Julián Molina Illán

El poder absoluto corrompe absolutamente

23 de Enero de 2025
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El poder absoluto corrompe absolutamente

El PSOE está terminando su proceso de reestructuración territorial después del Congreso de Sevilla. Pedro Sánchez, agobiado por el desgaste del gobierno, los continuos desplantes de sus inconsistentes socios, la presión inmisericorde de la derecha, las presiones judiciales y sus propios errores, ha concluido que el colmo de los colmos sería también estar acosado por los barones territoriales y líderes de baja estofa de su propio partido. Inspirándose en los tiempos de la Grecia clásica, en donde se elegía un dictador en tiempos de crisis aboliendo la democracia durante seis meses prorrogables, el Secretario General del PSOE ha decidido intervenir en los procesos de primarias de una forma descarada, tratando de imponer, por la vía de la influencia insoportable, a una guardia pretoriana de la que únicamente él se fía.

No es que algo así no pueda hacerse (ya lo hacían los griegos), es que no debería poder hacerse sin permiso. Y es absurdo argumentar que la militancia puede manifestar su desaprobación no votando, por ejemplo, porque ya sabemos cómo funciona la influencia social. El líder dice que hay que hacer las cosas así, y se hacen. Punto. Ya, pero la salud democrática y la credibilidad del partido deberían preocuparnos algo. Creo que tampoco hubiera pasado nada si Pedro Sánchez hubiera avisado y pedido permiso a la militancia para intervenir de una manera activa en todos los procesos de primarias territoriales, impulsando candidaturas ad hoc bajo su responsabilidad. Es lo que ha ocurrido, pero sido por las malas y a hechos consumados.

En la práctica, esto equivale a la asunción de un poder absoluto (aunque no le haya salido bien la jugada en todos los territorios), pues ha ejercido su voluntad sin tener en cuenta que un derecho a voto ejercido bajo una presión insoportable no es un derecho a voto auténtico. Las cosas han salido casi como él quería, y en un futuro próximo las responsabilidades contraídas serán puestas encima de la mesa. Y es que, cuando se asume un poder absoluto, se asumen también responsabilidades absolutas, y, por supuesto, el precio a pagar ante un posible naufragio del partido también habrá de ser absoluto. Se trata de un órdago, y como tal, allá donde se pierda un solo diputado habrá que exigir dimisiones absolutas. Y, por supuesto, cuando se pierdan las elecciones generales, también será exigible que se vayan todos los que ahora cantan el aleluya.

Cuando Pedro Sánchez se presentó a sus primeras primarias decía: "quiero cambiar el partido para cambiar el país". Nunca sabremos a qué se refería y qué es lo que él consideraba que había que cambiar, ya que el partido se ha hecho más caudillista que nunca. Ésta ha sido, una vez más, una oportunidad perdida para profundizar en la democratización del partido y en su participación interna acabando con las listas cerradas bloqueadas hechas por las ejecutivas, y que la militancia tiene que tragar le guste o no le guste. Qué bonito sería, habida cuenta que el partido es de sus militantes, que éstas y éstos pudieran elegir ellos y ellas el orden de las listas electorales haciendo las listas cerradas, pero desbloqueadas. Claro está, esto significaría un trasvase de poder enorme hacia la militancia. ¿Pero acoso no es el partido de la militancia? Otro elemento de suma importancia, cuya oportunidad de desarrollo se ha perdido, ha sido la promoción del talento medido de manera objetiva. Este tema debería ser más sencillo, pues así viene explicitado en los estatutos federales. El problema es que no se cumple. La propuesta que se hace desde las agrupaciones no es sobre la gente más capaz, sino la más popular. La que es amiga, la que es confiable, conocida... pero nunca la más capaz, porque la gente más capaz lo es porque está estudiando, investigando, o desarrollando una carrera profesional que raramente deja tiempo para estar en reuniones, cervezas o cenáculos. El sistema basado en la confianza es un fracaso ¿Cuántas veces hace falta que un líder vea traicionada la confianza de las personas que le rodean para que entendamos que es un error tomar decisiones basadas en creencias? Solo es fiable lo conocido: el currículum, la experiencia probada, la carrera profesional, los años de militantica, la labor realizada en el partido, en las asociaciones, en las oenegés... es decir, la trayectoria demostrable de toda una vida, y no el amiguismo. La sociedad nos ve. La sociedad quisiera participar, pero no la dejamos ¿Creemos que haciendo las cosas como las hemos hecho toda la vida, en una sociedad cambiante, podemos obtener la confianza necesaria para poder gobernar con suficiencia? Por lo visto Pedro Sánchez y sus acólitos creen que sí. Cuando las urnas demuestren lo contrario ¿qué harán?

Un saludo a todo el mundo

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