No sería la primera vez que os comento desde mía humildes tribunas que las viejas dicotomías político-ideológicas del siglo XX no tienen vigencia real en el siglo XXI. Hoy vengo a recordaros que el eje izquierda-derecha sólo sirve para seguir pastoreando a buesas mercedes, que son de naturaleza cándida.
Hoy, 7 de julio de 2024, a tan sólo una semana de la celebración del día de la Bastilla (fiesta nacional en Francia), ha tenido lugar la segunda vuelta de las elecciones legislativas anticipadas convocadas por Emmanuel Macron, Presidente de la República. Contra todo pronóstico, y tras una vergonzante pinza entre el Nuevo Frente Popular (izquierda) y Resemble (centroderecha), el partido ganador en la primera vuelta con el 35% de los votos (Reagrupamiento Nacional, de Le Pen y Bardella) ha quedado en tercer lugar. Las protestas y disturbios perpetrados por los movimientos “antifascistas” tras la victoria de RN el pasado 30 de junio se han tornado en fiesta, jolgorio y celebración: “¡hemos conseguido frenar a la ultraderecha!”, se repiten ufanos y convencidos.
Las masas cretinizadas, como diría Juan Manuel de Prada, tienen memoria de pez. Llevan décadas repitiendo hasta la saciedad ese manido mantra que dice que quien desconoce la Historia está condenado a repetirla. Parece ser que el ser humano está condenado a repetirla aún conociéndola, porque pasan por alto que hoy, como antaño, el capital tiene unas querencias particulares, relacionadas con la salvaguarda y preservación de sus intereses de clase. La clase social, leitmotiv de la izquierda. Qué tiempos, eh.
A ningún lemming cretinizado se le ha ocurrido cuestionarse siquiera por qué el banquero de los Rothchild y el capital hegemónico de nuestros días han elegido a la izquierda radical de Melenchon como paladín de sus intereses. A ningún lemming cretinizado se le ha pasado por su cabecita de mosquito recordar la alianza del capital italiano y alemán con el nazifascismo en los años 20 y 30 del siglo pasado y hacer el paralelismo. Nada que ver aquí. Circulen, que hemos frenado a la ultraderecha y a la tarde, batucada revolucionaria antifascista.
Sin duda, la defensa decidida del modelo de fronteras abiertas y del wokismo individualista, así como una adscripción obscena al atlantismo más belicista, han sido claves para que el capital hegemónico de nuestros días haya considerado al Nuevo Frente Popular como un mal menor frente al avance del patriotismo francés, que se opone frontalmente a aquello que nuestro Pedro Sánchez denominó “la gobernanza global” y persigue la conservación del Estado-nacional y de su soberanía.
Este revés, no obstante, no debería desanimar a la parroquia antiglobalista. Con la izquierda siendo mayoría en el parlamento francés, teniendo que pactar recurrentemente con los liberales de centroderecha, el proceso de descomposición social del Estado francés alcanzará velocidad de crucero y, en 2027, Marine Le Pen arrasará en las elecciones presidenciales. Sólo los patriotas salvarán a Francia de ser el primer Estado fallido del Occidente europeo. Hasta entonces, apreteu.