Sin-título-3.jpg

Portavozas, portavoces y viceversa

15 de Febrero de 2018
Actualizado el 02 de julio de 2024
Guardar
irene montero
Lo confieso. Cuando oí eso de “portavozas” se me abrieron las carnes. Me sonaba espantoso. Y si, como es mi caso, a ese palabro se acompaña otro que también me suena fatal, “fiscala”, noto como que me entra un patatús. Y encima el peso de la culpa: menuda feminista de pacotilla soy.Pero me sobrepuse. Que no se diga. Y no solo eso, sino que puse en práctica un ejercicio muy recomendable, el de pensar. Y resulta que la cuestión tiene muchos más perendengues que lo bien o mal que me suene a mí, que, al fin y al cabo soy poca cosa.Como han señalado muchas otras plumas antes que la mía, el término proviene de la fusión de dos palabras: el verbo “portar” y el sustantivo “voz”. Como “limpiabotas”, sin ir más lejos, a la que nadie se plantea dar la vuelta y cambiarla por “limpiabotos” –salvo, claro está, que sustituya la b por la v y varíe su significado-. Es el modo de hacer referencia a un oficio u ocupación por combinación de dos palabras. Pero, y aquí viene el íntríngulis, estas combinaciones siempre rediseñan la palabra al masculino, por más que tanto “voz” como “botas” sean femeninos. ¿Por qué? Pues, a bote pronto, me atrevería a afirmar que porque la lengua española pensaba que una ocupación u oficio, más allá de las labores domésticas –que sí se enuncian en femenino-, era propia de varones. Y también porque nuestra lengua usa el masculino como genérico, nos guste o no. Al menos de momento.Así pues, la palabreja es incorrecta, y eso es incontestable. Pero es incorrecta hoy, y quizás no lo sea mañana. Hay muchos ejemplos de palabras feminizadas que sonaban mal en principio, y a las que no solo nos hemos ido acostumbrando sino que han tomado carta de naturaleza en la Real Academia. Es lo que ha ocurrido con “presidente” y “presidenta” o con “cliente” y “clienta”, por ejemplo. Estas han adoptado sin complejos la voz femenina, y no lo han hecho otras palabras como “tenienta”, “escribienta” o “cantanta”.Viajemos en el tiempo. Imaginemos a un orador –u oradora, por supuesto- del pasado diciendo por vez primera “presidentes y presidentas”. Probablmente, le habrían puesto verde también, pero, claro, no había redes sociales ni medios digitales para dedicarse a despellejarle.En mi humilde opinión, la parlamentaria en cuestión tiene tan interiorizada la costumbre de duplicar las palabras en ambos géneros para hacer inclusivo el lenguaje, que lo pudo hacer de una manera instintiva. Y tampoco hay que darle más vueltas. Personalmente, yo hubiera preferido un neutro “quienes ejercen de portavoces” que es igual de inclusivo y chirría menos, pero allá cada cual con sus opciones. Lo que sí es innegable es que si hubiera usado el masculino genérico, “los portavoces”, hubiera restado información, como ocurre siempre que se emplea el masculino genérico. Si se alude a “las portavoces”, se está refieriendo solo a mujeres, mientras que la existencia de un solo portavoz en el grupo muda el género al masculino y nos priva del conocimiento de si en ese grupo hay mujeres o no. El supuestamente genérico “los portavoces” puede inlcuir solo hombres, pero también mujeres sin que sean nombradas. Y contra esa invisibilización es contra la que lucha el lenguaje inclusivo.No obstante, a mi juicio, no fue esto lo más llamativo. Lo realmente reprochable es que se haya utilizado esa incorrección lingüística, sea o no intencionada, para generalizar y hacer mofa y befa de un grupo de personas, las feministas –o, para ser más inclusiva, quienes se consideran feministas-. Un fenómeno que, además, no sucede con ningún otro colectivo. Seguro que a cualquiera le vienen a la memoria los deslices lingüisticos de algún político, algunos muy sonados, y no recuerda ninguna reacción del tipo “los que pertenecen a tal o cual partido son unos metepatas” –eufemismo al canto-. ¿A que no?. Porque, en otros casos, se aplica la máxima que le enseñaba a Forrest Gump su madre: “tonto es quien dice tonterías”. No imagino a la madre de Forrest diciéndole que “tonto es quien pertenece al grupo del que dice tonterías”. Y ojo, no quiero decir con eso que una u otrro sean tontos, igual valdría con cualquier otro adjetivo, pero no creo que Robert Zemeckis esté por la labor de cambiar la escena de la película para que a mí me cuadre mejor el ejemplo.Pero, como quiera que soy persona optimista, me quedaré con la parte positiva de lo que todo esto ha generado. Que no es otra que abrir el debate sobre la necesidad de visibilizar a las mujeres en el lenguaje. Porque, no hay que olvidarlo, es la herramienta que empleamos para comunicarnos y trasnmitir ideas. Y, sin duda alguna, lo que se quería transmitir es que hay mujeres que ostentan el cargo de portavoz, y eso no quedaba evidenciado si se decía “los portavoces”.Eso sí, soy optimista pero no boba. Y no se me escapa el detalle de que, mientras se pone a caer de un burro a alguien por solo pronunciar una palabra que trataba de visibilizar a las mujeres, se evita entrar en el debate más profundo sobre por qué es tan necesario visibilizarnos. Esos pequeños detalles de la brecha salarial, el techo de cristal y todo aquello que prefieren dejar para otro momento, si es que se alinean los planetas y el momento llega alguna vez. Es posible que si esas cuestiones tuvieran la prioridad que merecen, no hiciera falta hacer hincapié en el uso del lenguaje inclusivo.La lengua, como la sociedad, evoluciona. Y nadie nos asegura que el día de mañana se hable con naturalidad de “portavozas” como hoy se habla de “la vicepresidenta”. Habrá que esperar. Eso sí, mientras, prefiero quedarme con eso de “quienes ostentan el cargo de protavoz” que, aunque sea largo, ni me suena mal ni puede escandalizar a nadie porque es perfectamente correcto diccionario en mano.Ya saben, la vida es una caja de bombones. Y si hoy nos tocó el de chocolate, tal vez mañana nos toque el de licor. 
Lo + leído