- El porcentaje de personas que no entienden el catalán es muy poco significativo y sostenido en el tiempo. 1991: 6,20%; 1996: 5%; 2001: 5,49%; 2007: 6,20% y 2011, 4,88%, Son valores muy parecidos, ya que la oscilación máxima a lo largo de estos veinte años es sólo de 1,32 puntos porcentuales arriba o abajo que deben de corresponder mayoritariamente a los recién llegados, que, con el tiempo, van aprendiendo la lengua y son sustituidos en su desconocimiento por los que van llegando. Este dato permite asegurar que el uso de la lengua catalana no ofrece dificultades de comprensión por parte de la inmensa mayoría de los ciudadanos, que, por regla general, la asumen como una lengua de comunicación habitual en mayor o menor competencia con la castellana según cada situación personal.
- Si observamos las cifras que arrojan las capacidades de hablar, leer y escribir en catalán, podemos comprobar que son muy deficitarias ya que ponen de manifiesto una situación sociolingüística anormal, pues hay un significativo porcentaje de ciudadanos que, si bien pueden entender el catalán sin dificultad, no son suficientemente competentes para interactuar normalmente en esa lengua. Según mi modo de ver, las autoridades españolas no deberían quedarse impasibles ante un terrible déficit como ése si realmente consideran que la lengua catalana es una lengua española. ¿No le parece, querido lector? Quizás habría que aplicar a Cataluña el artículo 155 de la Constitución para dar más vigor a la lengua catalana. Porque es evidente que la Generalitat se ve incapaz de hacerlo a pesar de que lo intenta desde hace más de treinta años. Y, sin embargo, el Estado actúa en la dirección contraria. ¡Difícilmente comprensible desde un sentimiento de amor hacia todo lo español!
- De todos modos, la deficitaria situación descrita sobre el conocimiento de la lengua propia de Cataluña no ofrece problemas de incomunicación entre ciudadanos gracias a que casi todos los que vivimos en esa tierra hemos hecho un esfuerzo para ser competentes en lengua castellana. Si he dicho “casi todos” es a causa de los recién llegados desde fuera del Estado y no porque haya catalanes que no dominen el castellano ya que todos, sin excepción, somos capaces de mantener una conversación fluidamente en esa lengua. Por eso mismo, el castellano suele actuar como lengua de interacción habitual cuando en la conversación hay, al menos, un individuo que no sabe o no le apetece expresarse en catalán. Y por mucho que algunos políticos y muchos medios hayan intentado deformar esta realidad hablando de una supuesta intolerancia por parte de los catalanohablantes que les empujaría a obligar al castellanohablante a expresarse en catalán o barbaridades similares, eso no es así en absoluto. Le invito a venir a Cataluña, amable lector, a comprobar la veracidad de mis afirmaciones antes de creer a pies juntillas tanto lo que explican los medios como lo que yo afirmo en este artículo. Como mucho, lo que se ve, a veces, en conversaciones en las que intervienen hablantes de lenguas diferentes es que cada uno habla la suya de la manera más natural sin que nadie se sienta obligado a cambiar a la del otro. De todos modos, lo más frecuente en estos casos es que el catalanohablante renuncie a su lengua y hable castellano.
- Si entendemos que el objetivo a alcanzar es la igualdad entre ambas lenguas, según reza la actual normativa, que han aceptado, en la teoría, hasta partidos como el PP o Ciudadanos, nada sospechosos de ser proclives a la causa catalana, es indispensable conceder al idioma catalán una atención especial en forma de discriminación positiva frente al castellano, que tiene ya ganado un terreno que el catalán aún tiene que recorrer. Otra cosa es que alguien crea que el catalán, una lengua que es la propia de muchos españoles, no merece gozar de esa igualdad, con lo cual se consagraría la idea de que hay españoles de primera y españoles de segunda.
- De ahí, pues, la voluntad de las autoridades catalanas de que el catalán goce de un trato preferencial en determinados ámbitos, cuyos ejemplos estrella son los medios de comunicación públicos y la escuela, que tienen el poder de incidir positivamente en la población y extender el conocimiento de la lengua catalana sin que, por ello, se produzca menoscabo alguno en el conocimiento de la castellana, como demuestra el hecho de que, en Cataluña, prácticamente todo el mundo es capaz de dominar el castellano, que por eso actúa como lengua franca, pero no el catalán.

El tratamiento que se da, en Cataluña, a las lenguas oficiales es, a menudo, motivo de debate. Y la verdad es que hay un gran desconocimiento sobre el tema por parte de la población española que no vive en Cataluña, precisamente porque se encuentra lejos de donde se produce el supuesto problema y tiene que informarse a través de los medios, que no siempre son todo lo objetivos que sería deseable.Las lenguas, no sólo la catalana, sino todas, son elementos de identificación colectiva muy importantes. Lo es la lengua castellana, de la que, con toda legitimidad, se sienten orgullosos quienes pueden proclamar que es la suya. Así sucede también con la francesa o con cualquier otra del mundo, pero sucede muy especialmente con aquéllas cuyos hablantes sienten cuestionada su identidad colectiva, como es el caso de la catalana. Y también sucede con la castellana, que está afectada de una enfermiza e incomprensible necesidad de demostrar su hegemonía en el territorio del Estado frente a las otras lenguas oficiales y muy especialmente frente a la catalana.Para empezar, unos cuantos datos estadísticos para ir situando el problema. Según las últimas informaciones que se pueden obtener consultando el Instituto de Estadística de Cataluña (www.idescat.cat), el año 2011, del total de la población de Cataluña mayor de dos años, que era entonces de 7.306.000 personas, sólo un 4,88% declararon no ser capaces de entender el catalán. Es probable que la mayoría de ellos formasen parte de los entonces recién llegados a Cataluña procedentes de tierras no españolas. Por lo demás, un 95,12% de la población declaraba entenderlo, un 73,16% aseguraba poder hablarlo, un 78,71% decía saber leerlo y sólo un 55,70% se consideraba capaz de escribirlo.A la vista de estos datos, creo que cabe hacer las siguientes consideraciones:
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