La frase “veo humanos pero no veo humanidad” que aparece en “El Principito” de Antoine de Saint – Exupéry, ya lanza una señal de alarma ante la falta de empatía, compasión y conexión auténtica entre las personas. La frase denuncia la desconexión emocional y la superficialidad en las relaciones humanas, donde la apariencia física no refleja la verdadera esencia o humanidad de las personas. Esta frase, como muchas de las que aparecen en este extraordinario libro, es una crítica, una reprobación a los seres humanos por nuestra clamorosa falta de solidaridad, de fraternidad, a pesar de compartir la misma especie. Hay sobradas muestras de esta palpable, escandalosa, falta de humanidad entre los humanos en este asqueroso tiempo que nos ha tocado en suerte, o más bien en desgracia, vivir.
Y la prueba más contundente de esta espantosa, escalofriante, falta de humanidad son los casi dos años del terrible atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023, un hecho que ha sido condenado por todo el mundo, y que ha sido aprovechado inmediatamente por el gobierno de extrema derecha del primer ministro Netanyahu, para perpetrar un genocidio en la Franja. Conociendo el pelaje de los actuales dirigentes israelíes, lo peor de lo peor, el atentado huele demasiado a excusa perfecta para masacrar a la población gazatí y convertir la Franja en una escombrera. Y una vez convenientemente exterminada la población, expulsar a tiros y a bombazo limpio a los que queden para quedarse con la Franja. Y este parece ser el plan que tenían pensado desde hacía ya mucho tiempo, solo a la espera de un ataque terrorista de Hamás que, increíblemente, teniendo Israel los mejores servicios secretos del mundo, y avisados por agentes egipcios de que se preparaba un gran atentado, no lo vieron venir. Y una vez sufrido el atentado, no han perdido la ocasión de cometer una barbaridad, de causar un daño terrible, que en modo alguno es proporcional al daño recibido, como es bombardear la Franja día y noche y matar a decenas de miles de palestinos, unos 80.000 palestinos, entre ellos 20.000 niños. Utilizar la excusa del atentado para masacrar a la población, cometiendo un genocidio que cada vez lo niega menos gente, habida cuenta de las abrumadoras pruebas que lo confirman, es una salvajada, una monstruosidad que podría compararse, y esto ya se ha dicho muchas veces, con bombardear Bilbao o San Sebastián, o las dos ciudades, hasta reducirlas a escombros, porque la banda terrorista ETA ha cometido un gran atentado en Madrid, por ejemplo.
Eso es exactamente lo que ha hecho, lo que está haciendo, Israel porque todavía le queda tarea al Estado criminal y terrorista judío hasta lograr su objetivo de acabar con el pueblo palestino y quedarse de una vez por todas con la franja de Gaza. Un genocidio con todas las letras que Israel está perpetrando delante de todo el mundo, sin preocuparse siquiera de disimular, de tapar un poco lo más terrible, lo más atroz de su inhumano castigo a una aterrorizada población civil inocente e indefensa a la que el criminal de guerra Natanyahu y su banda de asesinos está dando la opción de morir de hambre y sed o ser asesinados a tiros por los soldados del valiente ejército israelí que disparan a matar a la gente hambrienta que se acerca a los lugares donde se dispensan alimentos. Unos lugares de supuesta ayuda humanitaria, que en realidad son trampas mortales, ratoneras para cazar palestinos desesperados que ya les da lo mismo morir de hambre que de una ráfaga de fusil de asalto. En estos lugares de “reparto de alimentos” el ejército criminal hebreo prueba su puntería, se entretiene disparando a placer, a la cabeza y demás órganos vitales, como ha denunciado recientemente un médico español miembro de Médicos Sin Fronteras que atiende en unas condiciones inimaginables a los, en muchos casos, esqueletos que caminan, cadáveres vivientes que los soldados esperan alrededor de los puestos de reparto de alimentos y rematan a tiro limpio, sin importarles lo más mínimo si son ancianos, mujeres o niños. Pero a estos humanos sin asomo alguno de humanidad, lo más vil, ruin y miserable que ha parido madre, la peor versión del ser humano, la escoria, la hez, los desechos más despreciables de la especie humana, que están perpetrando este espantoso genocidio retransmitido en directo a todo el mundo, todo les parece poco: quieren causar más dolor, más destrucción, más exterminio, más masacres, más muertes, más sufrimiento al pueblo palestino, al que están aplicando una nueva “solución final” para acabar con ellos de una vez por todas, eliminarlos sin miramiento alguno, como se quita uno de encima algo que le estorba, y quedarse con su tierra, que es de lo que se trata.
Hace un par de días, el gobierno del criminal Netanyahu, siguiendo con su hoja de ruta del genocidio ¿quién se lo va impedir? ha aprobado el plan militar para ocupar la ciudad de Gaza, lo que significa forzar el desplazamiento del millón de gazatíes que se concentran en esta abarrotada ciudad a la zona de Mawasi situada al sur que ya está abarrotada de desplazados. El siguiente paso sería hacerse con el control de los campamentos de refugiados del centro de la franja. La ONU, que se ha revelado como una institución absolutamente inútil, totalmente anulada, paralizada, muerta, incapaz de ir más allá de leer unos tímidos comunicados de condena de la agresión israelí y hacer patéticos llamamientos al diálogo, ha advertido que si Israel pone en marcha ese plan, las consecuencias serán catastróficas para la población gazatí, que no es poco decir, teniendo en cuenta que llevan dos años viviendo en unas condiciones absolutamente inhumanas. Pero es precisamente eso lo que quiere Israel, que sufran hasta morir de la forma más espantosa posible. Muchos nos preguntamos para qué sirve la ONU, para qué su imponente sede, y no digamos para qué esos miles y miles de funcionarios que andan por allí.
Ilán Pappé, historiador y profesor judío de la universidad de Exeter, en el Reino Unido, ha declarado recientemente que lo que está cometiendo Israel en Gaza es un “horrible genocidio” y que el primer ministro Netanyahu cree que está ante “una oportunidad histórica” de acabar con los palestinos. Y añade que “este gobierno (el de Netanyahu) cree que hay una oportunidad para hacer lo que todos los gobiernos anteriores no pudieron, y es acabar con Palestina como idea, como país. Acabar con los palestinos como pueblo”. Pappé cree que la cifra de palestinos muertos a manos de Israel desde que comenzó la agresión en respuesta al ataque de Hamás está en torno a los 200.000, doscientos mil, palestinos asesinados, ya que muchos cuerpos no han sido rescatados de los escombros. Y ha recalcado que el hecho de que Israel decidiera prohibir a finales de Octubre a la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina (UNRWA) operar dentro del país, es parte de los pasos dirigidos a acabar con los palestinos. Pappé afirma también que muchos políticos israelíes están convencidos de que el regreso de Trump a la Casa Blanca les ayudará a cumplir su sueño de un gran Israel, una poderosa fuerza regional que todos respetarán. Y, por supuesto, sin Palestina. Y para apoyar la tesis del profesor Ilán, el ministro de finanzas israelí, un tal Bezalel Smotrich, un ultra, un fanático, un enfermo de rencor y de rabia de los que no faltan en ese repugnante vivero de odio, de inhumanidad, que es Israel, un mal bicho al que todos los insultos que se le digan se quedan cortos, ha asegurado en unas recientes declaraciones que tanto Gaza como Cisjordania les serán “arrebatados para siempre a los palestinos”.
El problema es que no hay una oposición real a este tipo de “sueño” israelí que es una pesadilla tanto para Palestina como para cualquiera que forme parte de esa humanidad de la que hablaba Saint – Exupéry por boca de su criatura. “Hay muchos israelíes que están en contra de este “sueño” pero no están suficientemente organizados como poder político ni tienen una visión alternativa” ha declarado el historiador israelí, que cree que ésta puede ser una de las razones por las que “tantos israelíes ya han abandonado el país”. Por supuesto, no hay cifras oficiales porque la Oficina de Estadística no las revelará, pero tenemos nuestras fuentes y creemos que la cifra puede estar en torno a 700.000, ha asegurado el profesor Pappé. .
Y respecto a la UE, este profesor israelí ha lamentado que “Europa no ha hecho casi nada para detener el genocidio” y ha añadido que “es desconcertante el hecho de que este genocidio, que aparece en nuestras pantallas todos los días, no haya provocado que los gobiernos europeos hagan nada importante para detenerlo”. “La respuesta, dice Pappé, puede estar en que el movimiento sionista que creó un estado judío en Palestina, fuera una solución para un problema europeo a expensas de los palestinos”. “Los problemas que tenemos en Palestina e Israel comienzan con el problema que Europa tenía con su propia población judía, y que decidió resolver en Palestina, no en la propia Europa”.
Y para remachar, el profesar Pappé afirma que “Europa ya no está invitada a desempeñar el papel de mediadora en el conflicto palestino – israelí. Europa no funciona, no es eficaz. Inmunizó a Israel y permitió la ocupación” (...) “Europa debe asumir su responsabilidad histórica. De lo contrario, si sigue afirmando que lo que hace es ser neutral y ofrecer a ambas partes un lugar en el que hablar, será cómplice de un genocidio, de la limpieza étnica y la destrucción de los palestinos”.
Jose Luis Fuentes, un judío español descendiente de judíos sevillanos de la Aljama de la judería de Sevilla, que fueron masacrados en 1391, y miles de ellos asesinados, perseguidos y forzados a convertirse, dice llevar esa memoria en la sangre y saber lo que es la persecución y el exterminio, y desde esa herida y ese linaje alza la voz para evitar que se repita, ya se ha repetido, afirma, otro genocidio. “Lo que ocurre en Gaza, dice José Luis Fuentes, no es un conflicto, no es un daño colateral ni una operación militar quirúrgica, es la demolición sistemática de un pueblo, es la sangre de miles de niños y niñas convertidas en polvo. Es el hambre utilizada como arma, es el agua negada, es la luz extinguida, las escuelas y los hospitales reducidos a escombros. Esto es genocidio, y no necesito que un tribunal internacional lo declare, lo sé porque lo veo, lo sé como lo sabemos todos. El Holocausto nos enseñó a decir “nunca más”. Me avergüenzo profundamente del gobierno de Israel, un Estado que enarbola la estrella de David para justificar la aniquilación de otro pueblo. Esto no es el judaísmo, esto no representa la memoria de aquellos que fueron asesinados por odio, esto es una traición a esa memoria. No todos los israelíes piensan así, existen voces valientes en Tel Aviv, Haifa y Jerusalén que aún bajo amenazas, gritan en las calles ¡detener el genocidio en Gaza!. Yo me uno a ese grito porque la neutralidad es cómoda pero ante el exterminio no hay término medio. Callar es complicidad, mirar para otro lado es firmar la sentencia de los que mueren” (…) “Aunque la Historia esté manchada de sangre, de esclavitud e impulsada por el odio, también hemos demostrado ser capaces de solidaridad, justicia y compasión” (…) “Vivimos en un mundo absolutamente polarizado donde muchos quieren hacer dormir el pasado, envolverlo en una narrativa cómoda, como si el olvido fuera redención, pero el olvido no es rendirse, el olvido mata” (…) “Debemos construir un futuro donde ningún niño tenga que aprender la palabra “genocidio” porque jamás vuelva a suceder. Por eso exijo alto el fuego inmediato y definitivo, apertura sin condiciones de corredores humanitarios, justicia internacional para cada crimen cometido tanto en una parte como en otra. Reconocimiento pleno de la dignidad y el derecho del pueblo palestino a existir, vivir y prosperar. La Historia nos observa y cuando nos pregunte qué hicimos mientras Gaza ardía, quiero poder responder que nos opusimos a la barbarie, al salvajismo y a la injusticia con todas nuestras fuerzas.
Este escrito, como miles de escritos parecidos, no sirve de nada porque apenas son unas gotas de agua sobre un incendio inabarcable, devastador Pero muchas gotas de agua sobre las llamas pueden evitar que éstas avancen sin control hasta llevarse por delante a la humanidad, dejando en su lugar a unos pobres, indefensos y desamparados humanos.