Traducción de Bryan Vargas Reyes
Los resultados de las últimas elecciones exigen una lectura que vaya más allá de la espuma de los resultados. La rotunda victoria de la derecha y extrema-derecha (133 de los 230 diputados en el parlamento) con la extrema derecha siendo uno de los partidos más grandes de Europa en un país que hasta unos meses atrás era gobernado por el Partido Socialista con mayoría absoluta en el parlamento. Propongo tres reflexiones: la no-democracia; lo no-nacional; lo no-presente.
La no-democracia es el conjunto de factores que, no estando sometidos al escrutinio democrático, influyen significativamente en los procesos políticos y, sobre todo, electorales. Son los elefantes en la habitación. El sistema judicial es la causa próxima de algunas crisis políticas recientes. Es importante comprobar si no se están produciendo casos de lawfare en Portugal, como ha ocurrido en otros países. Se trata de la utilización del sistema judicial, no para investigar delitos, sino para neutralizar a los adversarios políticos. Esta nueva arma se ha utilizado preferentemente contra políticos de izquierda y se basa en la utilización política de la lucha contra la corrupción. El segundo elefante son los medios de comunicación. Sin cuestionar el servicio público fundamental de los medios de comunicación, sólo podemos reconocer que en los últimos veinte años se ha producido un giro a la derecha en el tratamiento de las noticias y en los comentarios políticos. La forma en que se ha tratado la cuestión de la TAP (la aerolínea estatal portuguesa) en los últimos años y la de las urgencias hospitalarias en los últimos meses (retrasos, falta de médicos) son ejemplos en este sentido. El detalle repetitivo y espectacularizado de los casos, más que informar a la ciudadanía, tenía como objetivo desgastar al Gobierno. El tercer elefante son las redes sociales, que han sido utilizadas principalmente por Chega e Iniciativa Liberal (los dos partidos de ultraderecha) para crear polarización social, convirtiendo a los adversarios políticos a los que hay que enfrentarse, en enemigos a los que hay que destruir. Una lógica tribal ávida de adhesión y reacia a la confrontación de los hechos crea la destrucción voraz de lo que está en vigor de forma dominante, sin interesarse de qué (y cómo) construir para sustituirlo.
Lo no-nacional es el componente de los intereses globalmente organizados que interfieren activamente en los procesos políticos de los diferentes países seleccionados para la intervención según estrategias globales. La intervención en redes, la financiación de partidos de extrema derecha o ultraderecha y de supuestos institutos de investigación, pero en realidad think tanks y centros de comunicación estratégica, son algunos de los mecanismos de injerencia. La Atlas Network (antes Atlas Economic Research Foundation) es uno de los agentes globales más conocidos, una agencia no gubernamental con sede en Estados Unidos que “proporciona formación, contactos y financiación a grupos libertarios, pro-libre mercado y conservadores de todo el mundo”. La internacional ultraconservadora pretende convertir a Europa en aliada incondicional de Estados Unidos, crear pánico antirruso para justificar inversiones armamentísticas a costa de políticas sociales y medioambientales, y frenar a China.
El no-presente es la forma en que la memoria de un pueblo es tratada, valorizada o manipulada para producir resultados políticos concretos. En Portugal, esta memoria se basa en tres pilares, cada uno con su propia temporalidad. El primer pilar es la memoria de la revolución del 25 de abril de 1974, cuyo cincuentenario celebramos este año. Los portugueses consideran el 25 de abril como el acto fundacional de la modernidad en la que viven hoy. En Portugal, la democracia no es todavía un régimen formal emocionalmente neutro o pragmáticamente desechable. A pesar de todas sus limitaciones, evaluar a los políticos y votar es la manifestación de un poder existencial que, aunque a menudo frustrado en sus expectativas, todavía no se ha convertido en una frustración colectiva. Los millones de portugueses que votaron por primera vez en 1976 están vivos y coleando. Esta emoción fundadora ha sido agresivamente manipulada por Chega, pero, contradictoriamente, Chega se alimenta de ella, llevando a los colegios electorales a muchos ciudadanos que no creen en la democracia (la más baja tasa de abstención en muchos años). El voto de protesta es un voto tan democrático como cualquier otro. Los empresarios que están detrás lo utilizan para destruir la democracia.
El segundo pilar en la memoria de los portugueses es la crisis existencial de 2011 con el colapso financiero: la tutela de la Troika (Comisión Europea, Fondo Monetario Internacional y Banco central Europeo) y de un Gobierno de derechas para el que la austeridad impuesta externamente a los trabajadores y a la clase media no era suficiente y tenía que empeorar aún más por iniciativa propia. Trabajadores y pensionistas, jóvenes y mayores, recuerdan lo que ocurrió entonces. Lo que fluyó por el carril de la memoria no fueron sólo los recortes de las pensiones, la pérdida de derechos laborales, la pobreza abrupta y la desigualdad con que se distribuyó el sufrimiento entre las distintas clases sociales. Fue sobre todo la herida a la soberanía y a la autoestima de un pueblo que se había liberado de la pesadilla colonial para abrazar poco después el sueño europeo, y que ahora veía ese sueño convertido en una nueva pesadilla (muchos recuerdan los términos colonialistas utilizados por los periódicos alemanes e ingleses para referirse a Portugal y a los portugueses). Era también la destrucción de una materialidad muy concreta en forma de aumento del bienestar que las clases trabajadoras venían experimentando desde hacía sólo tres o cuatro generaciones. Las fuerzas de derecha se aferraron a este recuerdo y durante la campaña electoral hicieron todo lo posible por revivirlo (el campeón de la austeridad, Passos Coelho, en campaña). El éxito rotundo que estaba a su alcance se les ha escapado (la derecha moderada en cabeza de Alianza Democrática (AD), terminó casi empatada con el Partido Socialista). Menos visible por ahora es que la derecha moderada pensó que respetando la primera memoria (la del 25 de abril) podría descalificar la de 2011. Con la misma certeza que rechazaron a Chega, aceptaron la Iniciativa Liberal (IL), cuyo programa electoral es mucho más aterrador que el de Chega en términos sociales. Si Chega representa la destrucción política del 25 de abril, IL representa la destrucción socioeconómica del 25 de abril. Su programa es una versión del paradigma ultraliberal de Friedrich Hayek y Ludwig von Mises, ridiculizado en los años 30 y rehabilitado cuarenta años después en el Chile del dictador Augusto Pinochet (1973). El programa de IL significa la privatización de todo lo que se mueve y puede generar beneficios. Los dirigentes y votantes de IL profesan la democracia, pero tal vez ni siquiera se dan cuenta de que su programa es inaplicable en una democracia. No puede decirse lo mismo de sus mentores. Hayek admitió el colapso de la democracia como un daño colateral de sus políticas económicas, cuya aplicación fue con mucho la más importante. En 1977 escribió al diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung para protestar por las injustas críticas del periódico al régimen de Pinochet en Chile; consideraba que el Chile de Pinochet era un milagro político y económico y arremetía contra Amnistía Internacional, considerándola "un arma para difamar la política internacional".
El tercer pilar de la memoria portuguesa se refiere a la actuación del gobierno durante la pandemia de coronavirus. Fue una actuación excelente con la articulación ejemplar entre políticos, profesionales de la salud y ciudadanos conscientes de la gravedad de la emergencia de salud pública. Se salvaron vidas que se habían perdido en otros países más ricos. Esta memoria fue devaluada y el gobierno que la hizo posible dilapidó el capital de confianza que se había ganado al no compensar adecuadamente los enormes sacrificios realizados por el Servicio Nacional de Salud (SNS) en un contexto en el que la sanidad privada desapareció como por arte de magia. Si al día siguiente del final de la pandemia el Gobierno hubiera aumentado un 100% los salarios de todos los profesionales del SNS, el pueblo portugués le habría ovacionado.
Con la excepción del Partido Comunista, los pequeños partidos de izquierda a la izquierda del Partido Socialista mantuvieron su electorado y uno de ellos, el Livre, ecologista y europeísta, creció de uno a cuatro diputados. No es probable que la derecha moderada haga una coalición con la extrema-derecha de Chega. En ese caso Portugal será gobernado por un gobierno minoritario. Se prevé un periodo de instabilidad política.