Todo mito -ahora dicen relato o narrativa, así suena más verosímil- necesita un brebaje de dialéctica y de neurotransmisores muy bien preparado para que al tragarlo produzca un maravilloso efecto extemporáneo dentro de la realidad del común de las gentes. En muchos casos sólo es una promesa fabulosa que ha contribuido al progreso. Aunque todo avance está sometido al efecto bumerán y genera sus propias contradicciones y destrucciones. Lo único que permanece inmutable y vigoroso es el mito, aun frente a las consecuencias más degradantes.
El poeta romántico Samuel Taylor Coleridge hablaba en términos literarios de la obligada suspensión de la incredulidad. Para creer en los Reyes Magos -porque se trata de creer, no de conocer y festejar- es necesaria la recurrencia a procedimientos artificiales, por inercia natural sólo se nos aparecen los niños, en muchos casos como fantasmas diarios (no exclusivamente navideños) que pasan hambre o padecen la miseria para humillar a las leyendas y sonrojar a los creadores de contenidos. Para creer en los Reyes Magos, que es literatura apócrifa, ni siquiera es historia canónica digna de un evangelio, es necesario escuchar todas las canciones melifluas de los Everly Brothers al mismo tiempo que se ingiere media botella de whisky -que en gaélico significa agua de vida-, o ingerir media botella de whisky mientras se escucha a los Everly Brothers, el orden de los factores no altera el producto creativo. Existe un amplio abanico de posibilidades combinatorias de dopaje para la credulidad, ésta es una de ellas: la mezcla de la inocencia armónica y el alcohol es lo más parecido a un niño diciendo la verdad sin la contaminación de los mayores, el marketing y la publicidad.
Pero, sin ambages, lo que nosotros queremos es ser los Reyes Magos. La suplantación es histórica... y legendaria. Los Reyes Magos no son ellos, los apócrifos, somos nosotros, los canónicos, y nosotros somos el mito creíble. Queremos el poder de los Reyes Magos y estar cerca de lo divino y postrarnos si hace falta. La alienación planetaria se nos ha quedado pequeña. Queremos ser los Reyes Magos sin la competencia desleal de Papá Noel, aunque circula un rumor que afirma que realmente Papá Noel es el Rey Melchor disfrazado que necesita hacer horas extras como trabajador de la multinacional de las emociones.
Como los dioses creen en la felicidad al lado del vacío. Como los dioses creen en la eternidad al lado de la muerte. Como los dioses se creen a sí mismos rodeados de ficciones. No queremos el rol efímero de los Reyes Magos, queremos ser los Reyes Magos y multiplicarnos como conejos sobre la faz de la Tierra y acaparar regalos (muy caros) y hedonismo por doquier.