas estas mañas no en beneficio de la ciudad sino en el propio.
Se me dirá que ya no estamos en el Quattrocento italiano. Cierto. El uso de la fuerza está muy mal visto. Y a quien la emplea de modo explícito le llaman dictador o autócrata. Es preciso sustituirla por el control cognitivo de las masas mediante la propaganda. Y es necesario metamorfosear al tirano, para lo cual debemos recurrir a "la ley de hierro de la oligarquía" enunciada por Robert Michels (1876-1936). El politólogo alemán fue cambiando su posición desde el socialismo al fascismo. Bueno, como el propio Mussolini. Observó que la democracia deviene siempre en el gobierno de una élite, es decir, se convierte en oligárquica. Es inevitable. Ninguna organización grande y compleja puede funcionar como una democracia directa, ¿lo sabían en "Podemos" ?, por lo que el poder se delega en individuos, los más hábiles, ambiciosos y despiadados, tal vez los más seductores y aparentes, los que son zorros y leones. Estos individuos conformarán la oligarquía que crecerá mediante la corrupción y el nepotismo para manejar las estructuras de poder y la información ofreciendo cargos estratégicos a los que demuestren lealtad perruna que no capacidad, ayudados siempre por la apatía, la indiferencia y el hedonismo de las bases y la población bien aleccionada por la fuerza de la propaganda.
Y en esas estamos. En Occidente el poder se ha fragmentado en oligarquías económicas, partitocráticas, tecnológicas, mediáticas o farmacéuticas, todas bien interconectadas para el beneficio propio y que manejan a unos títeres políticos de probada obediencia que tarde o temprano serán recompensados con un cargo de relumbrón en alguna de esas organizaciones mundiales que son cualquier cosa menos democráticas. Forman de hecho los estados y sus ciudadanos el particular botín de estos nuevos tiranos muy bien camuflados en la manipulación de la realidad. Pedro Sánchez es la perfecta imagen de este poder oligárquico blando en las formas pero tan despiadado en el fondo como cualquier tiranía de la antigüedad. Por una vez vamos al mismo tiempo que el resto de Europa. Recordemos la Pandemia como ejemplo de las nuevas formas de tiranía, que los monos y sus viruelas andan al acecho.