Julián Arroyo Pomeda

Pero, ¿asesinaron a Unamuno?

03 de Noviembre de 2020
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El panorama cultural y político está removiendo las bases de interpretación de la historia no lejana para debatir si la muerte de Unamuno fue natural, o consecuencia de la violencia ejercida sobre su persona. El motivo es el estreno del documental Palabras para un fin del mundo, de Manuel Mechón, que se lanza como estreno en el festival SEMINCI, de Valladolid. Antes de darla a conocer, Menchón ha sido entrevistado por algunos medios de comunicación y lo que dice puede resultar objeto de escándalo político.

Algunos se enrabietarán, a buen seguro, preguntando si es que no tienen temas para filmar documentales o películas, en lugar de hacer sangrar de nuevo heridas todavía no cerradas. Recuerdo que algo similar se decía de J. M. Gironella, cuando publicó en Planeta Un millón de muertos, el año 1961, que ya iba por la séptima edición dos años después, alcanzando 120.000 ejemplares, así que su divulgación fue impresionante. También Amenábar superó el millón de espectadores con su película Cuando acabe la guerra. Si tantos observadores políticos quieren guardar en lugar sagrado la interpretación de los vencedores, creo que lo tienen bastante difícil. Airear todas las situaciones posibles puede hacerse en democracia, lo que permite cuestionar muchas interpretaciones de nuestro pasado.

Menchón empezó a hacer cine en 2015 con su ópera prima, La isla del viento, que fue bien recibida y muy premiada. Trata la figura de Unamuno en su destierro a Fuerteventura, en 1924, por la dictadura de Primo de Rivera. Por primera vez es llevado al cine como protagonista el genial Unamuno y se ofrece una biografía humana del intelectual vasco. Con imágenes de indudable calidad y simple belleza nos regala un importante mensaje. Ahora continúa el tema con un documental. Esto ya no es ficción, sino el intento de mostrar la persona emblemática de Unamuno a través de documentos. No quiere interpretar, sino dar a los espectadores la historia real en medio de las circunstancias que acompañan a cualquier vida.

En ese sentido puede abrir nuevas perspectivas que desgarren las conciencias y hagan conocer al espectador lo que verdaderamente sucedió en 1936, cuando comenzó la guerra civil española, un acontecimiento trascendental para nosotros. ¿Qué ocurrió con Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca? El 12 octubre de ese año se celebró un homenaje al denominado Día de la Hispanidad. Allí se encontraba Pemán, que pidió en la mesa exterminar a intelectuales y profesores seguidores de la República. Debió resultar sorprendente oír al poeta gaditano y popular, de versos románticos y suaves, hablar así, cual divino impaciente por la causa.

El caso es que en Salamanca fueron asesinados cientos de personas, entre ellas buenos amigos de Unamuno hasta que este no pudo más y estalló con una intervención en la celebración del evento. Sólo se conservan las notas que escribió a lápiz en el dorso de la carta enviada por la mujer de su amigo, el pastor anglicano Atilano Coco, pidiéndole ayuda para su marido encarcelado, en las que aparece “vencer y convencer”, dirigida a falangistas y legionarios de Millán Astray, así como su elogio a José Rizal, que inflamó a Millán, combatiente en la guerra de Filipinas, al grito de “mueran los intelectuales traidores”. Falangistas y legionarios quisieron detenerlo y lincharlo, lo que impidió Carmen Polo y Pemán. Desde entonces quedó aislado en su casa, advirtiendo a su hijo que le podía pasar algo si salía de ella.

Así el Unamuno que apoyó, en principio, a los rebeldes, contribuyendo a su causa mediante 5.000 pesetas, cuya donación se duda que fuera voluntaria, porque en ese momento estaba arruinado, pero se consideró una especie de tributo de guerra, acabó reconociendo su equivocación y denunció ante el mismo Franco que era inadmisible que se cometieron crímenes, venganzas y ejecuciones sumarias: conquistar no es convertir. Esta es la cara de los “hunos”. También criticó a la Segunda República, aunque fuera concejal de la coalición en el ayuntamiento de Salamanca y proclamara la República el 14 abril. Bramó contra la autonomía catalana, aunque no aceptó que vascos y catalanes fueran la Anti-España. Los “hotros”. Se enfrentó a los rebeldes, que primero apoyó, y con la misma pasión lo hizo contra los desmanes republicanos. Era de un fuerte individualismo y no le gustaban las multitudes.

La guerra fue el fracaso del proyecto liberal y crítico que quedó insertado en la cabeza de Unamuno. No existía una Anti-España a destruir, fue una España contra sí misma, es decir, un suicidio colectivo. El discurso en el paraninfo de la Universidad constituyó su sentencia de muerte física y la guerra quebró su concepción intelectual. Unamuno murió de mal de España, pero ¿cuál fue la causa objetiva de su muerte?

Se ha contado que murió por la inhalación de gases del brasero de una mesa camilla, o que se le quemó la zapatilla en el brasero. El parte médico estableció una hemorragia bulbar intracraneal, pero sin autopsia, que no se la hicieron. En el momento de morir hablada con su alumno Bartolomé Aragón Gómez, pero no fue su alumno, al no estar acreditado por expediente académico, ni firmó la defunción, ni asistió al funeral, desapareció. Pertenecía al grupo de Millán Astray. Lo enterraron inmediatamente sin guardar el plazo de 24 horas oficiales y el régimen se apropió inmediatamente de su persona. Sus críticas al fascismo le costaron a Unamuno el premio Nobel, primero, y su exterminio después. Desde entonces se impuso en España “una era de atroz silencio”, como escribió Ortega en el artículo sobre su muerte. Anteriormente, Unamuno decía que “seguiré hablando pase lo que pase. Se trata de la salvación y de la libertad de España”. Nos han arrebatado la memoria histórica, pero la hipótesis más plausible es que Unamuno no murió de manera natural, sino que lo quitaron de medio para que no molestara más.

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