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Prestige: 22 años después del desastre

15 de Diciembre de 2024
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PRESTIGE

Hace 22 años, un funesto 13 de noviembre de 2002, se produjo el mayor desastre ecológico de la historia de Galicia. Una terrible noche de temporal, el petrolero monocasco Prestige sufrió una vía de agua cuando navegaba a 28 millas (52 kilómetros) del cabo Fisterra. Las autoridades españolas comenzaron un rocambolesco periplo remolcando el barco hasta que se partió en dos el día 19 de noviembre.

Como consecuencia de ello, llegaron a las costas gallegas varias decenas de miles de toneladas de fuel oil (chapapote), que luego se extendieron por toda la costa cantábrica y el sur de Francia, produciendo una de las mayores mareas negras de la historia. Las olas de fuel y muerte batieron contra los acantilados de la Costa da Morte, contra las Islas Cíes y Ons, contra las enormes y solitarias playas desde A Lanzada hasta Nemiña.

Ante la incompetencia y la falta de medios de la Xunta y el Gobierno central, cientos de marineros se lanzaron a defender las rías, pescando con sus redes y sus propias manos el chapapote. La sociedad civil autoorganizada - ¿nos recuerda a algo reciente? -, las cofradías de pescadores, las mariscadoras, las asociaciones, fueron las que dieron respuesta a la catástrofe ante la incomparecencia de las autoridades.

Se generó también una ola de solidaridad en todo el Estado y en muchos países, acudiendo miles de personas voluntarias: una marea blanca frente a la marea negra, para limpiar de chapapote las costas gallegas, trabajando durante varios meses. Fueron días de lágrimas y dolor, de mentiras y rabia que despertaron en el pueblo gallego una oleada de indignación que anegó la plaza del Obradoiro seis veces en la histórica manifestación del 1 de diciembre de 2002.

200.000 paraguas repitieron como un eco la frase mágica ‘Nunca Máis’. Orgullo y dignidad, vestidas de negro y azul, de un pueblo que gritaba ‘basta’ a la burla negra de desastres ecológicos que periódicamente azotaban las costas gallegas. Polycommander, Urquiola, Andros Patria, Casón, Mar Egeo, la lista de la infamia, nombres clavados en nuestra memoria colectiva como el chapapote en las rocas. Ocho de los trece mayores accidentes con vertidos de petróleo en las últimas seis décadas se han producido en las costas de Galicia.

La movilización de la sociedad gallega, articulada en la amplia plataforma Nunca Máis llegó hasta la Puerta del Sol, con una enorme marcha hacia Madrid para exigir justicia, respeto y reparación. Hartos de los “hilillos de plastilina” y las “playas espléndidas”.

22 años después los efectos del vertido del Prestige todavía están presentes en la Costa da Morte, pudiéndose observar todavía a simple vista. Aún queda chapapote bajo la arena. Nos encontramos ante otra prueba más de cómo, cuando se produce un gran desastre ecológico, sus efectos perduran durante años o incluso décadas.

Conviene recordar que el 70 % del transporte marítimo europeo pasa frente a Galicia, unos 40.000 barcos al año, y aproximadamente uno de cada tres (38 al día) transporta mercancías peligrosas, además de su combustible. Recordemos el accidente del quimiquero Blue Star en la Ría de Ares el año pasado.

Es evidente que es necesario mejorar la coordinación de medios operativos permanentes y unidades de vigilancia marítima, así como el aumento de la cantidad y calidad de las inspecciones de los buques que atracan en el litoral de Galicia. Que hay pequeños Prestige diarios, en forma de sentinas. Que tenemos, también, que romper con este modelo dependiente del petróleo, cuyas desgraciadas consecuencias para el planeta conocemos. Pero, sobre todo, recordar la ola de solidaridad, la marea blanca que supliendo la carencia de medios con la fuerza de la ilusión fue quien de enfrentarse a gran mancha negra mientras el Gobierno, ausente, seguía negando su existencia. Deben tenerse siempre presentes estas imágenes, hacer memoria de esta tragedia, pero también de esta lucha, para que un desastre así no vuelva a repetirse nunca máis.

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