Resulta paradójico que los partidos de la izquierda clásica -y los sindicatos- que se han visto desbordados por la crisis del capitalismo financiero, que no encuentran soluciones a la situación de crisis económica y social, que no deberían olvidar reivindicaciones como la de reducción de horas de trabajo semanales, la terrible realidad de los parados en el estado español y los datos de exclusión social, junto a la constatación de la precariedad en el empleo, la bajada de salarios, la fragilidad de las pensiones, la confirmación de que difícilmente se recuperarán los niveles de empleo en el futuro ya que los avances técnicos eliminan puestos de trabajo a un ritmo mayor del que lo crean y que, por motivos medioambientales, ya no va a ser posible aumentar sin límite la producción, se posicionen, ahora, contra la Renta Básica Universal (RBU) que es la única solución que se ofrece para un futuro. Y actuando -dicen- en nombre de la izquierda. ¿De cuál izquierda? ¿De la comunista ortodoxa, de la eurocomunista, de la socialista, de la libertaria, de la ecologista, de la feminista…?
¿224 euros de más pueden convertirnos en consumistas inconscientes e insaciables?
En un reciente artículo, uno de los máximos adalides contra la RBU, desde la ortodoxia comunista, plantea una serie de tesis contrarias a su aplicación y destaca que los 650 euros en que se concretaría la RBU, para todos los ciudadanos y todas las ciudadanas, podrían destinarse a “(…) consumos que podrían considerarse social o ecológicamente indeseables (de lujo, irresponsable, insostenible en términos medioambientales, en productos en cuya elaboración se cometen injusticias laborales, etc)”. Como si una renta de 650 euros nos volviera absolutamente majaras y, con ella, nos dedicáramos al consumismo capitalista más abyecto. Pero es que al lado de tamaño desatino, el partido al que pertenece el articulista, vota en las Cortes a favor de un Renta Mínima para las familias sin recursos de 426 euros. ¿Esa diferencia de 224 euros de más, al mes, nos convierte en unos defensores del maldito capitalismo y del dispendio consumista? Parece ser que sí tal cual se expresa.
Ítem más, se nos previene que “(…) la filosofía que trasciende a la RB es: ‘gana libertad y haz lo que quieras’, cuando desde un punto de vista colectivo, solidario y fraternal debería ser: ‘gana libertad y contribuye a mejorar tu mundo’ -para no quedar dominados, con la RBU de 650 euros- (…) por principios de egoísmo e individualismo”. Y, para lo cual, se tendría que obligar a un trabajo, por la RBU, que ya decidirían los burócratas -¿del partido?- y con lo que dejarían sin sentido los principios básicos de la Renta Básica Universal.
¿224 euros de más pueden convertirnos en vagos y maleantes?
Rizando el rizo de la incongruencia, se nos dice que con la implantación de la RBU “(…) muchos autónomos que hoy día realizan jornadas maratonianas y que ganan poco más de lo que supondría la RBU también podrían verse tentados a abandonar su actividad económica con el objetivo de labrarse un futuro diferente y más halagüeño (¿para qué va a estar, por ejemplo, el dueño de un pequeño comercio trabajando todo el día y cobrando no mucho más de 650 euros si tiene la oportunidad de no trabajar y cobrar 650 euros?”. Y que eso, además, llevaría a la “destrucción de muchos de estos empleos”.
Vaya por Dios, la izquierda comunista, prefiere el trabajo semi-esclavo a la libertad para buscar un trabajo o una actividad que nos satisfaga sin recordar aquello que aprendimos cuando éramos marxistas de que el trabajo asalariado es “esclavismo a tiempo parcial”. Y que, cómo dice Daniel Raventós. “El trabajo no dignifica, dignifica la existencia material garantizada” y, mucho menos, si el trabajo está impuesto como si el trabajo fuese una especie de esfuerzo humano sagrado y se cantan las alabanzas del trabajo como si fuera una actividad más humana e importante que cualquier otra. No quisiera pensar que se hace este planteamiento para que haya “trabajadores” y, si puede ser, “cabreados” porque de lo contrario ya no podríamos decir que somos el “partido de los trabajadores”.
Como dice la feminista Kathi Weeks, cuando escribe sobre el “efecto disciplinario” del trabajo, “El sistema económico está funcionando muy bien como modo de producir capital pero no como manera de distribuir la renta. Todavía es útil para disciplinar a la gente y para cargar de responsabilidades a aquellos que están excluidos del trabajo, a los que culpa de falta de esfuerzo o de iniciativa”.
Al contrario de lo que, desde la supuesta izquierda, con discursos obsoletos se nos indica, entre los beneficios de la Renta Básica Universal encontramos que mejoraría la situación de las personas con un nivel adquisitivo bajo. Se evitaría, o al menos dificultaría, la desvalorización de nuestra capacidad de trabajo. Nadie se vería obligado a aceptar condiciones deplorables porque no estaría obligado por la necesidad. Los trabajos desagradables serían mejor pagados. Los trabajadores estarían en mejores condiciones para negociar los contratos de trabajo. No habría que “vigilar” que los parados trabajasen ilegalmente, como pasa con la ayuda por desempleo. Como no se perdería la Renta Básica Universal al encontrar trabajo, sería menos probable que se trabajase de forma ilegal -así, no se gastaría dinero en investigar el fraude. El auto-empleo sería menos arriesgado y mayores sus posibilidades de aumentar. Los sueldos mayores, que también recibirían la Renta Básica Universal, estarían más gravados por impuestos directos y como resultado, el estado recuperaría el dinero que reciben dichos grandes sueldos, se asegurarían los servicios esenciales a los ciudadanos y, a la vez, se reduciría la burocracia.
Básicamente, la Renta Básica Universal va ligada al derecho a la libertad y a la dignidad de las personas y es una forma de combatir el paro, reducir las desigualdades y apuntalar el Estado de Bienestar.