Antonio Aguado Sánchez

Por la regeneración democrática (4)

08 de Agosto de 2024
Actualizado a las 21:36h
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Por la regeneración democrática (4)

Algo sumamente importante a regenerar democráticamente es la economía, mediante la redistribución de forma más justa de la riqueza reflejada en el PIB (Producto Interior Bruto). Mientras ésta continue tan desigualmente repartida, la regeneración de la democracia, es una frase que suena muy bien, pero sin valor por falta de contenido. La macroeconomía según dice Pedro Sánchez va muy bien “como un cohete”, pero ésta repercute sobre todo en las grandes empresas y fundamentalmente las del Ibex 35.

Sin embargo, no ocurre lo mismo con la microeconomía, que afecta a la gran masa social de nuestro país y sobre todo a los más humildes y desfavorecidos. Aparte de los dos millones y medio de personas en paro (el doble que la media de la Unión Europea), hay otro tanto que con un solo trabajo no les cubre para llegar dignamente a final de mes y poder hacerle frente a sus necesidades más básicas. Éstos han pasado a engrosar las listas de trabajadores pobres.

Si resulta que los cinco principales bancos del país, han obtenido 26.000 millones de beneficios netos durante el ejercicio 2023, pero que en realidad superan los 46.600 millones teniendo en cuenta el dinero destinado a provisiones y dotaciones, después de ingresar 85.000 millones en intereses y 24.500 millones en comisiones. Así y todo, se han dedicado a cerrar cientos de sucursales en zonas rurales, ampliamente demandadas por sus vecinos muy mayores y, despidiendo a muchos miles de trabajadores. Se les ha facilitado un negocio totalmente redondo.

Encima, desde el Gobierno se nos trató de vender como una gran panacea, el impuesto a los beneficios de la banca, cuando como era previsible y se ha demostrado, que el mismo recaería en sus clientes con la elevación de los intereses hipotecarios, comisiones, servicios prestados, etc. A todo esto, hay que añadir el ahorro que les supone no remunerar el depósito del dinero con el que operan. Esta fórmula ha sido desde hace tiempo expuesta por el Gobierno, pero lo cierto, es que, inexplicablemente aún no se ha llevado a la práctica.   

Si para el rescate de la banca se invirtió de los presupuestos del Estado más de 60.000 millones de euros y “el desconocido” M. Rajoy dijo que serían resarcidos y al final sólo lo ha sido por una insignificante cantidad de 3.500 millones. Con todas las grandes ganancias que vienen obteniendo las entidades bancarias, se tendría que aprovechar la ocasión y obligarles a éstas a devolver las ayudas recibidas. Pero sobre todo y para no seguir soportando sus arbitrariedades y extorsiones, crear una banca pública y lo mismo, en lo que respecta a una empresa energética.

La empresa multinacional española Iberdrola, compró recientemente por 5.000 millones de euros a la compañía eléctrica británica ENW y se ha hecho con su potencial de casi 5 millones de clientes, pasando a expansionar mucho más su poderío económico.

Para la defensa de la microeconomía que afecta a la clase trabajadora, se hace necesario contar con sindicatos de clase con mucho arraigo y fortaleza. Nuestro modelo sindical se ha quedado manifiestamente obsoleto, y tiene reminiscencias del antiguo sindicato vertical del franquismo, como por ejemplo la continuidad de las elecciones sindicales para elegir a los delegados de personal (antiguos enlaces sindicales durante el régimen franquista), que pasan a formar los comités de empresa en representación de sus respectivos sindicatos.

En ese sentido, es absurdo que en confrontación electoral (para regocijo de los empresarios y del sindicalismo amarillo empresarial), se enfrenten CC.OO y UGT para ver quien obtiene más representación sindical en los comités de empresas tanto públicos como privados. Eso obliga a ambas organizaciones a prácticamente paralizar durante el proceso electoral sus servicios y actividades orgánicas, y a emplear presupuestos extraordinarios para poder hacerle frente a las elecciones sindicales con un mínimo de garantías. En consecuencia, se tendría que disolver el modelo de comités de empresas y aplicar el europeo de secciones sindicales que, no contempla las elecciones sindicales y la fortaleza de los sindicatos se mide por el número de afiliados.   

Desde hace mucho tiempo CC.OO y la UGT vienen desarrollando conjuntamente la llamada unidad de acción sindical, pero para podernos dotar de un sindicato de clase realmente fuerte y representativo, tendrían que analizar la posibilidad de fusionarse ambos en una sola central sindical. Con toda probabilidad, eso redundaría en más alicientes en los trabajadores, para que se logre una mayor y necesaria afiliación sindical. Entre ambos sindicatos no cuentan siquiera con dos millones de afiliados (980.000 CC.OO y 950.000 UGT respectivamente).

Lo malo, es que al igual que los partidos políticos, los sindicatos se han convertido en especie de agencias de colocación, y sus delegados de personal se perpetúan viviendo de sus cargos, lo mismo que ocurre con los políticos profesionales.  

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