Es un día grisáceo. Alrededor de la escuela, los chavales, muchos de ellos aún con pantalón corto a pesar del frío, juegan al Chorro Morro, unos, al Gua, otros, o al Truque o a la Rayuela, las niñas. Los más mayores están todos al abrigaño del cierzo pelando la pava. Todos hacen tiempo mientras esperan que por la carretera aparezca el 850 amarillo que trae a los maestros todos los días desde la capital.
Últimamente, andan un poco revolucionados porque el maestro titular, don Severino, ha caído enfermo de gravedad y en su lugar han puesto a un muchacho joven, don Iluminado, que ya no pone orejas de burro a quien no se sabe la lección, ni tampoco usa garbanzos sobre los que apoyar las rodillas para que los chavales sean conscientes del sufrimiento que padeció Jesús por todos en la cruz. No da capones ni tortazos a los que son un poco inquietos. Tampoco llama burro o analfabeto a Vicente, el hijo del pastor que decidió en el momento que don Severino le levantó por primera vez por los aires agarrándole por las patillas mientras le gritaba ¡podenco!, que para ser pastor, no hace falta estudiar.
A las buenas gentes del pueblo, no les gusta el nuevo profesor porque rechaza los pollos, los conejos y los huevos con los que los padres obsequian a los maestros con el fin de que sus hijos sean los predilectos de la clase. Lo demostró cuando, con el primer obsequio recibido, regaló la docena de huevos que recibió a Melitón, uno de los niños más brillantes de la escuela que lleva siempre pantalones cortos, incluso en invierno, que viste jerséis de punto raídos y ajados por el uso y botas con agujeros porque sus padres no pueden permitirse otra cosa. Cuando los Martínez se enteraron de ese desprecio, pusieron el grito en el cielo y los demás padres dejaron de llevarle ofrendas para que no acabaran en casa de Melitón, de Vicente o de cualquiera de los otros que apenas tienen para comer.
Los chavales, sin embargo, aparte de revolucionados por los cambios, están encantados. Don Iluminado les saca de la escuela y les lleva al campo para enseñarles botánica con las plantas, con la máxima de que no hay malas hierbas y que todas cumplen su función. Igual sucede cuando ven un zorro o un águila a lo lejos. Los chavales insisten en que son bestias de rapiña y el maestro les dice que no, que son animales que ayudan al control ecológico de la fauna. Los jueves por las mañanas les lleva al Teleclub a ver un programa de la tele que se llama Planeta Azul en el que un tal Félix Rodríguez de la Fuente, un paisano de la provincia, explica con imágenes reales como viven los animales del planeta en el que habitamos.
Ahora está planteando con la maestra, doña Servi, juntar a los chicos y las chicas en la misma clase y dividir la escuela por edades. Él, se encargará de los chavales entre los 10 y los 14 años y ella de los de entre seis y diez años. Además, Doña Servi les dará a todos las clases de francés y don Iluminado las de matemáticas para todas las edades. Las clases de catecismo han desaparecido de la escuela, salvo en la época de marzo, abril y mayo que los chavales de ocho años tienen, fuera del horario escolar, catequesis con el cura para preparar la primera comunión. También se ha eliminado la formación en pelotón militar a primera hora de entrada a la escuela y los cantos del Cara al Sol y el saludo a las fotografías de Franco y José Antonio que presiden las aulas.
Algunos padres, como los Martínez, se han quejado al alcalde y como este no ha hecho caso, se han reunido con el cura, al que han explicado que los niños ya no rezan en la escuela y que este maestro es un tipo raro que trata a todos por igual y que los saca fuera de las aulas a perder el tiempo. El cura, que tiene recursos, ha acudido a la Inspección Escolar.
Han tardado un par de trimestres, pero al fin el inspector escolar, don Upiano, un franciscano miembro de la comisión de la moral, se ha presentado en el pueblo. Ha observado, con horror, que niños y niñas de catorce años comparten clase en igualdad de condiciones. Incluso le ha sabido mal que Vicente ya no quiera ser pastor y que haya aprendido más en seis meses que en los cuatro cursos anteriores. Si nadie quiere ya ser pastor, ¿quién va a cuidar de las ovejas? El colmo ha llegado cuando, en lugar de matar a una comadreja que se había colado en el cuarto de la estufa, la han atrapado y la han soltado en el campo.
Don Iluminado, no volverá a la escuela en septiembre.
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Pitbulls y Dobermans
En este casi eterno periodo electoral se está de nuevo haciendo uso del arma, aquel ya ajado por los gobiernos del falangista González. Es el socorrido y eterno retorno al eslogan del miedo con el famoso y cansino lema “que viene la extrema derecha”. Los que tenemos memoria recordamos aquellos anuncios electorales encabezados por un pitbull con una dentadura mortífera que recordaban las estratagemas capciosas del partido del señor de la guerra en Irak, eterno insufrible y megalómano acomplejado.
El problema se presenta cuando los que representan a los otros como pitbulls, se comportan como dóbermans. Cuando los que dicen ser el progreso y la España en positivo, gobiernan para el pueblo, en lo fundamental, igual que los franquistas de las comisiones ilegales, los sobres y los asesores.
Todos los que tenemos un mínimo de conciencia social sabemos que lo que el PSOE dice del PP es cierto y es más, se queda bastante corto. Un partido que ha sido sentenciando, con una judicatura en general afín, hasta en tres ocasiones por corrupción, un partido que está implicado en casi mil casos de corrupción, con la mayor parte de sus exministros y/o dirigentes envueltos en alguna de las causas, no debería siquiera poder presentarse a las elecciones porque debería haber sido ilegalizado hace tiempo. Un partido que se dedica a poner salarios públicos desorbitados a sus alcaldes y concejales, que cuadriplica el gasto en personal asesor mientras acaba subcontratando hasta el arrío de la bandera, debería ser repudiado por los votantes.
Pero, claro, ¿qué pasa si quién denuncia, es igual que el denunciado? El PSOE, es el partido que, como la derecha europea, ha traído a España cinco reformas laborales, a cada cual peor. Ha sido capaz de legislar tres reformas de las pensiones en las que se han traspasado todos los límites en cuanto a derechos, hasta el punto que hoy se requieren 37 años cotizados para poderte jubilar y se empieza a hablar de jubilación a los 70 o incluso 72 años. El PSOE, es el partido podrido de corrupción entre 1982 y el 2000, hasta el punto que el PP rompió el techo de los 100 diputados porque muchos estábamos hartos de los fondos reservados, de los Roldanes, Barrionuevos, Veras, Corcueras o Juanes Guerra y o dejaron de votar o acabaron votando al despreciable insufrible. El PSOE es el partido que se ha negado a reformar la ley Mordaza, tal y como había firmado con su socio de gobierno y que ha mantenido como Ministro del Interior a un tipo que como Juez, ha causado a España siete condenas del Tribunal de Derechos Humanos por no investigar y negar torturas policiales. El PSOE es el partido que ha mantenido como ministra de defensa a otra jueza, que podría pasar perfectamente por hermana política del indeseable Trillo. El partido de la OTAN, del presidente que tiene los huevos de ir al parlamento de Ucrania, dónde sus homólogos ucranios han sido ilegalizados a poner como ejemplo de libertad y democracia al gobierno de Zelenski. El PSOE es el partido que nos ha metido en una guerra impuesta por USA y que va a desplegar 800 militares en Rumanía y Eslovaquia para satisfacer las ansias imperialistas de Biden.
Cuando mi amigo Dabitxo habla de que cualquier cosa que hayamos visto no será nada comparable con lo que ha de venir, si los zafios, anacrónicos, mentirosos, rastreros y fascistas del moco verde llegan al gobierno acompañando al amigo de Marcial Dorado, lleva razón. Porque los García Gañardo de turno han demostrado con creces que no sólo son inútiles políticos, analfabetos funcionales, indigentes culturales y peligrosos para la libertad, sino que, al igual que hacen otros que “cantan” menos, están ahí principalmente para servirse. Y desde luego, para desviar el foco, además se postulan como lo que son, gente acostumbrada a hacer de su capa un sayo y a llevarse por delante a quien se oponga.
En todo esto hay un gran pero. En cualquier democracia que se precie, contra los bárbaros fascistas, está la ley, la jurisprudencia y los tribunales. Y aquí, está el problema. En teoría, los fascistas no podrían hacer nada fuera de la Constitución. Por eso, en teoría, no deberíamos temer a los vagos y discapacitados intelectuales del moco verde, porque, sus mierdas chocan con lo establecido en la famosa y manoseada sacrosanta Constitución (sus propios postulados atentan contra el artículo 9 de la ley de partidos y, sin embargo, son legales).
Pero, la coyuntura nos demuestra que no podemos esperar nada de ellos. Empezando porque, hace 25, años fueron capaces de cerrar Egin y de meter en la cárcel a su director, sin que les haya pasado factura, a quiénes hay que temer es a quienes debiendo ser la salvaguarda de la legalidad la retuercen para satisfacer los intereses de quienes mandan en la oscuridad.
A quién hay que temer, son a aquellos que permiten bajo no sabemos muy bien que legalidad que una lona publicitaria que atenta contra los artículos 6, 16 y 20 de la Constitución en vigor, sea declarada legal mientras se multa al partido del gobierno porque el presidente opina sobre los actos de otros políticos desde una oficina que ni siquiera es territorio español con la excusa de estar en periodo electoral. A quienes hay que temer son a quiénes permitan que individuos contrarios a la libertad censuren obras de teatro y metan en la cárcel a cantantes por hacer letras contando las batallas de un Puigmoltó que ha tenido que exiliarse. A quiénes dicen que el “Cara al sol” no es contrario a la ley de Memoria Histórica, mientras acaban encarcelando a ciudadanos por portar la bandera republicana o requisando camisetas amarillas en un partido de fútbol. A quiénes hay que temer es a quiénes llevan años en funciones en los órganos de poder de la judicatura y se niegan su renovación. A quién hay que temer es a quiénes llevan sobreseídos más de 200 casos de corrupción, todos que afectan al mismo partido. A quién hay que temer es a quiénes persiguen a políticos por un supuesto peligro para el Régimen, mientras han excarcelado a otros alegando enfermedad terminal que permite al individuo hacer vida normal y va para cinco años. A quiénes hay que temer es a todos aquellos que podría llevarme a la cárcel o a la ruina económica si con este artículo se sintieran perjudicados, mientras permiten que otros puedan llamar terrorista al padre de Pablo Iglesias alegando libertad de expresión.
Como en el cuento que introduce este artículo, los Martínez de España no son los peligrosos. Los peligrosos son los Torquemada de turno que, valiéndose de su posición, son capaces de retorcer la legalidad para que sirva a sus intereses y a los de los Martínez.
Por eso, querido lector, vota a quien quieras, o no votes o haz lo que te venga en gana. Porque ni el PSOE va a ser el defensor de los trabajadores, ni los demagogos agnósticos de la inteligencia del moco verde van a poder hacer nada que los togados no les permitan.
En un país con el suelo a temperaturas superiores a los 60 º centígrados, con decenas de municipios asolados por la sequía que sieguen regando sus campos mientras le cortan el agua a los vecinos, ningún partido quiere meterle mano al cambio climático que nos llevará a la desaparición como país habitable. Y la gente sigue creyendo que el problema de la desertificación se soluciona haciendo pantanos que almacenen aire. O secando los cauces de los ríos. Y siguen votando a quiénes están agotando acuíferos, desertizando zonas y arruinando vidas, mientras cuatro terratenientes hacen el agosto exportando el agua que no tenemos y que es de todos, introducido en frutas y verduras a Europa.
Es evidente que merecemos la desaparición como sociedad por imbéciles y miserables.
Salud, ecología, decrecimiento, feminismos, república y más escuelas públicas y laicas.