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Razón en crisis

10 de Julio de 2022
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crisis

Así, cuando alguno de ellos se corrompe, la forma en que su mente funciona sigue siendo comprensible: hacerse chulo o traficar con joyas robadas o arruinar la voz de un buen tenor para que se venga abajo el teatro es algo que puede ocurrirnos a todos, excepto a los mejores y peores de nosotros… Ésa es la razón por la que, supongo, los mejores y peores nunca permanecimos aquí mucho tiempo y buscamos desmesuradas tierras donde la belleza no fuera tan externa, la luz menos pública y el sentido de la vida”.

Nos encontramos, pues, inmersos en un tiempo de crisis, de razón.

Pero como el dato de la crisis no resulta ser nuevo, ha dado pie y tiempo a la misma razón, tan delgada, a reflexionar todavía sobre sí misma en ese momento crítico que le toca vivir. Y como la razón se ejercita en el pensamiento, será afinando el ejercicio del pensamiento que nos será permitido reubicar la problemática de la crisis de la razón y dar una salida que permita a los hombres y mujeres del momento presente vivir sencillamente de forma humana.

Oficio primordial de hombres y mujeres. Pero en las etapas de crisis a menudo hay que emprender estrategias de resistencia que nos permitan reubicarnos en nuestro presente, sobre todo cuando lo que se tambalea –como la razón y el pensamiento– vale la pena no perderlo, aunque sea necesario reorientarlo. Aclarando conceptos y explicar argumentos, es decir, desplegarlos para que resulten más transparentes y para que todo el mundo recupere la libertad intelectual de poder asumir y defender las posiciones que crea más aceptables.

Uno de los rasgos característicos de la orientación del pensamiento es el interés -si se quiere, la manía- por la claridad. Ahora bien, la claridad sólo es un objetivo propedéutico que debe abrirnos a la comprensión o al conocimiento. El pensamiento debe buscar la claridad en el lenguaje, porque es allí donde lo ha perdido.

Y en la línea de resistencia que nos toca vivir en el presente. El hombre que enseña a buscar en el lenguaje la claridad de pensamiento está enseñando, sobre todo, defensa personal. A través del lenguaje se estructura el pensamiento con el fin de favorecer un pensamiento democrático que sepa encontrar y exponer razones y sepa escuchar y valorar las razones de los demás. Todo esto se pretende hacer ver a través de ejercitarse en el rigor en la argumentación y de la utilidad del pensamiento, dos objetivos que apuntan al convencimiento de que pensar es más una exigencia que una meta.

En el valor de pensar con claridad y rigor tenemos la necesidad de hacerlo con el fin de vivir en una relación entre ciudadanos donde el compartir razones haga el pensamiento democrático parecer del todo un acierto. El carácter político (cívico) del pensamiento, que nos configura individualmente y como colectividad, es uno de los puntos hermenéuticamente claves.

Sólo desde la estructuración del propio pensamiento, desde el lenguaje propio de cada uno y desde la lengua de cada uno de nosotros será posible acceder a un diálogo sentido y maduro que posibilitará la organización de espacios y tiempos realizadores de humanidad, de una humanidad históricamente determinada y no genéricamente soñada.

El lenguaje, de este modo, compone y trabaja la realidad polifónica que nos brinda nuestra sensibilidad: pero sin sensibilidad difícilmente el lenguaje podría ir mucho más allá de la formulación de tautologías adecuadas al lenguaje físico-matemático. La cotidianidad pide más matiz y relieve, conseguido por medio de sombras y colores suaves y, en consecuencia, el lenguaje se convierte así en una herramienta más difícil de dominar y, a veces, incluso en una herramienta insuficiente para tal de decir la realidad.

Por ello, el lenguaje se convierte en creación humana y, al mismo tiempo, creador de nuevas aproximaciones a la realidad cotidiana con la que los hombres de cada presente se interrelacionan.

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