19 de Octubre de 2019
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Hace una semana ya que desayunábamos con el jaleo de lo de Huévar, un pueblecito sevillano en el que el PSOE podría haber comprado votos entre los vecinos para mantener la alcaldía. Apenas unos días después, el escándalo se extendía a Granada, donde el candidato de Vegas del Genil le ofreció un puesto de trabajo a un vecino con la condición de que sólo se lo daría si ganaba las elecciones. He de reconocer que por mucho que me pueda molestar, estas cosas lamentablemente ya no me sorprenden. A alguien de fuera de Andalucía o a algún urbanita que no haya pisado un pueblo en su vida, lo mismo esto le extrañará, pero a la mayoría estas cosas ni nos hacen pestañear. Y es que el drama de Andalucía está normalizado y sigue siendo el mismo desde hace muchísimo tiempo, pues hoy como ayer, el motivo principal de nuestra desgracia señala directamente a ese sistema de oligarquía y caciquismo sobre el que ya teorizó Joaquín Costa hace más de un siglo.Porque sí. Los caciques hoy siguen existiendo en la Andalucía rural, aunque en algunos casos estos hayan cambiado un poco la fachada, y en vez de controlar todos los resortes de poder del municipio a través de la tierra, lo hagan por las redes clientelares que les permite el carné del partido. Y esto es así y ocurre ante los ojos de cualquiera que no sea ciego. Porque los dos casos que les he descrito no es que no sean extraños, sino que incluso me atrevería a decir que son la norma en el modo de funcionamiento de un partido, que pese a haber perdido las últimas elecciones andaluzas, mantiene un poder incontestable en las zonas rurales de una región con hambre de trabajo y en la que los ayuntamientos son a veces los principales proveedores de empleo.Fíjense si no en lo ocurrido esta misma semana en Los Palacios y Villafranca -también en Sevilla-, donde en un pleno del ayuntamiento, el alcalde Juan Manuel Valle (IU), hizo público que el portavoz local del PSOE había pasado de la noche a la mañana de ser asesor experto de la Consejería de Turismo a serlo de Hacienda en Diputación por un sueldo que sonrojaría a cualquiera. Y es que el que vale, vale, aunque no tenga siquiera una mínima formación en ninguno de estos dos campos y se sea en realidad un periodista que jamás ejerció su profesión. Porque eso importa poco cuando se tienen padrinos y uno se ha criado en la tradición del PSOE palaciego, un partido que -por cierto- dejó al pueblo como el más endeudado de toda España, y en el que el archivo municipal ardió como por arte de magia, justo cuando la Fiscalía investigaba la labor de los gobiernos socialistas.Y es que en Andalucía se valora mucho la amistad y por eso no se es nadie sin amigos. Y el PSOE lo sabe y lo explota, porque claro, ellos son el partido de la gente y por eso también -como la gente- son muy de hacer favores. Porque, ¿Cómo le van a negar a la empresa de un amigo -que además es dueño de una televisión local en San Juan del Puerto-, un alojamiento empresarial gratuito financiado por la Junta para otra de sus empresas aunque el tipo estuviese muchos más años de lo permitido en el local?, ¿O cómo iban a pedir que fuese a su puesto de trabajo en un chiringuito de Diputación al alcalde de Morón, al que la Cámara de Cuentas ya señaló por llevarse un sueldo público de esa entidad sin que constasen indicios de que hubiese ejecutado función alguna durante todo un año?, ¿O cómo iban a dejar en la calle a los miles de enchufados en la administración paralela al que ni el PP se atreve a meter mano?... Bueno, la lista es larga y tampoco es cuestión de aburrirles. Mejor lo olvidan y cuando lleguen las próximas elecciones les vuelven a votar, porque ¿Quién tiene tiempo de preocuparse de estas tonterías con los tiempos que corren y con lo que está pasando en Cataluña?
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