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El Punk: el grito que la sociedad necesita en la Era Trump

09 de Abril de 2025
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Los Sex Pistols escupieron su último concierto como un acto fallido, pero para las cinco mil almas apiñadas en el Winterland Ballroom de San Francisco, aquella noche fue el fin del mundo. No por los panfletos evangélicos que advertían: «Hay un John Lydon —más conocido como Johnny Rotten, cantante de los Sex Pistols— en cada uno de nosotros… ¡y debe ser crucificado!». La crucifixión ya era vieja noticia: Rotten llevaba años colgado en las portadas de los diarios como un mártir del escándalo.

El punk murió en Londres cuando los medios lo convirtieron en atracción turística. Pero ¿acaso no nació como una sociedad secreta? No para guardar un misterio, sino para destrozarlo. Para creer, aunque fuera por un segundo, que había algo más que esta mierda de realidad controlada por Trump, por los algoritmos, por el miedo. Cuando el punk se volvió ideología, cuando la rebeldía se puso precio, lo enterraron en el libro de historia.

Pero en los suburbios de Estados Unidos, en habitaciones de adolescentes, en clubes clandestinos, el virus seguía vivo. No era solo por los discos piratas de «Anarchy in the UK» a 10 dólares la copia, ni por las fotos de chavales londinenses rajándose las mejillas con navajas. Era porque el punk era la única verdad sin filtros: un espejo roto donde mirarse y ver, por fin, la propia cara.

«La escena original estaba hecha de gente que transmitía información misteriosa», dijo un tipo en Los Ángeles. Esa información era simple: «No tienes que obedecer». Joe Strummer, guitarrista, lo gritó en el 76: «¡Díganme qué cojones hacen aquí!». Hoy, en la era de Trump, de la vigilancia, de la polarización comprada, la pregunta vuelve a arder. ¿Por qué aceptamos este teatro? ¿Por qué nos creemos que no hay alternativa?»

Strummer dejó su banda de covers para fundar The Clash después de ver a los Pistols: «Ayer era un perdedor. Hoy soy un rey». The Slits, cuatro chicas que no sabían tocar subieron a un escenario a gritar «Que te den» y fue más revolucionario que cualquier discurso político. Era el sonido de la gente descubriendo su poder.

Hoy necesitamos ese grito. No nostalgia, no camisetas de «Anarchy» en H&M. Necesitamos el punk que despierte a esta sociedad adormecida, que le recuerde que Trump, los algoritmos, las guerras, los bancos, son papel mojado si la gente decide que lo son.

El secreto del punk nunca fue la música. Fue darse cuenta de que el emperador está desnudo… y reírse en su cara.

— ¿Has visto a los Sex Pistols?
— No. ¿Qué son?
— Algo completamente nuevo.

Siempre lo es. Cada vez que alguien elige no tener miedo.

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