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Por convicción

14 de Febrero de 2025
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Por convicción

El que ha crecido estafado por un prejuicio, y no es capaz, adulto ahora, hoy, con toda la información disponible, de evolucionar un poquito y suavizar su insostenible postura, es en esencia un fanático, y un imbécil, inequívocamente.

Repite por dondequiera que va su podrida doctrina, inoculada por los medios más extremistas, que no ha dejado ni cesará de frecuentar, en un ejercicio de reciclaje, dentro de su fanática disciplina. Y cuando alguien le invita a contemplar su propia contradicción de base, su voluntaria ceguera, su tirantez intelectual, se enfada, y no escucha, principalmente por miedo a sí mismo, a abandonar un posicionamiento marcado a fuego desde siempre, no vaya a ser que dicha disidencia despierte chismes en cuanto a una inadmisible debilidad por su parte.

La presión de la masa burra dirige sus opiniones, habitualmente ajenas, de oídas, jamás basadas en la experiencia o el escarmiento, sino en el mito sensacionalista de turno. Si al menos tuviese un pasado tortuoso, como el de cualquier «ex», de lo que sea, merecería mi perdón y hasta mi palmadita en el hombro como señal de aprecio y solidaridad espiritual hacia el resentido, el apaleado: qué le vamos a hacer. Pero no. El prejuicio se instaló en su pequeño cerebro de manera congénita y gratuita. Sus papis, o sus tíos primero, y luego la tele, y ahora sus compañerotes de bar, gimnasio, tajo, partido u oficina, vomitan la consigna sin descanso; el proselitismo de mayor gratuidad encontró en ellos a los mejores colaboracionistas. Y este ignorante de entrada va y repite la canción, el que ya es su prejuicio, asegurando, por pantalones, que esto o aquello «es así». Pues muy bien, so mierda. Sigue entonando semejante mamarrachada. ¿Quieres que te dé la razón? Ahí tienes una montaña de esa materia que defendiste a muerte. Cómetela, a la plancha si quieres, y reitera que es muy bonita y huele a rosas, con un par, sin enfrentarte al desastre, y quéjate de lo de siempre, como si pudieras considerarte un ejemplo, tú y los miles, millones que profesáis vuestra doctrina de sistema, fieles a lo que hay que comprar, tragar, desechar, visionar y creer y repetir como loritos.

En fin. Lo que de verdad te asusta es acudir a la reflexión, escuchar a quien sabe más que tú de ese tema que solo atacas de oídas, como todos los de tu grupo. Si no fueseis tantos…, quién sabe qué sería de todos esos verdaderos dramas a los que no tenéis cojones de asomaros, y dónde quedarían todos esos gravísimos «problemas» que denunciáis, tú y tus medios y tus políticos, y que no-existen, más que por convicción.

No me tires de la manga para que te siga; no me atrae, en-ab-so-lu-to, esa «abundancia» que siempre termina donde ves, de la misma forma, porque surge y crece y se dispersa carente de sentido común, de criterio, como tus palabras.

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