Se acercan las ocho de la tarde y, como siempre en estos casos, apenas si hay asistentes. El administrador y la presidenta de la Comunidad esperan pacientes, de pie, en una sala que, como es habitual les ha prestado la asociación de vecinos, a que vayan entrando los propietarios. Algunos, los menos, llevan ya un rato charlando en la calle, sobre sus cosas. La cita para el médico de cabecera que ha sido dada para dentro de siete días, la operación para cauterizar una herida en la pierna que lleva abierta un año y no cicatriza y que, después de seis meses, aún no saben cuándo les van a llamar, la cita para una colonoscopia que se ha tenido que hacer por lo privado porque en la Seguridad Social, le dieron fecha para dentro de un año y cuatro meses,… cada uno de los vecinos, ancianos ya la mayoría, exponen sus dolencias y sus quejas a los demás porque es la única forma que encuentran de amortiguar la sensación de que nadie les hace caso, de que están dejados de la mano de dios y de que a nadie le importa si viven, mueren o lo que es peor, si las pasan canutas para arrastrar sus vidas hasta el fin de mes.
Llegan las ocho y cuarto y la gente, comienza a acomodarse en las sillas puestas en semicírculo alrededor de una mesa en la que ya están sentados, la presidenta, el administrador y la vicepresidenta de la comunidad. Aún no hay quorum y deben esperar hasta y media. La sala es un enorme murmullo de conversaciones inconexas. Los de la calle, siguen contando desgracias de citas médicas. Otros, han comenzado a despotricar contra el ayuntamiento que no barre, que no recoge la basura que hay entre los contenedores ni retira la mierda de las papeleras. La culpa es de los moros, dicen. Cada corrillo es un clamor y algunos están a dos conversaciones aunque no se enteren realmente de ninguna. Uno de los vecinos, un chaval joven que lleva un pendiente en la oreja y un aro en la nariz y que tiene colgada la bandera arcoíris de la ventana, lo que ya le ha costado alguna que otra discusión con varios de los vecinos que se quejan de las citas médicas, le ha espetado así a bocajarro, al que se estaba quejando de la limpieza vial “si no quieres que haya mierda diles a los de tu partido que son los que gobiernan en la ciudad, que inviertan en el servicio público”. Y además le ha dicho que no es culpa de los migrantes y que, para que no haya mierda entre los contenedores, lo que hay que hacer es molestarse en meter la bolsa dentro de los cubos y no dejarla como hace él entre el contender del vidrio y el del papel. Todo por no cruzar la calle. La cosa empieza a caldearse. Todos contra el gay. El administrador interrumpe bruscamente. Señores, son las ocho y media y acaban de entrar dos vecinos más. Ya tenemos quorum. Comenzamos la reunión conforme al único punto del día: «actuaciones contra el propietario de la vivienda del tercero C, que lleva sin pagar comunidad cinco años y con desperfectos dentro del piso que están mojando a los vecinos del segundo y del primero que se niegan a reparar»
La vivienda en cuestión, lleva vacía tres años. Fue adquirida por un matrimonio joven. Cuando llegó la crisis del 2008 y él se quedó sin trabajo, dos años después, comenzaron los problemas. Ya habían pagado casi la mitad del piso y sin embargo, no pudiendo hacerse cargo de las cuotas de la hipoteca, el banco acabó desahuciándolos. Eso sucedió en el 2016. Hasta el último día, el matrimonio, a pesar de las dificultades estuvo pagando la cuota de la Comunidad. Desde que el banco se quedó con el piso, no solo no pagan los servicios comunitarios, sino que tampoco se han hecho cargo de las derramas correspondientes para poner ascensor. Un ascensor reclamado por el vecino del sexto “A”, al que la ley amparaba. En 2017, una pareja con tres niños, taladro en mano, reventaron el bombín de la puerta, cambiaron la cerradura y se metieron en el piso. Aunque no pagaban comunidad, contribuían con la misma en la limpieza de la escalera y nunca tuvieron ningún problema con nadie, salvo con el elemento que se estaba quejando al comenzar la reunión de la suciedad del barrio, que no les tragaba, simplemente porque habían ocupado la casa. Acabó yendo al banco a informar de que en su piso había inquilinos no deseados. Un año después, cinco furgones de la policía desalojaban a los últimos habitantes del tercero “B”. En el desalojo, reventaron la puerta y el cerco de la pared lo que acabó dañando una de las tuberías de agua de la vivienda. No es muy grave pero, gota a gota y durante tres años ha acabado produciendo una gran mancha en la pared que acabó mojando primero al vecino del segundo y que ya llega al del primero. El banco no solo se ha desentendido de la avería, sino que ni siquiera deja entrar a la Comunidad para que un perito valore el problema, los daños y el coste de la reparación.
Lo que hoy tienen que votar es si llevan a juicio al banco, no sólo para que pague los cinco años que debe de comunidad sino para que repare e indemnice a los vecinos y a la comunidad por la avería del agua y la derrama del ascensor. Un abogado les ha dicho que está complicado que ganen el juicio y que lo mejor sería volver a forzar la cerradura, entrar, reparar la avería y dejar las cosas como están porque los bancos no son propietarios al uso y la ley les ampara.
La mayor parte de los vecinos están indignados con lo que cuenta el administrador. No se lo creen y deciden llevar al banco al juzgado.
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preOKUPAdos
Cada vez que se acerca un proceso electoral, vuelven a los medios de incomunicación, adoctrinamiento, difusión de bulos y del catecismo del hijoputismo con las desinformaciones sobre ocupación. Nadie se va a la compra, ni de vacaciones y le ocupan la casa. La mayor parte de lo que ahora los medios vendidos al capital de las anunciantes de alarmas llaman okupas, son inquilinos con problemas para pagar el alquiler. En España hay más de 100 desahucios al día. De ellos, casi 85 de las familias desalojadas son forzadas a malvivir en albergues municipales dónde la libertad de movimiento y de costumbres está muy restringida (casi como una cárcel con un tercer grado).
El movimiento desocupa no es un servicio público. Son una banda de tarados fascistas que utilizan métodos digamos poco ortodoxos para obligar a que la gente se vaya, por la fuerza, de sus hogares.
En realidad, como decía el otro día @jonatanmartinez en este extraordinario artículo en Nació digital, con toda esta morralla sobre ocupaciones inexistentes, están saltando por encima de otros muchos problemas más graves de la sociedad como la degradación de los derechos laborales, el saqueo perpetuo de los servicios sanitarios hasta convertir la sanidad universal en una tirita con la que pretenden cerrar una herida que necesitaría de diez o doce puntos de sutura, o la mengua permanente y constante de las libertades públicas como ha ocurrido en Madrid hace tres días, cuando la policía desalojó a los sanitarios concentrados en una vía pública (la plaza de Felipe II) porque allí iba a dar un mitin con pinganillo la discapacitada que preside la CAM.
Ya saben ustedes, que no veo televisión, y mucho menos noticiarios, programas de falso debate, ni pretendidos reportajes de investigación que al final sólo son uno más de las falacias televisivas para adoctrinar. A veces, por estar fuera de casa o porque tampoco es cuestión de imponer un régimen totalitario en el hogar, se cuelan las cabeceras de alguno de esos deformativos que sólo difunden fakes news. Bien. Pues uno de esos días, el telediario de La 1, hablaban sobre el cambio climático y el locutor, sin ponerse colorado, decía que no está demostrado que sea por efecto de la acción del hombre. En otra cadena, se conectaba en directo con la manifestación fascista de desocupa en la que dejaban claro que los bárbaros que llevan esvásticas tatuadas eran los buenos y los vecinos que apoyaban a los de la Bonanova en Barcelona, los malos. Si uno se fija en la facturación de las empresas que venden miedo camuflado de alarmas, se entiende todo mejor: 4.431 millones de euros el año pasado. Nada nuevo bajo el sol.
Hay una pintada vista en las redes que dice que si votar sirviera para algo, estaría prohibido. Parece evidente que el voto sirve más bien poco cuando quienes se presentan a las elecciones lo hacen no para ayudar al ciudadano sino para proteger los intereses de quién les puede gestionar las sillas en consejos de administración en el futuro. No obstante, parece que los propios ciudadanos tienen las ideas poco claras y no ven más allá de sus propias narices. No hace mucho, en una de esas manifestaciones multitudinarias en Madrid a favor de la sanidad pública (500.000 personas según los organizadores) presencié una trifulca entre dos personas que estaban en la misma manifestación. Uno gritaba consignas contra el PP y el PSOE, responsables ambos de que las cosas estén como están y cómplices ambos por imponer la ley 15/97 y por negarse a derogarla. El otro le echaba en cara que se metiera con el PP, como si el destrozo de la sanidad madrileña fuera consecuencia del infortunio, de las hadas o de Gárgamel. Para más escarnio, el que afeaba los gritos contra el PP, le decía al otro que era un fascista y que a él no le iba a dar lecciones nadie porque había corrido delante de los grises.
¿Cómo vamos a cambiar las cosas, cómo vamos a proteger la sanidad, la educación o las pensiones, los derechos laborales o las libertades individuales si no somos capaces de asimilar que las acciones tienen consecuencias y que quizá votar no sirva para nada, pero que hacerlo por estas formaciones que lo único que pretenden es que el R39 siga vivo, que están llenas de trepas, gentuza, comisionistas, sinvergüenzas varios y jetas sin escrúpulos es sentenciar a muerte a la sanidad, la educación, apostar por más policía, más violencia, más armas, menos derechos, más pobreza general y más gente que se queda por el camino como los que no pueden pagar las hipotecas, los alquileres o no pueden comer pescado, fruta o productos frescos porque no tienen cómo pagarlo. Siempre hay presupuesto para mandar tanques y regalar misiles para la guerra de USA contra Rusia en Ucrania. Siempre hay presupuesto para la Casa Real, el ejército o la iglesia. Siempre hay presupuesto para pagar Castores y chapuzas varias de los capos o para salvar de la ruina al equipo de fútbol de la localidad. Pero nunca parece haberlo para sanidad, educación, pensiones o para que la gente no se quede sin casa y tirados en una cuneta.
Que la política profesional es un nido de ratas lo demuestra que en estas elecciones del 28 de mayo, se debería estar hablando de política municipal, de los problemas de cada comunidad autónoma como la sanidad, transferida y que está en extinción en todas y cada una de las comunidades. Se debería estar hablado de agua y del problema de sobreexplotar acuíferos subterráneos, de que no se pueden regar desiertos, ni realizar desafortunadas obras faraónicas para hacer playas artificiales, ni en Azuqueca de Henares ni en Extremadura, ni secar Doñana o las Tablas de Daimiel para sembrar aguacates, ni reventar olivos para sustituirlos por placas solares, ni tener campos de golf en un país con una deficiencia hídrica importante, ni mantener un turismo que produce cientos de toneladas de C02 y que apenas da trabajo y el que da es de mala calidad, mal pagado y explotador. Y sin embargo, se sigue hablando de lo de siempre: ETA, Venezuela y tú más.
Con todo, lo peor es que a la gente, esa que le calienta la cabeza del vecino con la cita para el dermatólogo para el 14 de enero de 2024, la de la cita en el ambulatorio para siete días después de que estés con fiebre y dolor abdominal, la que tiene tres hijos viviendo en casa porque les quitaron los pisos los bancos, las que viven del subsidio para parados mayores de 55 años, las que tienen que ir cada quince días a Cáritas a por comida gratis, la que no puede encender la calefacción en invierno porque no puede pagar el exorbitado recibo de la luz, deciden más a quién van a votar por ETA o Venezuela que por la promesa de arreglar la sanidad y volver a tener derechos laborales. Y para colmo, los que deberían salvarnos, se dedican a la estupidez de reclamar más gordos en el Congreso o proponer una ley que saben que no llegará a nada contra las excesivas ganancias de la banca o la creación de un supermercado público. Todo ocurrencias para no proponer lo que deben: la nacionalización de la banca, de las eléctricas y la eliminación de los intermediarios que trafican con productos de primera necesidad y que quintuplican los precios entre el productor y el consumidor.
Bienaventurados los pobres de espíritu, bienaventurados los que callan porque son los que salvan al sistema.
¡Viva el vino, las terrazas y la cerveza fría y que les den a los agoreros del cambio climático y el decrecimiento!
Circulen...
Salud, feminismo, decrecimiento, ecología, república y más escuelas públicas y laicas.