Un año más se celebra ese evento esperpéntico y panfletario donde los niños mimados del sector audiovisual, subvencionados hasta las trancas y ataviados cual payasos de circo, sacan a relucir sus clásicos slogans antifascistas y eco sostenibles para agradar a las autoridades y seguir chupando del bote.
Todos de uniforme. Todos sonrientes. Posando para la foto, siguiendo el guión, sin un fallo, sin un despiste, sin nada que pueda poner en peligro las suculentas tajadas de dinero público que justifican su miserable existencia.
Discursitos solidarios, argot inclusivo, hipocresía naif y un sinfín de clichés (marca de la casa) cada cual más ridículo que el anterior. En esta edición las consignas de moda han sido "Por una vivienda digna" "Paz para Palestina" y "paremos el cambio climático"
Hace años que la industria del cine Español (salvo raras excepciones) es una cloaca, dirigida por una secta de paniaguados al servicio del sistema cuyo único propósito es el de esquilmar al contribuyente para crear películas infumables con las que atontar los cerebros de aquellos incautos que deciden invertir su tiempo y su dinero en semejante bazofia.
No existe un sector más deficitario en todo el panorama nacional, pero al estado Español le interesa mucho mantener a estos parásitos institucionales pues son el ejemplo perfecto de subvención a cambio de sumisión, valores estandarte de la posmodernidad inclusiva y resiliente que pretenden implementar.
Desde aquí abogo por un nuevo cine independiente, un cine de verdad, libre, soberano e irreverente, sin politizar, sin subvencionar, sin manipular.
Un cine hecho con agallas, que ataque a los poderes derechosos e izquierdosos por igual, que denuncie a este sistema podrido y que se atreva a destapar toda la morralla que hay bajo las alcantarillas del poder.
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