Julián Molina Illán

¿Qué es el Socialismo? Pasado, presente y futuro

21 de Enero de 2023
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Socialismo democrático; principios y valores

La historia del Socialismo es larga y compleja. A mediados del siglo XIX Engels descalificó el Socialismo de Saint-Simon, Fourier u Owen llamándolo utópico (en referencia a la Utopía de Tomás Moro), al plantear estos autores un modelo de estado colectivista e igualitario, una especie de Arcadia feliz, sin explicar los motores del cambio social o la organización necesaria para realizarlos. A la luz del naciente Positivismo, Marx y Engels llamaron a sus propuestas Socialismo Científico, o Marxismo, entendiendo que era la Lucha de Clases el motor del cambio y la herramienta de análisis, el Materialismo Histórico. En 1919, tras el triunfo de la Revolución Soviética se impuso un posicionamiento mundial al respecto y surgió la Tercera Internacional, separándose claramente el Comunismo (radical y prosoviético) del Socialismo (moderado y democrático). A partir de aquí surgen distintas facciones del Comunismo que no interesan en este artículo.

El auge de la Socialdemocracia se produce con la imposición paulatina de las democracias en el mundo. La Socialdemocracia no es una versión blanda del Socialismo, como algunos creen, sino la versión parlamentaria y consensuada del Socialismo que, como no puede ser de otro modo, se produce cuando hay elecciones y hay que gobernar un pueblo con un conglomerado de ideologías, o más aún, cuando hay que gobernar en coalición. En este caso, el Socialismo teórico que se escribe en un papel, debe ser reescrito socialdemocráticamente en el papel de la realidad (¡ojo!, esto no significa que el Socialismo teórico sea irreal, sino sesgado). A partir de esta Tercera Internacional ya no cabe hablar de Socialismo sino como un sistema corrector del Capitalismo (no una alternativa al Capitalismo), absolutamente democrático e inmerso en la Economía de Mercado. Claro que hay problemas de nomenclatura cuando a los países del Telón de Acero se les llama socialistas, la propia URSS lleva intrínseco el nombre socialistas, o los nazis se llaman a si mismos, socialistas. Es evidente que esta prostitución del término no ayuda a su comprensión, y a su aceptación social. No podemos entrar aquí en explicar por qué se produce este uso y abuso del término por parte de unos y otros. Lo que sí podemos, y debemos, es definirnos nosotros y establecer nuestros parámetros.

El Socialismo emerge hoy día como la única solución posible. El tiempo ha dejado a cada cual en su sitio, y el Liberalismo se ha mostrado como un sistema generador de desigualdad y corrupción. El Comunismo también, aunque por otras vías. Como hemos explicado en otros artículos, el Liberalismo parte de la hipótesis falsa de que las personas son básicamente diferentes y a partir de ahí resulta plausible un modelo de desarrollo individual y de diferenciación que incluye la trampa, la mentira, el robo y la corrupción para conseguir establecer esa diferencia. No obstante, y aquí está la dificultad, el ser humano tiene una necesidad de distinguirse (precisamente por se siente y se sabe demasiado parecido a sus semejantes) que ha confundido y sigue confundiendo a los liberales haciéndoles creer que las diferencias son intrínsecas, cuando en realidad son el resultado de toda una vida de esfuerzos por distinguirse, que a menudo incluyen la corrupción, el abuso, o la marginación del otro, para diferenciarnos del él. Por otra parte, el Comunismo no entiende la tremenda fuerza que supone el deseo de distinguirse y ser diferente, y como no se acepta la generalización sistemática, y mucho menos cuando en lo que somos iguales es en la miseria, no queda otro que imponer el sistema por fuerza. Una catástrofe.

Pero el Socialismo no es nada de esto, ni mucho menos un término medio. Para entender qué es el Socialismo debemos comprender la psicología que lo sustenta. El Socialismo es una necesidad del pobre, en un mundo que no satisface sus necesidades y expectativas. El pobre, aquél que no llega a fin de mes y que tiene que pensar en qué va a ser de él y de sus hijos el día de mañana necesita ser muy eficiente en sus decisiones, porque una mala decisión implica pasar hambre y la ruina para sus hijos. Como además debe valorar las variables implicadas debido a la escasez de sus recursos, y como cualquier alteración puede generar que su sistema no funcione, entonces su eficiencia debe ser relativa, no absoluta. Es decir, debe estar gobernada por las variables, y no por el resultado inmediato. El que tiene mucho, y le sobra, puede derrochar y pensar solo en el presente; el que tiene poco siempre tiene que pensar en las consecuencias. Parece mentira, pero el Socialismo es exactamente esto: EFICIENCIA RELATIVA. Este concepto no solo explica qué es el Socialismo, un modelo correctivo del Capitalismo que busca la optimización relativa de la toma de decisiones, sino que además es una herramienta de análisis político, y una herramienta para la discriminación de las políticas socialistas. Es decir, nos indica qué hacer, y qué no hacer; cuál es una medida socialista, y cuál no. Por ejemplo, apoyar el uso de combustibles fósiles durante el siglo XX, cuando el mundo aún no estaba contaminado, los combustibles eran baratos, y además no había alternativa, era una medida eficiente que resistía a las variables. Hoy en día, con el mundo contaminado y con alternativas plausibles, quemar combustibles fósiles es una medida ineficiente que no resiste a las variables. Es decir, en los años 50 del siglo XX quemar petróleo era una opción socialista; hoy día lo socialista es la energía renovable. ¿Ha cambiado el Socialismo? No, ha cambiado el mundo, y las personas inteligentes y formadas se adaptan, y cambian con él. Lo que antes era eficiente (relativamente hablando) ahora no lo es. A finales de los 70 del siglo pasado el Psoe defendía el No a la OTAN. Muy poco después defendió el Sí a la OTAN. ¿Cambió el partido? No, cambiaron las circunstancias y el equilibrio mundial con la invasión de Afganistán por parte de la URSS. Tan socialista fue lo uno como lo otro, pero hay que estar preparado para entenderlo.  Acabamos de introducir unos términos muy importantes: inteligencia y formación. Efectivamente. Ser socialista es muy difícil. Tienes que tomar medidas que resulten lo mejor para la mayoría (a ser posible para todos y todas) y pensar también en la repercusión para las generaciones venideras. Necesitas, además, tener un conocimiento muy profundo de la realidad para poder transformarla. Lo dicho, esto es difícil, es controvertido, y todo un reto personal e intelectual.

De la Eficiencia Relativa se derivan todas las políticas socialistas y todos sus preceptos. Por ejemplo, el Feminismo. No hay que ser feminista por justicia, sino porque marginar a la mitad de la población es perjudicial para el desarrollo de la sociedad en su conjunto. Somos internacionalistas porque entendemos que no se puede ser feliz en un mundo que no lo es; no por justicia. Al final, la justicia es un punto de vista. Defendemos lo público, no por justicia, sino porque es un medio de redistribución de la riqueza en un modelo capitalista que genera desigualdad. Eficiencia relativa, ésa es la clave. Pongamos un ejemplo en sentido contrario ¿Es socialista colocar, por narices, un tranvía, que es una infraestructura obsoleta, peligrosa, carísima, que establece barreras y aísla barrios enteros, habiendo autobuses eléctricos? Para nada; solo obtendrán beneficio los que exploten el negocio (con subvención pública) y la vida de la ciudadanía no mejorará, sino que emporará. Además, habrá que quitarlo en 30 años cuando los coches sean autónomos y nadie coja un “incómodo tranvía que me deja lejos de mi destino, cuando un cochetaxi me deja en la puerta”. Como vemos, el concepto no solo nos define, sino que nos aporta luz sobre cuáles deben ser nuestras propuestas políticas.

En el próximo capítulo hablaremos de los cambios necesarios que debe hacer el Psoe para funcionar adecuadamente en términos de Eficacia Relativa, es decir, cómo tiene que hacerlo el Psoe para ser socialista.

Un saludo a todo el mundo.

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