De algún modo podría decirse que sí, que Pablo Motos es Rusia y David Broncano es Ucrania. Para empezar porque tanto los presentadores como los países están en guerra abierta, y se habla de ellos, como noticia relevante, tanto en la prensa escrita como en la radio y la televisión.
Cierto que Broncano tiene detrás al ejército supuestamente más poderoso en los medios de comunicación: la televisión del estado. Pero él no es Rusia, él no ha nacido, ni crecido, amparado por el poder público, aunque sí por Movistar, que -otra vez de algún modo- era y es una Ucrania de la Televisión Española. Mientras que El Hormiguero tiene detrás a Antena3: el poder del gran dinero, de las empresas que manejan presupuestos infinitamente elevados. Así pues me parece que, como metáfora y para entendernos, podemos hacer un paralelismo entre Motos y su programa y Broncano y el suyo (muy bonito lo de la “berrea”) con Rusia y Ucrania.
Pero lo interesante aquí es pararse a pensar un momento. En los medios de comunicación el espacio que se dedica a ambos conflictos (RAE: combate, lucha, pelea. Usado también en sentido figurado) es amplio y destacado. Y sobre todo, y este artículo no está hablando de ninguna otra cosa, el público, el lector, el consumidor de información, lo recibe con no demasiada diferencia de impacto interno. Los temas en prensa se gastan y de la guerra de Rusia y Ucrania apenas se habla ya en los mentideros, o en los gimnasios, o en los grupos de guasap. Pero de Pablo y David todo el mundo tiene algo que decir. Y yo también.
Opino que ambos ganan, que ambos siguen sobreviviendo magníficamente y están en boca de todos y consiguen audiencias increíbles. También ganamos nosotros, los espectadores, el pueblo, la gente a la que se aprieta cada día subiéndole los precios de los productos básicos en los supermercados, la gente a la que se grava con un veintiuno por ciento de IVA si quieren limpiarse la cloaca después de hacer de vientre con bonito papel enrollado. La sufrida gente que se come atascos, la gente a la que se va a obligar dentro de treinta días a tirar su coche a la basura en las grandes ciudades porque “está viejo” sin permitirles demostrar que su Yaris veinteañero contamina mucho menos que la mayoría de los cuatro por cuatro a los que se les pone la medallita ECO. Sí, nosotros también ganamos con Broncano y Motos berreando, o chillando, o colgados por un brazo de un árbol mientras con la otra mano se rascan el sobaco. Mejor entretenerse con ellos que pensar en la Rusia verdadera y en la Ucrania verdadera con sus verdaderas bombas y sus verdaderos muertos
Demos las gracias a Pablo y a David, ¡gritemos o aplaudamos a nuestro payaso favorito! Porque en verdad a todos nos gustaría -aunque no cualquiera se atreva a reconocerlo- ser ese payaso, popular y brutalmente bien pagado.
Prueba tú a chillar, lector, a imitar la berrea del ciervo. ¿Para qué? A nosotros, a los ciudadanos de a pie (y metro y autobús), nadie, ni siquiera nuestros iguales, va a hacernos ningún caso.