Nunca ha dejadode sorprenderme que, desde la España de matriz castellana, se hable de “losnacionalistas” como si eso del nacionalismo no fuera con ellos. Como si sernacionalista fuera una cosa de malos españoles que no quieren ser españoles,cuando ser español es lo mejor del mundo mundial.
A mi modo deentender, hay dos tipos de nacionalismo, al menos, tal como se entiende enCataluña. El primero es el nacionalismo defensivo, aquél que intenta sacudirsede encima una rémora, como, por ejemplo, los nacionalismos catalán y vasco,cuyo objetivo es salir del Estado español puesto que consideran que lasituación actual no permite un desarrollo completo de todas las potencialidadesque tiene cada uno de esos dos países. A nadie que tenga dos dedos de frente sele ocurriría comparar los modos rigurosamente pacíficos y democráticos quehemos exhibido la inmensa mayoría de los catalanes en la última década con lamanera de actuar de la extinta ETA, que hay que tener claro también que no fuela de todos los nacionalistas vascos. Pero, a pesar de que la lucha puedallevarse de distintas maneras, incluso siendo tan diferentes, la finalidad esla misma: quitarse de encima el corsé del Estado español.
El otro es elnacionalismo de Estado. El que exhiben, por ejemplo, la mayoría de los partidosde ámbito estatal de España, por no decir todos, o el de Donald Trump. Recordemossu “America, first”, repetido hastala extenuación. El eslogan ya es, por si solo, bastante excluyente, pero siencima añadimos que denomina su país con el nombre de todo el continente –y,por cierto, eso lo hacen todos los estadounidenses–, se pone claramente demanifiesto su desprecio por las demás naciones del continente americano y, porconsiguiente su intolerable supremacismo. Y cuidado, porque eso lo hacemostambién aquí cuando llamamos “Europa” al conjunto de los países de la UE, comosi los otros países del continente no fueran europeos.
Este nacionalismode Estado se diferencia del otro, fundamentalmente, por dos características muyimportantes. En primer lugar, es un nacionalismo no defensivo, sino instaladoen el poder y que, gracias al monopolio de la ley, puede aplastar sin ningunadificultad cualquier otra opción nacional que no quiera considerar legítima,quizás porque venga a poner en cuestión cualquiera de sus planteamientos, como,por ejemplo, la unidad del territorio.
Pero, sobre todo,el nacionalismo de Estado –y esta es la segunda diferencia– es un nacionalismoque no se percibe. Sus adeptos no se dan cuenta de que lo ejercen, aunque, aveces, lo hagan con una intensidad mucho mayor. La ilustración nos muestra ungrupo de personas que, en su pancarta, con falta de ortografía incluida, hablande los nacionalistas como si ellos no lo fueran. Están convencidos de querendir culto a la España-nación, aunque ello suponga negar la existencia deotras naciones que intentan reclamar su lugar en el plano internacional, es unposicionamiento neutro, el único no desviado de la verdad única que, porsupuesto, ellos poseen en exclusiva, frente a los demás, que estamos todosequivocados.
Y no perciben supropio nacionalismo supremacista no porque no exista, sino porque no hay ningúnpoder que lo cuestione, porque encaja perfectamente con el establishment,porque no necesita reivindicarse, porque el poder no lo reprime, sino que, muyal contrario, le da alas utilizando, además, los recursos que le proporciona elaparato del Estado.
En este caso –eso sí–, si hace falta, se le da el nombrede “patriotismo”, un término que tiene mucha más aceptación y que –diría yo– hastasuena un tanto épico. Sin embargo, “patriotismo” y “nacionalismo” son vocablosprácticamente sinónimos. Fíjese, querido lector: la Real Academia Españoladefine “patriotismo” con un simple sintagma: “Amor a la patria”. Así de simple.Sin embargo, dedica dos frases a “nacionalismo”. La primera es: “Sentimientofervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y consu historia”. ¿Eso no es amor a la patria? ¿Aquéllos que se consideran patriotasen España no sienten ese fervor y esa identificación con la que denominannación española? Pero la RAE continúa con una segunda definición: “Ideología deun pueblo que, afirmando su naturaleza de nación, aspira a constituirse comoEstado”. Dígame, amable lector, ¿si España perdiera su condición de Estadoindependiente, un patriota español no aspiraría a que se constituyera cuantoantes, de nuevo, como Estado libre? ¿No es eso nacionalismo también? ¿O es quelos nacionalistas españoles no se dan cuenta de que lo que ellos sienten porEspaña, que es perfectamente lícito, los catalanes o los vascos podemossentirlo también por las que entendemos que son nuestras respectivas naciones?
Si cree que no, tengo que pensar que es porque esospatriotas, en definitiva, esos nacionalistas españoles, no son capaces de percibirsu propio nacionalismo. Y no son capaces porque es tan profundo su sentimientoque incluye el menosprecio por las otras realidades nacionales, que apareceninvisibles ante sus ojos, ya que consideran que patria sólo hay una. La suya. ¡Yno se hable más! Así de supremacista. Así de antidemocrático. Así deexcluyente.
Y esos españoles que, en los últimos años, nos hanllamado, a los catalanes, nazis y supremacistas por haber osado aspirar a loque ellos ya poseen, se valen fraudulentamente de la mala prensa que tiene eltérmino “nacionalismo” en Europa, ya que, a los europeos, no sólo a los de laUE, sino a todos, ese concepto les remite a los años treinta del siglo pasado,los más negros de toda la historia de Europa. En España, precisamente por nohaber vivido directamente las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial –enotros embrollos, andábamos metidos por aquel entonces–, la idea de nacionalismoes otra. No hay más que comparar las definiciones de la RAE, que no contienennada negativo, con las que les sirvo a continuación, extraídas de tresdiccionarios escogidos al azar de tres de las lenguas más importantes denuestro entorno europeo. Fíjese (las negritas son mías):
Dice el Larousse francés :
Théorie politique qui affirme la prédominance de l’interêt national parrapport aux interêts des classes et des groupes qui constituent la nation ou par rapport aux autres nations de lacommunauté internationale. Es decir, “Teoríapolítica que afirma el predominio delinterés nacional en relación con los intereses de las clases y de los grupos queconstituyen la nación o en relación conlas otras naciones de la comunidad internacional”.
En inglés, el Cambridge Dictionary dice:
A great ortoo great love of your own country. Es decir, “Un gran o demasiadogrande amorpor el propio país”
Finalmente, elalemán, por razones históricas obvias, nos aporta la que entiendo que es ladefinición más dura. Dice el Digitales Wörterbuch der Deutschen Sprache:
Ideologie und Politik der Überschatzung der eigenen Nation und der Missachtung anderer Nationen. Es decir, “Ideología y política de la sobrevaloraciónde la propia nación i del menosprecio por las otras naciones”.
Pues bien, esaidea de nacionalismo, que se obtiene de haber sufrido directamente la salvajadaque cometieron Hitler y sus secuaces no es la que se tiene en España. No haymás que ver que la impecable definición que hace, la RAE, del término nocontiene ninguna valoración negativa, sino que se limita a dar unasdefiniciones objetivamente que, como creo haber explicado, hacen el vocabloprácticamente sinónimo de “patriotismo”.
Yo no me voy a meter en cómo un vasco nacionalistapercibe su nacionalismo porque no conozco con suficiente profundidad esarealidad, pero sí les voy a explicar cómo lo percibimos la inmensa mayoría delos catalanes. Para nada se asemeja a ninguna de esas tres definiciones, sinomás bien a las que nos ofrece la RAE, pues entendemos que el nacionalismo esuna defensa de la propia nación ante una fuerza descomunal que pretendeminimizarla, pero manteniendo siempre un escrupuloso respeto por todas lasculturas que conviven en un mismo territorio y por las demás naciones, sintratar de someterlas ni minimizarlas.
Vean si esta visión se podría aplicar al que llamanpatriotismo español. Yo creo que no. Quiero llamar su atención sobre una divisaespañola, patriótica por excelencia que aún hoy se conserva en las fachadas delos cuarteles. Se trata del “Todo por la patria”. ¡Dios mío! ¡Todo! ¿Se dausted cuenta? ¿Todo? ¡Dios nos libre! El patriotismo español, un nacionalismomucho más brutal, rancio y excluyente, que se parece más a las definiciones quedan en Europa que a las de la RAE, no tiene ese respeto por todas las culturasque conviven en su territorio ni por las naciones que contiene, a las que, comomucho, considera de segunda división si es que llega a considerarlas.
Los nacionalistas españoles –o patriotas; llámeles comoquiera– deberían dejar de mirarse el propio ombligo y abandonar esa visiónprovinciana e hispanocentrista de lo que es el nacionalismo y darse cuenta deque una mirada más abierta a la realidad española les daría una idea mucho másexacta de lo que es esta tierra, una amalgama de pueblos diversos, algunos delos cuales claman por su libertad para no ahogarse.
Porque España, en realidad, no es una nación, por muchoque digan los que, paradójicamente, se consideran no nacionalistas. Y tampoco esuna nación de naciones como dice alguno por ahí, sino sólo un Estado que tienesujetas, ignorando su voluntad, a las naciones que contiene. Y digo “ignorandosu voluntad” porque nunca les ha querido preguntar sobre eso en las urnas. Y nolo ha hecho –seamos claros– por puro pánico a la respuesta que pudieran dar.