Con este título me estoy refiriendo a la obligación de variar la hora de nuestros relojes y, por ende, de nuestras vidas, en dos momentos del año.
La excusa para tener que seguir la norma la hemos escuchado en muchas ocasiones: ser más eficientes con la energía y poder así ahorrar un «chin» minúsculo.
Pero es que, en España, el asunto no es que sólo tengamos que bailar con este pasodoble estacional verano/invierno como el resto de Europa desde 1974, sino que seguimos desacompasados con nuestro huso horario desde 1940.
Por si no lo sabéis, por nuestra situación geográfica en el planeta, nos correspondería llevar el horario de nuestros vecinos Portugal, Francia y el Reino Unido. Y la responsabilidad de esa realidad se debe a lo que alguien llamó el Meridiano de Greenwich, que es el punto 0, una línea imaginaria que une los polos, desde el que se inician los husos horarios en todo el mundo
Y así fue en la antigüedad hasta que a algún ser humano relevante se le ocurrió hacer de las suyas y forzar a que sus vasallos aprendieran a bailar de otra manera a la que sus cuerpos estaban habituados.
Ha habido varios antecedentes de estos cambios en la historia de nuestro país, pero se lleva la palma la decisión de Francisco Franco Bahamonde cuando, en 1940, el reciente vencedor de la guerra civil fratricida forzó que España se saliera del huso horario que le correspondía. Así, por las buenas, «en base al artículo 33». O sea, «por mis cojones».
Posiblemente fuera un detalle hacia el señor Adolf Hitler. Colocarnos en el horario de Berlín en lugar del londinense pudo simbolizar el apoyo a las ideas hegemónicas del nazi.
No lo sabemos con certeza. Pero sí sabemos que, desde entonces, ese nuevo horario «contra natura» se ha convertido en la base
temporal desde la que se baila de forma continuada en primavera y otoño con cambios horarios hasta la actualidad.
Yo soy partidario de dejar que nuestros cuerpos joteros vibren con la ciclicidad propia de los cambios graduales que, de forma natural, se van produciendo a lo largo del año. Nuestra propia fisiología va a tender a funcionar mejor si vamos acompasados a ese movimiento estacional sin cambios artificiosos, vividos de una manera forzada.
Si ya en Europa se está hablando durante estos últimos años (aunque las votaciones en su Parlamento han impedido su implementación) de dejar fijo el horario, sin el cambio estacional, en España, como casi siempre, como que vamos a necesitar un esfuerzo más, pues antes deberíamos conseguir permanecer en nuestro huso horario natural, y hacernos «amigos» de nuestros vecinos portugueses.
Es muy curioso, y a la vez antinatural, que podamos vivir con el mismo horario de, por ejemplo, Polonia (a más de 3.000 kilómetros) y estar a 1 hora de diferencia de Portugal, país con el que limitamos por fronteras directas.
¿Y qué haría falta para resolver este entuerto? No estoy muy enterado de los procedimientos legislativos de mi país pero me imagino que debería generarse una proposición del gobierno y que no hubiera problema en ser apoyada por la mayoría del hemiciclo. No creo que se tardara mucho tiempo ni que tuviera que generar mucho debate, intervenciones, enmiendas y todo ese rollo macabeo.
Se podrá argüir que no es un tema tan urgente como para desbancar otros aparentemente más prioritarios a la hora de prestarles atención por parte de los poderes públicos. Ese argumento se cae porque del buen vibrar de nuestros organismos con la naturaleza depende el buen funcionamiento de nuestro sistema nervioso, el gran controlador de todo nuestro cuerpo y modulador de nuestras vidas.
¿Qué es más importante que esto?
¿Hasta cuándo tener que continuar con esa inercia desequilibradora del orden natural?
A ver si algún lector de este humilde blog tiene influencias sobre algún «cuñao» de algún político del gobierno y le hace ver las consecuencias nefastas de la realidad actual y lo fácil que sería colgarse una medalla al solucionarlo y poder quedar impreso su nombre en la historia de este país.
Por probar que no quede. Salud para ti y los tuyos.