Durante los últimos años escribo artículos semanales relacionados con la actualidad tanto en España como en Reino Unido, país en el que resido desde 1998, con el prisma de un emigrante.
Emigrante para España y para Reino Unido inmigrante con todo lo que ello conlleva.
Ni de aquí ni de allí. Pagando impuestos en un país en el que no tengo su nacionalidad y siguiendo de cerca todo lo que acontece en mi país de residencia, mientras escucho la radio local de mi lugar de nacimiento.
Los derechos, o falta de derechos como inmigrante se suman a las discriminaciones varias que adoptamos cuando migramos y que son una lista larguísima.
Daría para un artículo larguísimo en el que se podría explicar los salarios bajos y el tratamiento nada más llegar, la falta de promoción interna para inmigrantes en muchas industrias y los hándicaps que nos encontramos al ver que nos es más difícil entrar en quinielas para lograr ciertos roles.
Las pocas excepciones suelen darse con ciudadanos o ciudadanas migrantes que estudiaron en colleges o universidades elitistas y que se saltan las barreras puestas a los inmigrantes gracias a su estatus social…y si no que se lo pregunten al bueno de Rishi Sunak y los 529 millones de libras esterlinas que le han aupado a ser el primer Primer Ministro asiático en la historia de Reino Unido.
Asiático pero multimillonario…no nos olvidemos que los prejuicios raciales se reducen en todo el mundo según el numero de ceros en la cuenta bancaria.
Pero volviendo al tema ¿y nuestros derechos en España?, o mejor dicho, ¿por qué creemos que deberíamos tener derechos en el país del que salimos?
En muchos casos el argumento que se usará para negar cualquier ayuda o cualquier concesión se basará en si contribuimos o no a la economía del país de manera directa.
En un país de emigrantes podríamos preguntar ¿cómo contribuyeron los que salieron de España en los 50 y los 60?
Es fácil de responder y simplemente con ir a muchos de los pueblos de Asturias, Galicia o Castilla y Leon, podrían encontrar la respuesta preguntando a los que nunca emigraron.
La emigración de estas épocas y épocas anteriores mantuvieron pueblos y comarcas vivas gracias a las remesas que llegaban para mantener a las familias. La contribución sin hacerse vía impositiva, ya que no cotizaban en España, se realizaba vía transferencias bancarias. Aparte de este aporte directo a las familias también se visibiliza aun hoy con la revitalización de los pueblos durante los veranos cuando sus descendientes vuelven por vacaciones.
Aparte de estas remesas de dinero ganado con su sudor en el extranjero, el esfuerzo de esta emigración alivió el hambre y las penurias de la época saliendo empujados por estas razones del país.
España tiene una balanza de remesas deficitario, con más dinero que sale del que entra y que tiene como principal destino países en vías de desarrollo pero este es un fenómeno reciente.
En 2018 España recibió 10.864 millones de euros en remesas, lo que se traduce en un 0.9% del PIB nacional.
En 2019, en un artículo con el título: “Los emigrantes, esos ciudadanos de segunda” ya escribía: “Estos datos nos sitúan como el cuarto receptor de remesas de la Unión Europea, sólo por detrás de Francia, Alemania y Bélgica, y en términos históricos, la cifra casi se ha triplicado, desde los 4.647 millones de euros de 1999.”
En 2023, cinco años después y con una cifra posiblemente superior, el gobierno mantuvo para emigración un presupuesto de 60.5 millones de euros…la mayoría para unas ayudas muy necesarias y directas para la ciudadanía que mas lo necesita, pero que se antojan muy lejos de las remesas enviadas.
Desde 2009, en la gran oleada de emigración hacia Europa, traducida en un millón de ciudadanos y ciudadanas que salieron expulsadas por una gran crisis económica, se logró aliviar un poco la presión que existía y existe debido un número de desempleados muy superior a la media europea.
Ese millón de jóvenes y familias con su sacrificio, saliendo de un país que les negaba oportunidades, ayudaron desde el exterior y siguen ayudando a través de las remesas mencionadas y a través de aligerar el numero de parados que nuestro país tendría de haberse quedado en España.
La balanza en términos económicos justifica que el país se preocupe de su ciudadanía en el exterior e incremente los recursos que asigna a la tercera provincia de España, como es la provincia exterior.
…pero en términos democráticos y de derechos hay mucho trabajo que hacer para plasmar un tratamiento equitativo.
La emigración española somos la mejor carta de presentación de nuestro país en el exterior, y muchos y muchas trabajan para organizaciones y empresas que tienen impacto directo en nuestra economía.
Hay otra gran parte que tras un tiempo como emigrantes retornan a España con unas capacidades superiores a las que tenían cuando dejaron el país y podrán aportar con su trabajo al crecimiento de nuestra economía…si les dejan trabajar, y en algunos casos como el de mi amigo Juan, con una hija nacida y educada en Reino Unido y que, en su primera experiencia laboral, aportará su conocimiento en una consultoría en Madrid. La emigración puede cambiar de dirección.
Desde el exterior queremos sumarnos al crecimiento del país, ya sea retornando, o desde fuera…pero siempre que se nos permita y se nos valore sin olvidar los beneficios que este país de emigrantes ha obtenido durante su historia gracias a una emigración que en muchos casos fue forzosa.
En 2019 ya escribí: “Los españoles cuando llegamos al aeropuerto para emigrar, dejamos de ser españoles para los ojos de muchas instituciones, y somos un problema menos…emigrante e inmigrante suenan parecido, y se nos trata en muchos aspectos con el mismo desprecio o se nos ignora.”
Seguimos en una situación parecida y España ha de cuestionarse si la deuda histórica con la emigración se va a saldar a través de un cambio de actitud que deje de invisibilizarnos y nos haga sentir valorados.