Tú, hijo mío, pescadito de luz que sobre nuestros pechos nadas, jamás te olvidaremos.En la memoria quedará tu sonrisa, pez de ensueño, pescaito de mar que revoloteas sobre nuestros pechos. Tú, amor, como siempre, entre nuestros corazones sacudiendo las íntimas regiones del ser con tu sonrisa. Hambrientos de tu luz, devastando la soledad de este pueblo que humilde se erige sobre las abruptas avenidas del desierto. Tu, amor, pescaito del ser, alma blanca de la ultima voz que aún os queda.No te preocupes, amor, porque aquí, nosotros, en pie, con la luz de tus pupilas acuesta, siempre te recibiremos. Nos enseñaste a amar, aún cercados por el dolor. Donde sólo tú y estas oscuras torres del sur nos esperan. Donde sólo tú y el aciago Norte aún guía nuestros sueños.Y es que tú, amor, pescaido de luz, cielo, techo de la noche más estrellada, riges ahora nuestro destino. Cantas la canción del hombre bueno. Con el mar asaltándonos hasta el último resquicio del alma. Porque aquí somos todos los que tu nombre nunca olvidaremos cantando con el alma, amor. Porque aquí, hijo mío, siempre habrá un corazón donde encuentres la casa sin techa de nuestras noches. El recuerdo de aquellos que nunca te olvidarán y que siempre estará cuidando a ti mamá y a tu papá.
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