Los cuidadores cuando tenemos que hablar de lo que significa ser cuidador, se nos agarrota la garganta, la boca se nos reseca, las palabras se quiebran antes de verbalizarse y se humedecen nuestros ojos con lágrimas que han inundado ¡tantas veces! nuestra alma y que intentamos hacer ver que no suceden.
Los conocidos suelen decirnos, oye qué le pasa a tu pareja que ha envejecido un montón en unos meses. Por no decir siendo prudentes,¿que os está pasando, que se os ve fatal? Algo de lo que nosotros somos conscientes, pero que no nos importa en absoluto, porque cuando te conviertes en cuidador, das prioridad a lo importante muy por encima de lo inmediato.
No nos importan nuestras dolencias, que las obviamos, por el bienestar de nuestro ser querido que nos necesita por encima de todo y de todos. Sabemos que para ser buenos cuidadores, debemos aprender a cuidarnos a nosotros mismos, pero cuando estamos en esa vorágine, nosotros nos diluimos en el dolor del otro, en las necesidades del otro.
Pero a nadie le importan los cuidadores, hacemos una labor social importantísima y de forma gratuita, algo que si nosotros no hiciéramos, deberían hacerlo las instituciones adecuadas para ello, en caso de que las hubiera. Que en una gran parte, ni existen, ni esperamos que vayan a existir en un futuro inmediato.
No se destinan medios para cuidar de los cuidadores, no hay partidas presupuestarias por parte de ningún organismo, a nadie le interesamos. Saben que estamos más preocupados de atender adecuadamente a nuestros padres, maridos, hijos que de salir a protestar a las calles. Incluso de acudir a votar, que somos gente desdeñable, a los que no se les va a sacar un rédito político. Y así nos encontramos: solos y desvalidos, sin que a nadie les importe escuchar nuestra voz.