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Por qué no se comete un genocidio en Gaza

08 de Diciembre de 2024
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Una escuela que servía de refugio a los desplazados fue destruida por los bombardeos israelíes en el norte de Gaza. | Foto: UNRWA
Una escuela que servía de refugio a los desplazados fue destruida por los bombardeos israelíes en el norte de Gaza. | Foto: UNRWA

Durante décadas se ha educado a la población en el horror del holocausto y los crímenes contra los judíos en Europa. Casi parece un acto de culto. Los medios de comunicación estadounidenses han pilotado el fenómeno durante décadas con una maestría admirable. En las retinas de los niños ya-en su mayoría- adultos quedan El niño de pijama de rayas (2008), La lista de Schindler (1993), El pianista (2002), La vida es bella (1997), El diario de Ana Frank (1959), Noche y niebla (1956), Corre, chico, corre (2013), Hijos del holocausto (1989), Shoah (1985), o ¿Vencedores o vencidos? (1961), además de una ingente obra escrita sobre lo sucedido durante la II Guerra Mundial. Los aliados, vencedores de los nazis, elaboraron un guion preciso que se mantiene hasta la actualidad; vencedores, vencidos y humillados.  

En los libros de secundaria se dedican capítulos completos al genocidio judío. Ni una sola palabra sobre quiénes-con diferencia-se llevaron la peor parte en las grandes guerras: los eslavos, entre otros, esa misma "raza eslava" considerada como "inferior". Ellos asumieron de un modo trágico la estupidez alemana del lebensbraum o espacio vital: todo pasa por la capitalización del holocausto y el genocidio contra los judíos. Así los expresa Norman G. Filkenstein en La industria del holocausto (2000): para algunos, es un formidable negocio que ha sobrevivido a los muertos.  

...el Holocausto ha demostrado ser un arma ideológica indispensable. El despliegue del Holocausto ha permitido que una de las potencias militares más temibles del mundo, con un espantoso historial en el campo de los derechos humanos, se haya convertido a sí misma en Estado «víctima», y que el grupo étnico más poderoso de los Estados Unidos también haya adquirido el estatus de víctima. Esta engañosa victimización produce considerables dividendos; en concreto, la inmunidad a la crítica, aun cuando esté más que justificada. 

Tal es el poder de esta industria, que el historiador Raúl Hilberg, escribió:  

Yo presenté la primera de las demandas contra 105 bancos suizos para solicitar indemnización por el Holocausto. Es necesario que se diga la verdad con respecto a los fondos de indemnización. Las grandes organizaciones judías han estafado a los supervivientes del Holocausto, muchos de los cuales viven en la pobreza 

Sin embargo, las décadas secan el pozo del maná y lo han sustituido por una letanía, cada vez más débil, de los siempre ofendidos, los que han arrebatado el título de semitas a sus vecinos orientales. Norman G. Filkenstein sabe de lo que habla: su madre fue esclava de los nazis en Majdanek y su padre prisionero en el gueto de Varsovia y en Auschwitz, por lo que conoce muy bien el relato de los que se huelgan en la industria del victimismo:    

Otro de los términos predilectos es del holocausto (ὁλόκαυστον holókauston), vocablo que designa la quema de la víctima, una ofrenda a la divinidad. Ambos términos, holocausto y genocidio, son la dupla ideológica sobre la que sustenta una extraña posguerra que dura hasta la actualidad y por la que los palestinos deben de pagar con su sangre y la de sus hijos.   

Todo crimen es un genocidio si atendemos a la definición, dada por el también judío polaco (nacido en el imperio ruso) Rafael Lemkin:  

El asesinato tenía un nombre. ¿Por qué se consideraba un delito que una persona mate a otra, pero no que un gobierno mate a millones de personas? ¿No deberían los Estados rendir cuentas por intentar destruir a pueblos enteros, sus vidas, culturas e historias? ...Me di cuenta de que el mundo debía adoptar una ley contra ese tipo de asesinatos raciales o religiosos 

Y así se acuñó el término de genocidio, por lo que "queda prefijada en el artículo II de la Convención de las Naciones Unidas para la prevención y la sanción del delito de genocidio".   

Si el ejército sionista quisiera cometer un exterminio total contra la población palestina, nada sería más fácil que usar armamento nuclear, tal y como sus socios hicieron abiertamente en Japón y de un modo encubierto en Irak u otros lugares. Sin embargo, esto no es posible por varias razones. Los crímenes en Gaza no difieren de otros crímenes cometidos por naciones democráticas. Ni siquiera en la aceptación pasiva de las masas, vitaminadas en Occidente por un rechazo visceral a "lo considerado como oriental": ¿se consideran los crímenes en Hiroshima y Nagasaki un genocidio? La realidad de esta monstruosidad en Palestina es una continuación de las guerras modernas: aniquilar la memoria de los pueblos, sustituirla por la uniformidad social, política y económica del imperio como un mal necesario, hasta alcanzar la liberación de los nativos. Al igual que se hizo con los indios en todo el mundo. Es evidente que en Oriente Próximo no es posible por diferentes causas.   

Civilizar implica, como mínimo, domesticar y someter a los hijos díscolos por la fuerza de las armas. Y si estos jóvenes se esconden en túneles perforados con bombas de una o dos toneladas, en los pisos superiores se incineran a sus familiares mientras tratan de dormir. Los criminales sublimes, en su extrema necedad, piensan que vaporizarlos es suficiente para borrar los recuerdos.  

A lo largo de la historia, hubo guerreros que honraban a los contrincantes, sin embargo, hoy la guerra consiste en no dejar ni rastro de las víctimas, ni una tumba o lápida sobre la que llorar a los muertos o un registro civil sobre el que declarar una efímera existencia. 

Después de intensas décadas de metódico y minucioso adoctrinamiento, todo genocidio pasa forzosamente por el pueblo de Israel. Es así como lavamos nuestra conciencia los europeos, y... ¡he aquí el misterio! ¿dónde se refugiaron los sefardíes y otros judíos sino en tierras del islam?  

En Palestina no se sufre una masacre diferenciada de otros crímenes. La diferencia estriba en la impunidad con la que el estado federado US-raelí asesina y la infame inmoralidad de los medios hegemónicos.  

Los sheriff de la aldea globalizante pretenden domesticar "la región" y actúan como una american divinitatis. La gran factoría del victimismo es tan arrogante e intrépida, que aún reclama al mundo una indemnización moral de carácter retroactivo, mientras los magnates de los Santos Lugares californianos expulsan a los que osan pintar una bandera verdiblanca en su perfil. Ahí están los casos de Susan Sarandon, Gigi Hadid, Melissa Barrera o el Celtic.  

Si todo genocidio pasa por la Alemania nazi, ¿dónde quedan los crímenes que se cometen en Palestina? Es tan minuciosa y machacona la propaganda del sionista errante y perseguido, que los crímenes en Palestina parecen soportables y cuentan con el beneplácito de los herederos del III Reich y del imperio democratizante.  

Aniquilar al adversario, a sus hijos, sus selvas y santos lugares con sus ciudades y aldeas desde el aire es legítima defensa, pero en realidad-con el fin de no descender al fuego dulce de la hipocresía-lo mismo se hizo en Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, Siria y tantos otros lugares sometidos aún hoy a ¡embargos! La consideración de la población en todos los aspectos emocionales posibles es una ecuación anunciada por Clausewitz: es preciso soliviantar las emociones y los ánimos, en especial, el de los musulmanes que se identifican con Palestina: ¡qué manera de desestabilizar Europa! La guerra es, como la democracia, popular, y puesto que los ciudadanos sostienen las naciones reales o figuradas, son objeto de una masacre, porque ¿acaso los gazatíes no votaron al Hamás? La invocación del genocidio atrae más crímenes e impotencia, porque si este término es lo más degradado de la guerra, lo excepcional es la norma.  

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