Julián Arroyo Pomeda

¿Qué hacer con los no vacunados?

26 de Noviembre de 2021
Actualizado el 02 de julio de 2024
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VACUNAS

Lo primero de todo sería analizar la situación y empezar preguntando por qué no se vacunan cerca de 4,6 millones entre nosotros. Si no lo hacen, porque no les da la gana, están planteando un problema social en todos los ámbitos donde vivimos. Su disidencia conseguirá lanzar la idea de que desean alimentar los contagios, pero proclamando el sálvese quien pueda. Tal irracionalidad mostrenca y troglodita conduce, en definitiva, a la muerte. Se puede comprender que haya quien no quiera vivir, pero aquí lo que se busca es que nadie viva y que esta peste acabe con la humanidad. Se trata de un egoísmo total, una responsabilidad ilimitada y una insolidaridad infinita.

Su libertad individual debería ser limitada. Esto es lo que proyecta hacer Austria y Alemania. Dado que sus niveles de contagio no se pueden resistir, a los no vacunados hay que meterlos en sus casas y que solo salgan para trabajar y acudir a servicios esenciales, porque están dando lugar a un confinamiento total de toda la población. Los no vacunados producen rebrotes considerables. Los contagiados ahora están en torno al 80% de los no vacunados. Estos son los que ingresan en los centros públicos de salud. Siendo esto así, habría que tomar una solución drástica con ellos, ya que ponen en riesgo a toda la población. Nosotros íbamos bien hace una semana y media, cuando estábamos en 50 contagios por cada 100.000 habitantes, pero ya hemos saltado a más de 100, lo que resulta preocupante. El riesgo es para la salud, pero también para la economía.

El aislamiento es una forma de previsión. Se trata de acorralarlos para que no sigan contagiando (este es únicamente el objetivo). El pasaporte sanitario podría ser un buen recurso, cuando no se puede confinar jurídicamente a los no vacunados por violar los derechos fundamentales. Entre nosotros somos muy partidarios de tales derechos y hay muy pocas ganas de impedir los contagios. Garantizar derechos fundamentales a los no vacunados tendría que poner en paralelo los derechos individuales a no ser contagiados, pero esto último se suele obviar.

No me parece mal que las Administraciones establezcan el pasaporte de vacunación, porque de lo contrario vamos directamente al abismo. Una ola más sería una verdadera catástrofe y habría que poner remedio. La Navidad está muy cercana y podemos cargarnos las fiestas. ¿A quién responsabilizaremos entonces? Desde luego, a los irresponsables que se saltan las normas a cualquier precio, igual que a las Administraciones que no establecen límites mínimos para evitar poner en riesgo a los demás. Lo menos que se puede hacer con los no vacunados es el vacío y su acorralamiento.

También habría que ocuparse de las personas públicas que se niegan a contestar si se han vacunado. Sean las que sean las razones que esgrimen, lo hacen para conseguir unos pocos votos más, porque la disidencia se premia. Son un (mal) ejemplo para la población, ya que, si el jefe del partido al que sigo no se vacuna, ¿por qué no voy a hacerlo yo? No será un buen argumento, pero sí es caer en la sinrazón. ¿Cómo es posible pensar que lo que quiero es contagiar a mi familia, a mi grupo, a mis compañeros de trabajo? Esto no entra dentro de la sensatez.

Las autoridades tienen el deber de evitar la ola siguiente, que se nos viene encima: no podemos perdonarlos más, ahora que saben con certeza lo que puede ocurrir. La insensatez de la afirmación de la libertad no vale en este caso. Además, por este camino no saldremos nunca del Covid y se convertirá en nuestra condena total. Pende de nuestras cabezas. Y nosotros solos e individualmente no podemos evitarlo.

Enseguida llegan las fiestas y sin precauciones los porcentajes aumentarán exponencialmente. Deberíamos ser drásticos, lo que significa que, si invitan a sus casas los no vacunados, no podemos ir, por muy familiares o amigos que sean. Y viceversa: tampoco debemos invitarles a las nuestras. Igual pasa con la organización de cenas de Navidad. Esto es muy duro, pero igualmente necesario, si se quieren evitar los contagios. Es preciso presionar para que sientan el rechazo y el vacío. Las vacunas no inmunizan totalmente. Nunca hay riesgo cero, pero pueden paliar los peores efectos, cuando caigamos. Lo que ya no entra en cabeza de nadie es que un contagiado se junte con grupos, porque también tienen derecho a celebrar el año, pero no, que lo celebren cuando estén sanos. Esta es una irresponsabilidad que nadie puede aceptar. Los hosteleros deberían tomar la temperatura, porque pueden perder alguno, pero el resto podrá seguir consumiendo en paz.

Aquí, como en otras cosas, es cuestión de prioridades. ¿Es preferible aislar a unos pocos o correr el riesgo de un contagio universal? ¿Es mejor compadecerse de un no vacunado, tratando de comprender sus razones (irracionales) o despreciar a quién cumple todas las normas? ¿Qué pasa con los derechos de estos últimos? Se impone una decisión política urgente y definitiva. Las medias tintas no llevan a nada más que al sufrimiento.

Tolerancia cero contra los no vacunados, porque la vacuna es hoy por hoy el último recurso. Más adelante podrá haber más, pero por ahora, no.

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