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Rasgado de vestiduras fashion week

22 de Junio de 2025
Actualizado a las 14:26h
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Rasgando de vestiduras fashion week

Llama mucho la atención este trágico coro griego, este penoso desfile de almas en pena, esta procesión de flagelantes, este cortejo fúnebre, esta interminable comitiva de periodistas y tertulianos  a sueldo  de las cadenas de radio y televisión de la llamada derecha mediática, rasgándose una y otra vez las vestiduras por la escandalosa corrupción del PSOE, de todo el PSOE, naturalmente, aunque los casos sean los de tres asquerosos y repugnantes dirigentes que le habían cogido el gusto a meter la mano en el cajón de los dineros públicos. Pero los escandalizados dirigentes del PP y VOX, siempre escandalizados por la corrupción ajena y, curiosamente, nunca por la propia, y sus permanentemente alborotados gallineros mediáticos, ahora más alborotados que nunca, lo cual no es poco decir, no podían dejar pasar esta maravillosa oportunidad de redoblar los insultos y las descalificaciones de siempre, y rasgarse otra vez las vestiduras, las mismas que llevan rasgándose desde que Pedro Sánchez llegó al poder, y clamar contra el apocalipsis que ya llevamos sufriendo “los españoles”, como gustan de decir los dirigentes de las derechas, desde que el anticristo Sánchez y sus demonios subalternos trabajan sin descanso, y cobrando horas extras, para conseguir sus objetivos, que no son otros que arruinar, destruir, demoler, aniquilar  y acabar para siempre con España y los españoles.

Por desgracia no han dejado de emplear la cansina coletilla de “los españoles” cuando se refieren a los suyos, confundiendo la parte con el todo. “Los españoles estamos hartos” (y ya lo creo que lo estamos, pero de ustedes) “los españoles ya no aguantamos”, “los españoles pedimos esto y lo otro”...etc.  cuando se refieren única y exclusivamente a sus peticiones, y las de sus afiliados y simpatizantes. Como si solo fueran españoles los suyos, ignorando a los otros españoles que también lo son, lo somos, aunque les pese. Al arriba firmante y a otros muchos millones de españoles, nos fastidia bastante que nos metan en el mismo saco que a sus “españoles de bien y de orden”. Y ahora se me viene a la memoria un chiste del recordado Forges, donde un siniestro policía de aquellos de la temible brigada político social franquista, en tiempos de la dictadura, cuando había libertad para dar y tomar, no como ahora que vivimos bajo una opresora tiranía, está interrogando y torturando a un aterrado ciudadano en un sótano del centro de torturas del régimen que fue el edificio de la puerta del sol, el mismo que ahora ocupa la Ayuso, que no quiere que se recuerde lo que fue, y mientras le pone la luz del flexo en la cara, acerca su lúgubre jeta semitapada con unas gafas negras modelo Pinochet y le dice: “sabemos que sois unos diez millones”.

Habría que decir a los dirigentes de PP y VOX, y a sus respectivos  mayorales, capataces, manijeros, ayudantes, monosabios, peones y subalternos, que esos millones de españoles por los que pregunta el policía de la brigada político social, y algunos más hasta completar dieciséis millones que somos, curiosamente, los mismos que quiere fusilar el general del Aire Francisco Beca, un deseo al que ningún dirigente de las derechas puso ninguna pega, no queremos que se nos meta en el mismo saco que los “españoles” a los que se refieren a menudo en sus declaraciones. Una cosa son los españoles y otra muy distinta “sus” españoles. No confundamos, por favor, a un colectivo con otro.

Lo que sí nos gustaría a los españoles, y aquí me atrevo a decir que a casi todos los españoles, es que en vez de tanta permanente confrontación, tanta crispación, tanta bronca por parte de una oposición que no acepta el que debería ser su honroso, su digno papel de oposición positiva, constructiva, leal y colaboradora por el bien de esa España que tanto dicen amar, aunque por desgracia ese amor, al no venir acompañado de hechos, se queda en un amor de boquilla, se unieran al gobierno  aunque solo fuera por una vez, para declarar la guerra sin cuartel a la corrupción. Y trabajaran hombro con hombro, dando lo mejor de sí mismos en acordar leyes que impidan a los corruptos y a sus corruptores, las grandes empresas constructoras, hacer sus negocios de siempre, donde siempre salen perjudicadas las arcas públicas, el dinero de todos y todas. Unas leyes eficaces que disuadan a las ratas y ratones de acercarse siquiera a olisquear el apetitoso queso. Unas leyes sólidas, sin fisuras ni agujeros por donde puedan colarse los políticos que se han pasado al lado oscuro de la fuerza, por hacer una metáfora cinematográfica. Hacer esas leyes es su trabajo, no cacarear en sus escaños alborotando el gallinero, levantando un gran revuelo de polvo, pajas y plumas que les sirve para tapar la propia corrupción, que es mucho mayor, mucho más asentada y acreditada que la que denuncian rasgándose las vestiduras en una sobreactuación que da bastante vergüenza ajena. 

Habrá quien disfrute viendo el gallinero alborotado, cuando más alborotado mejor, pero la mayoría de la ciudadanía está más que harta de tanto ruido y furia, de tanta gresca, tanto altercado y zapatiesta, y quiere resultados, mejoras, progresos, soluciones a sus problemas, que es para lo que se les paga. Y si el principal problema de este país es la corrupción, a qué están esperando para remangarse y buscar una solución consensuada con todos los representantes políticos. Y no digan que no se puede, porque ése es su trabajo.

Hace muchos años trabajaba en un taller y un día se me ocurrió ir al despacho del jefe de taller con dos piezas que no podía separar, y el jefe miró las piezas, me miró a mí y me dijo: “pues habrá que buscar a un mecánico”. Y no me dijo más, porque ya estaba todo dicho. De la misma manera, si los políticos actuales no son capaces de hacer su trabajo de poner freno, de acabar al menos con la mayor parte la corrupción, habrá que buscar a otros políticos más y mejor preparados, con ganas, con vocación de servir al bien común y no de servirse de la política para medrar como es el caso de muchos listos y listas que vemos sentados, algunos parece que desde hace siglos, en los escaños.

Cuántos políticos habrá que han pasado y pasan su vida sentados en sus escaños sin haber aportado nada a la sociedad que les ha pagado un buen sueldo y unas condiciones laborales que no tendrían ni por asomo si hubieran trabajado en cualquier otro sitio. Muchos nos preguntamos cuántos de los y las que se sientan en las filas de la tronante, de la agresiva, de la irresponsable oposición, que no sean unos energúmenos, unos tontos de la chorra sin posibilidad de rehabilitación alguna, sufrirán por el precioso tiempo que se pierde en broncas, en trifulcas de Saloon del viejo Oeste. Un tiempo que deberían emplear en trabajar por ese Estado del bienestar cuya responsabilidad de mantener y mejorar  tienen, o deberían tener, encomendada. Pero mucho nos tememos que esos que vemos vociferar como posesos en sus escaños, con el gesto airado y las orejas tiesas pendientes de las indicaciones de sus jefes, el único Estado del bienestar que les interesa es el suyo propio. Servir al bien común, ser útiles a la sociedad, solucionar los problemas que acucian a la ciudadanía, hacer que el país progrese…  eso aquí no es, pregunten en otra ventanilla.    

En una sociedad avanzada, la que debería existir en este país, en el mismo momento que se supo que Koldo, Ábalos y Cerdán, esos tres repugnantes dirigentes del PSOE, esos corruptos que parecen salidos de un cuadro de la España negra de Gutiérrez Solana, una España que, por lo que se ve, se resiste a desaparecer, en el mismo momento que fueron pillados con las manos en la masa, los grupos parlamentarios del Congreso deberían haber convocado un pleno extraordinario para saber qué ha pasado, qué ha fallado, por qué estos tres indeseables han podido hacer lo que han hecho. Y ponerse inmediatamente a dialogar, a aportar ideas, a pensar en las medidas a tomar para que no vuelva a pasar.

Pero en vez de eso, la oposición se ha rasgado teatralmente las vestiduras, se ha frotado las manos con una sonrisa maquiavélica y ha aprovechado esta desgracia pública, esta calamidad nacional, para arremeter con toda su ruido y furia, elevando a la máxima potencia su permanente acoso y derribo contra el gobierno, al que le ha acusado sin prueba alguna, ¿para qué? de complicidad, de encubrimiento, de implicación de Pedro Sánchez y todo su gobierno con los delincuentes. Y por si faltaba algo, para rematar la faena, convocó una manifestación en Madrid con el lema “Mafia o Democracia”. Ya tiene narices que el Partido Popular se atreva a llamar mafia al gobierno, cuando este Partido Popular, muy español y mucho español, atesora un palmarés inalcanzable en casos de corrupción que, avalados por varias sentencias judiciales firmes que condenaron sus monumentales tramas corruptas, les eleva por méritos propios a campeones de Europa de  corrupción, y plusmarquistas absolutos de España. Un incontestable palmarés que deja a Ábalos, Koldo y Cerdán como simples rateros, descuideros, carteristas aficionados.

Los días que siguieron al amargo descubrimiento de que Santos Cerdán era un delincuente, un corrupto, una gorda sanguijuela de las arcas públicas, de la misma cuerda que los esperpénticos Ábalos y Koldo fueron un bombardeo constante, un  permanente toque de corneta tocando a la desesperada “el que pueda hacer que haga” de toda la derecha mediática contra el gobierno. Durante varios días fueron lanzados tantos insultos, descalificaciones, injurias, bulos, maldades, groserías contra Sánchez y su gobierno que ya dejaron de tener el efecto deseado porque todo sonaba al mismo furioso y retumbante ruido, a la misma ensordecedora batucada de rabia y odio.

Durante varias tardes, bien provisto de bicarbonato, un botijo de agua, un extintor por si el ordenador echaba a arder debido a tantos y tan incendiarios y explosivos escritos, y una bolsa vacía para vomitar, acometí la titánica tarea, algo que no recomiendo a nadie, de leer en la pantalla del ordenador tropecientos artículos, crónicas, reportajes, reseñas, informes, columnas en los periódicos de derechas de esta “Rasgado de vestiduras fashion week” que llamaban a la rebelión, al alzamiento, a la toma del palacio de La Moncloa para expulsar al tirano Sánchez y su social comunista, chavista, terrorista y sátanico gobierno. Y, por si fuera poco, he visto y oído muchas tertulias radiofónicas y televisivas en las cadenas de radio y televisión muy españolas y mucho españolas, buscando entre toneladas de palabras groseras, insultantes, acusadoras, una sola pepita de oro en forma de palabra de autocrítica por la corrupción que también anida, y en grado superlativo, en el Partido Popular desde el mismo momento de su fundación hasta hoy mismo.

Como un aguerrido buscador de oro, he estado bateando sin descanso en un infinito bancal de mierda, buscando una frase de autocrítica, un llamamiento a la dignidad y a la decencia de la clase política; una propuesta, una sugerencia, una iniciativa para combatir la corrupción política que asuela al país.

Pero no he encontrado nada que se parezca, aunque sea remotamente, a  la más leve autocrítica. El  Partido Popular no ha dicho ni pío de su propia, y enorme, corrupción ni siquiera para aprovechar la ocasión y meter su propia corrupción y la del PSOE en el mismo saco y agitarlo con fuerza que que salga todo mezclado y así repartir culpas. Con esto queda sobradamente demostrada su total desfachatez, su absoluta falta de vergüenza.

Viendo su monumental cabreo, su total indignación, su repulsa por los casos de corrupción del PSOE, cualquiera  que no conociera al Partido Popular pensaría que es una modélica, una virtuosa organización, toda ella desinterés y altruismo, guía de generosidad y pureza, espejo de ética, decencia, pudor, moderación, austeridad, integridad y honradez hasta decir basta, desde su fundación hasta ahora mismo. Una  pía organización política que solo busca el bienestar de los españoles, sobre todo de  las clases más desfavorecidas, los  trabajadores y pobres en general, dos colectivos a los que siempre tiene en mente, y piden por ellos en sus oraciones para que no les falte de nada. Sus constantes negativas a subirles el salario mínimo, dan fe de sus desvelos por ellos. Si no quieren subirnos el salario mínimo es por nuestro propio bien, porque nos conocen y saben que no sabríamos qué hacer con tanto dinero, y nos daríamos al derroche, al despilfarro, y caeríamos de cabeza en la mala vida.

La “Rasgado de vestiduras fashion week” toca a su fin, es hora de hacer balance, de recoger las redes buscando algún beneficio de tanto apoteósico, colosal y delirante montaje para acabar con el gobierno y ponerse ellos, porque no soportan que otros gobiernen lo que consideran su cortijo particular. Pero las redes vienen casi vacías porque la gente ya conoce sobradamente sus burdas mañas, sus mentiras y sus viejos trucos de siempre.

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