Los puestos de periódicos son un termómetro social. Y para nadie es un secreto que los titulares de las portadas destilan corrupción, terrorismo, crimen organizado, dolor y muerte. Pareciera que no hay espacio para las buenas noticias. Abundan los crímenes, asesinatos, acusaciones fiscales, comisiones investigadoras en el Congreso, debates sobre capacidad o incapacidad moral... Todo esto como el agravante de la crisis social que originó la pandemia de coronavirus. Pero, a pesar de las adversidades, hay que seguir adelante.
Lamentablemente, los problemas emocionales afectan la vida personal y social. En los últimos años se aprecia un incremento de los llamados “problemas sociales”, tales como la adicción a las drogas, al alcohol y a los juegos de azar y videojuegos (ludopatía), así como el pandillaje, la delincuencia, el crimen organizado, la violencia familiar, delitos contra la vida, el cuerpo y la salud, especialmente el homicidio y el femicidio. Incluso los altos índices de corrupción en el Estado, son el reflejo de carencias psicológicas insondables.
En la actualidad, la sociedad peruana no está enfocando adecuadamente la formación de la persona, debido a que en el sistema educativo formal se le da más relevancia al aprendizaje de “saberes”, “ciencias” y “técnicas”, en desmedro del aprendizaje emocional.
La salud no es sólo la ausencia de enfermedad, sino que es un estado de bienestar integral que incluye también la estabilidad psicológica, emocional y social.
La mayoría de los llamados “problemas sociales”, son el fruto de situaciones traumáticas en el seno de la familia, y que luego originan traumas psicológicos, desadaptación social, que luego devienen en problemas más graves como pandillaje, adicción a drogas, alcohol y videojuegos (ludopatía), problemas de conducta, delincuencia, crimen organizado, femicidio, corrupción de funcionarios.
Como sociedad, ¿qué estamos haciendo para solucionar estos problemas o al menos para encontrar una luz en el camino? Parece que muy poco es lo que estamos aportando. De allí la necesidad urgente de entablar un “diálogo social” entre el Estado, instituciones de gobierno regional y local, instituciones educativas, ministerios de Salud y Educación, poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, organizaciones no gubernamentales y padres de familia, para diseñar un plan de mediano plazo con el objetivo de incorporar la formación espiritual y psicológica dentro de la currícula escolar y dentro de las obligaciones de los padres de familia.
Esta meta debe ser considerada como una prioridad nacional. De lo contrario, vamos a seguir entrampados en problemas sociales y vamos a seguir viendo a personas con talento y preparación, sucumbir y fracasar.
Para poder ser sostenible y prevenir problemas personales y sociales, es necesario que el Estado peruano y la sociedad en su conjunto se preocupen en desarrollar estrategias para la formación de la “Inteligencia emocional” de las personas, para que los individuos desarrollen “resiliencia”, es decir adaptación a situaciones adversas o frustrantes. Sólo de esa manera se podrá contar con ciudadanos psicológicamente estables y que aporten de manera positiva al desarrollo personal, familiar y social.
La sociedad, desde tiempos prehistóricos, impone exigencias a los individuos en su lucha diaria por existir. Si la lucha por la sobrevivencia en medio hostil, frente a las fuerzas de la naturaleza, fue el resorte que impulsó la existencia humana, en la actualidad los seres humanos siguen batallando con la necesidad de sobrevivir en un medio cada vez más competitivo. Lograr las necesidades básicas de alimentación, vivienda, vestido, así como las de educación y formación, así como la de conseguir “ser alguien” en la vida, se mantienen.
Sin embargo la actualidad, la vida moderna está marcada por el auge de las nuevas tecnologías, la internet, la velocidad de las comunicaciones y el fenómeno de la globalización, el impacto de las redes sociales en la vida cotidiana y ahora con la pandemia de coronavirus que ha ocasionado cerca de siete millones de muertes en el mundo, generando además un estado permanente de estrés, ansiedad y depresión, así como la adaptación a la “nueva normalidad” y a las normas de distanciamiento y uso de mascarillas. El impacto negativo en la economía se aprecia en el desempleo, baja rentabilidad, crisis social, aumento de la delincuencia.
Estos factores afectan la psiquis de los individuos. Tal como sucedía en la prehistoria, los que sobreviven son aquellos que tienen mejores cualidades. Y no sólo estamos refiriéndonos a la “instrucción”, “formación académica”, “títulos profesionales”, sino también a un componente fundamental: el desarrollo de la personalidad y lo que los psicólogos llaman “resiliencia”, es decir adaptación a situaciones adversas y frustrantes.
Esto requiere la titánica labor de fomentar valores éticos: verdad, honestidad, justicia, amor al prójimo, respeto, solidaridad, bondad, caridad, fe en Dios. Además, diseñar la creación y difusión de las escuelas de padres, así como mejorar el diseño de la currícula nacional escolar por parte del Ministerio de Educación, incorporando materias sobre formación psicológica, entrenamiento y formación de la personalidad, bienestar personal y familiar del educando, formación religiosa, espiritual y con valores humanos. Hay mucho por hacer.