Cuando hablamos de Memoria Democrática, sobre todo desde determinadas capas del espectro social ( tanto por lo que se refiere al aspecto temporal, como al ideológico), muchos saltan disparados tachando nuestros discursos de obsolescentes.
Parecen decirnos que, ya está bien, que busquemos otros temas, que hay otras prioridades… pero no son conscientes del papel de las nuevas generaciones en la memoria colectiva. Del papel, por ejemplo, de la educación y/o del arte.
En ese sentido, me alegra que Comunidades como Navarra lleven implementando Proyectos como el denominado “Caminos de Memoria”.En este caso tratan de involucrar a los jóvenes con recorridos educativos sobre los lugares de Memoria Histórica. Todo un ejemplo del que aprender y del que los objetivos perseguidos ya se emulan en muchos sitios por Asociaciones e Instituciones.
A lo que añado lo que se viene haciendo para el conjunto de la población ( el otro día mi vecina me hablaba entusiásticamente de una ruta literaria a la que había asistido sobre lugares por donde había pasado/ vivido Lorca o la Diputación de Cáceres con sus rutas senderistas del exilio).
Hay también otros modelos fuera de nuestras fronteras, como la Escuela para la Paz en Chile. Allí abordan con un diálogo intercultural la resolución pacífica de los conflictos. Otra muestra de lo que venimos hablando la encontramos en el Programa de formación sobre Memoria Histórica para maestros ofrecida en Argentina ( en otros niveles, la Diputación de Cáceres va a poner en marcha una serie de actividades de formación en Memoria Democrática para cargos públicos).
El investigador Carlos Martín Beristain, es una de las personas que más vienen insistiendo en la necesidad de profundizar en el diálogo intergeneracional.
Hace unos años nos referíamos a las terceras generaciones como las que venían sacando la deuda moral que teníamos con nuestros abuelos. Tras pasar un duro silencio los hijos, eran los niegos los testamentarios, los que tenían que hacer realidad y poner encima de la mesa la importancia que tuvieron los ejemplos de vida de sus familiares.
Son ahora los más jóvenes los que han cogido el testigo, pero sobre todo es realmente interesante la capacidad que tienen de dialogar, de imaginar, de ponerse en el lugar de sus abuelos y bisabuelos.
Esa conversación pendiente, esa puesta al día, esa recogida de testimonios o recreación de lo que pudo haber sido, es fundamental para mantener viva la Memoria.
Sí, es cierto, mientras estén en nuestras cabezas, en nuestras mentes, en nuestros ideales, no habrán perecido. Parafraseando a Manolo Chinato“ menos mal que con los rifles no se matan las palabras”.