En esta primavera y verano electoral nos hemos acordado mucho del profesor Jiménez del Oso, de su voz grave, profunda, de su calva y su barba de sabio, de su intensa mirada con esos ojos grandes, insomnes, enmarcados en unas grandes ojeras, unos ojos de mago antiguo que desde la pantalla del televisor, en sus fascinantes, al menos para mí, programas, el primero de los cuales se llamó “Más Allá” y después “La puerta del misterio” nos miraban fijamente y sentíamos que lo sabía todo, no solo de los misterios que acompañan al hombre desde la noche de los tiempos, signifique lo que signifique eso, sino que también conocía nuestros más íntimos secretos. Muchos jamás hubiéramos aguantado un segundo su hipnótica mirada frente a frente, y menos todavía osado llevarle la contraria por miedo a que divulgara nuestros más íntimos secretos, como la edad a la dejamos de mearnos en la cama, o aquella vez que una chica nos pidió guerra y salimos corriendo como conejos. Ahora, desde el programa “Cuarto Milenio”, otro Jiménez, Iker, sigue llevando el negociado del misterio en este país lleno de misterios, desde las caras de Bélmez hasta ese no menos misterioso M. Rajoy, que trae locos a decenas de investigadores, aficionados y profesionales de lo paranormal. Pero, con todos mis respetos a Iker Jiménez, que lo hace muy bien y su programa es muy ameno, no le llega a las suelas de los zapatos al recordado profesor Jiménez del Oso. Y no es por nada, pero de Jiménez del Oso, con su sugerente voz y su inquietante y contundente presencia de hombre sabio, de hombre con poderes más allá de toda comprensión racional o científica, nos lo creíamos todo, no así de Iker Jiménez, que ya puede decir y argumentar lo que quiera que por su juventud y sobre todo por su cara de administrativo, de empleado de gestoría, o de gerente de almacén textil nos echa para atrás. Ya puede desvelarnos la identidad y entrevistar en exclusiva a monstruos ibéricos como El Lobishome gallego o al mismísimo M. Rajoy, también gallego al igual que la Santa Compaña; al Diablo Cojuelo, al Hombre del saco, al Cuélebre o al Coco que, sencillamente, no nos lo creemos.
Pero para nuestra desgracia, el profesor Jiménez del Oso falleció en 2005 y no puede ayudarnos a resolver este gran misterio cuya resolución, si es que la hay, nos corroe desde hace ya tiempo y especialmente desde las últimas citas electorales de este malhadado año, primero las Autonómicas y Municipales del 28 de Mayo y después las Generales del pasado 23 de Julio
A falta del profesor Jiménez del Oso, no tenemos más remedio que acudir, que echar mano a Iker Jiménez para exponerle este, en principio, irresoluble misterio mucho más complejo que el de las pirámides de Egipto, las líneas de Nazca, el Triángulo de las Bermudas, los Moais de la isla de Pascua, el ovni de Roswell, otra vez M. Rajoy, y otros misterios que, a nuestro juicio, son cosa de poco comparados con éste.
Para exponer cabalmente este inquietante misterio, antes tenemos que hablar de una organización empresarial madrileña llamada propiamente “Círculo de empresarios”. Esta organización fundada en Madrid en el año 1977 es lo que ahora se llama un “tink tank” cuya traducción literal del inglés es “tanque de pensamiento” que es lo mismo que laboratorio de ideas, instituto de investigación, gabinete estratégico, centro de pensamiento, de reflexión, reservorio, tanque o materialización de ideas… precisamente este Círculo de empresarios” un “círculo” que me recuerda, no sé porqué, al lazo de los vaqueros o a la soga del ahorcado, lleva como divisa o lema la frase “Ideas para crecer” para crecer ellos, se entiende. Y crecer a costa de los mismos, de los trabajadores, ¿a costa de quién si no? porque así es el orden natural de las cosas, “a ver si ahora le van a tirar los pájaros a las escopetas”, solía decir un amigo, y estos empresarios están dispuestos a crecer lo que haga falta y a costa de quien haga falta, aunque no hace falta decir quienes van a ser los primos en este juego de trileros.
“Ideas para crecer” ése es su bonito lema, y así lo ponen con letras bien gordas, a modo de subtítulo inmediatamente debajo del nombre de su organización. Una organización a también, y más propiamente, se la podía llamar “Hermandad de espabilados”, porque andan siempre a la que salta, alerta a la caza del beneficio, del sagrado dividendo, del enriquecimiento personal, cuanto antes, mejor. Ése es su único objetivo.
No hace falta decir que este “Círculo de empresarios” este “tink tank” es la evolución natural de los viejos casinos de los pueblos y ciudades donde se reunían los caciques, los terratenientes y demás empresarios de la localidad para vigilar sus intereses, siempre en disputa con los intereses de los trabajadores, a los que había que atarles corto porque ya se sabe que los trabajadores y trabajadoras nunca tienen hartura a la hora de pedir, parece que les ha hecho la boca un fraile, y se vienen rápidamente arriba a poco que se les abra la mano creyendo, como siempre han creído, que todo el monte es orégano. Aquellos primeros “tink tank” formados por señores con trajes negros de pana, camisas blancas y boinas y sombreros bien cepillados se solían juntar a diario en los casinos o, en su defecto, bares de los ricos, y desde allí, haciendo valer su poder, regían los destinos del pueblo y por supuesto de los trabajadores que, si no estaban bien organizados y concienciados de cuál era su papel, de cual era su sitio, solían ser pasto de estos círculos de empresarios que tenían muy clara la idea de que no había que hacer concesión alguna a sus trabajadores, que lo ideal era tenerlos acojonados, demostrando siempre quién mandaba y, lo más importante, llevar al día la escarda y la poda, el férreo control de los trabajadores concienciados y organizados que no se dejaban domar ni domesticar, y solían revolucionar el gallinero llevando la contraria a las resoluciones emanadas de estas fuerzas vivas que demostraban una gran inteligencia manteniéndose unidos como una piña en defensa de sus intereses. No podía decirse lo mismo de los trabajadores, que solían, y suelen, andar divididos, tres por cuatro calles. Una división, discordia y desavenencia que los empresarios siempre han sabido aprovechar muy bien. Y en los raros momentos en que ha habido unidad entre los trabajadores, también han sabido maniobrar muy bien para avivar y fomentar las divisiones, las rencillas y los desencuentros.
Este moderno Círculo de empresarios es, como ya hemos dicho, la evolución natural, el heredero de los viejos casinos de las capitales de provincia. Unos severos edificios de recios muros encalados, ventanales de vidrios emplomados, grandes espejos con bellos marcos de madera tallada, cómodos sofás, sillones, sillas tapizadas de cuero y sólidas mesas de hierro fundido y tablero de mármol, algunas separadas por biombos de madera para preservar la privacidad de los socios que se sentaban en ellas. Unos socios que lo mismo echaban una partida de tute o de brisca que decidían la manera de acabar con una huelga atendiendo a las demandas de los huelguistas o por el contrario mandando apalear a los cabecillas de la huelga para que los demás recularan y volvieran al trabajo con el rabo entre las piernas, con Dios quiere y manda. Este moderno Círculo de Empresarios, aunque su esencia y utilidad sigue siendo la misma que el viejo casino de los ricos, que no es otra que preservar los intereses de las élites empresariales, ha lanzado una idea para que la recojan los partidos políticos a su servicio. Unos partidos que ellos mismos crearon para servir a sus intereses políticos y sobre todo económicos y que, no hace falta decirlo, son el Partido Popular y también Vox, que ha sido recientemente creado como apoyo y refuerzo al PP para ejercer las políticas neoliberales que los grandes empresarios, banqueros, terratenientes y demás poderes económicos, políticos y también religiosos, no olvidemos el empeño de Vox en resucitar al odioso nacionalcatolicismo, quieren seguir aplicando en este país por los siglos de los siglos, amén.
Y para dejar claro cuales son esos intereses, lanzaron sendas propuestas al gobierno que saliera ganador de las elecciones generales del 23 de julio, un gobierno que estaban convencidos, las encuestas así lo confirmaban, que saldría del PP, claro ganador de los comicios, y también Vox, que estarían, unos y otros, a lo que sus amos, los plutócratas que los crearon, tuvieran a bien mandar. Las propuestas, o más bien los mandamientos, eran claros y precisos: retrasar la edad de jubilación a los setenta años, de momento, y la ultracongelación, tipo Pescanova, del salario mínimo interprofesional, y también, total ya puestos, congelar las pensiones, entre otras medidas, para evitar que la clase trabajadora a la que necesitan para que sus empresas sigan generando beneficios y dividendos como Dios manda, se venga arriba y empiece a creer que todo el monte es orégano. Por suerte para los asalariados, tanto PP como Vox no consiguieron los votos suficientes para gobernar, y la propuesta de este muy español y mucho español Círculo de empresarios no se va a poder ver, de momento, realizada.
José María Aznar, esa desgracia en forma de político que nos metió de cabeza en una guerra ilegal e injusta donde murió tanta gente inocente, ese tonto metido a estadista, que lleva prejubilado desde que tenía 51 años, ahora tiene 70; una jubilación, sobra decir, con todos los privilegios y prebendas reservadas a los que han sido presidentes del gobierno, unos privilegios que podemos imaginar que no son pocos ni livianos, también ha pedido muchas veces, y ahí puede verse su inabarcable desfachatez, su descomunal sinvergonzonería, que se retrase la edad de jubilación hasta los 70 años, como mínimo.
Y ustedes se preguntarán que dónde está ese gran misterio, ese insondable enigma que, a falta del profesor Jiménez del Oso, encomendamos su resolución a Iker Jiménez y sus colaboradores de “Cuarto Milenio”. Y el misterio, la pregunta del millón, no es otra que saber por qué millones de trabajadores y trabajadoras han votado al PP y a Vox a pesar de que ambos partidos se negaron y se siguen negando terminantemente a subir el salario mínimo interprofesional, y también las pensiones, y como eso les parece poco, también quieren retrasar la edad de jubilación hasta los 70 años, como mínimo. El porqué de que esos millones de trabajadores y trabajadoras hayan votado en contra de sus intereses, en contra de su propio pellejo, y dos veces en poco tiempo, para que no quede ninguna duda, es uno de los grandes misterios de nuestro tiempo.
Quizás esta insondable incógnita no esté al alcance de los hombres, ni siquiera de hombres sabios, especializados en resolver este tipo de misterios, y tengamos que echar mano de más altas instancias y encomendarnos al Dios Mercurio que era llamado “Guardián de las fronteras” por su función como puente entre los mundos superiores e inferiores. Y llevados por la euforia veraniega, por nuestra desesperación y desconcierto, o vaya usted a saber por qué, nos atrevemos a elevarnos desde los mundos inferiores donde habitamos para suplicarle ayuda, formular una plegaria en estos amargos momentos de gran tribulación y honda pesadumbre.
No nos hubiéramos atrevido a venirnos tan arriba convocando a tan importante Dios guardián de ambos mundos, si no estuviéramos absolutamente embriagados, poseídos por la belleza del sonido de las olas, la caricia de la brisa del mar, el olor a salitre que te lija el fondo de la nariz, y la evocadora luz de Agosto que tan maravillosamente describió Faulkner, aquí somos muy de Faulkner, en su genial novela llamada precisamente así: “Luz de Agosto”.
Pero nunca hubiéramos reunido el valor suficiente para plantear tan transcendental cuestión que nos trae a mal traer si, además de todo lo dicho, no contáramos con la impagable ayuda, el amparo, el patrocinio, la imprescindible bendición de Baco, Dios del vino, que gracias a sus mágicos elixires, néctares y otros derivados del mosto, hemos hecho acopio de la fuerza, la energía y la lucidez necesaria para acometer estas valientes reflexiones, y clamar amargamente ayuda a quien tenga a bien escuchar nuestras súplicas. Lo mismo nos da Iker Jiménez que todo un Dios del Olimpo. En cuanto haya alguna respuesta, tanto de uno como de otro, la daré a conocer a la mayor brevedad posible. Aunque puede que sea peor conocer la verdad porque, como dijo Santa Teresa, y Truman Capote lo sabía muy bien, “se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por aquellas que permanecen desatendidas”.