Un día cualquiera de nuestro tiempo en cualquier lugar del planeta. Si prestamos solo un poco de atención a lo que acontece a nuestro alrededor, próximo y lejano, nos alarma, nos atormenta, nos asusta y, en algunos casos, nos da miedo.
Nos preguntamos por qué nos ha tocado a nosotros vivir estos momentos, y no tenemos respuesta. Parecía que todo iba bien, al menos es lo que parecía, pero ahora empezamos a ver que no es así. Acontecen desastres naturales que provocan mucho dolor y sufrimiento. Esto ha ocurrido siempre a lo largo de la vida, y también surgen conflictos fruto de luchas étnicas, religiosas, económicas, políticas, que también han existido siempre, aunque no lo tengamos presente. Nuestra vida, a nivel individual y colectivo, cada día es más difícil de sobrellevar, nos afecta, nos debilita como personas.
Creíamos que habíamos llegado a un punto en nuestra civilización donde todo esto lo teníamos controlado. Pero no. Nuestra memoria es limitada, no sé si consciente o inconscientemente. Quizá no lo queremos recordar para autoprotegernos, pero nuestro destino, como civilización, es colapsar. No seremos los primeros, sino los siguientes en una larga lista de civilizaciones que nacieron, crecieron, tuvieron su máximo esplendor, tuvieron una época de decadencia y acabaron desapareciendo. Y no es una “intuición”, está documentada.
En mi opinión, nos encontramos en la fase de decadencia de la nuestra. Otros creen que estamos todavía en una fase de expansión, basándose en la innovación tecnológica, la inteligencia artificial, etc., pero creo precisamente que esto va a ser el acelerador de nuestro colapso. Podría decirse que vamos a morir de éxito.
Hemos llegado a un punto en que, colectivamente, creíamos haber alcanzado el control de la naturaleza, la habíamos dominado, y empezamos a ver que no es cierto.
Por otro lado, la convivencia humana se ha deteriorado. El neoliberalismo económico salvaje, la geopolítica invasora, el feudalismo contemporáneo, el pensamiento cautivo, en definitiva, el individualismo y el egoísmo hacen difícil la convivencia, y sin ella no hay proyecto común posible. Estamos cada vez más lejos de la moral y la ética de Kant y del contrato social de Rousseau.
La demostración de todo ello lo vemos cada día en el genocidio de Gaza, la guerra de Ucrania cada vez más cerca de una guerra total, las guerras fratricidas en el Sahel, las luchas hegemónicas entre las grandes potencias, la usurpación del poder del pueblo, el sometimiento a la pobreza secular de los países ricos en recursos como el tercer mundo en beneficio de Occidente.
¿Y mientras todo esto ocurre, qué hacemos nosotros? ¿Nada, y por qué? Porque no podemos hacer nada. El mundo está en manos de unos pocos que en lo último que piensan es en “nosotros”.
Por ello, aunque podamos tener espíritu de lucha, de orgullo, de buenas intenciones, estamos abocados irremediablemente a colapsar, a pesar de la experiencia, del conocimiento. Está por ver cuando y de qué manera va a ocurrir. Lo siento.