Foto de perfil del redactor de Diario16 Manel Mas.

Recordando el atentado del 11-M en Atocha

14 de Marzo de 2024
Guardar
atocha el 11M

La mentira sobre la autoría de los atentados del 11-M va ligada con otra mentira previa, que era el arsenal de armas de destrucción masiva que supuestamente escondía Sadam Husein. Esta última mentira se utilizó para justificar la entrada de España en la Guerra de Irak, una guerra ilegal que no contaba con el visto bueno de Naciones Unidas y que rompía unilateralmente (por parte de EEUU y Reino Unido, con España como socio menor: lo que conocimos como el trío de las Azores) los consensos geopolíticos vigentes.

La otra gran mentira, la que atribuía la autoría del mayor atentado terrorista sufrido hasta encondes a ETA, solo era un intento para desviar la atención de las consecuencias de la decisión de participar en la Guerra de Irak. Ambas mentiras tenían entonces, y tienen todavía hoy, un máximo responsable: el entonces presidente del gobierno español, José María Aznar López.

Hoy ya sabemos que el 11-M, con sus ciento noventa y dos muertos y más de dos mil heridos, fue una respuesta yihadista por la intervención de España en Irak, que Aznar y su gobierno decidieron en contra de la ciudadanía, que se manifestó por las calles y en los medios de comunicación; las redes sociales no tenían el poder de convocatoria como ahora, aun así, la ciudadanía se manifestó multitudinariamente en contra. El atentado se produjo un jueves, tres días antes de las elecciones generales en que el PP tenía asegurada la victoria y que, de pronto temió perder, como sucedió: contra pronóstico, la candidatura del PSOE encabeza por Rodríguez Zapatero fue la ganadora.

Se trató de una respuesta de los ciudadanos a las mentiras que el gobierno había intentado difundir durante las setenta y dos horas anteriores, manteniendo la autoría etarra de los atentados en contra de la evidencia que se imponía gracias a las informaciones de la prensa internacional. Fueron tres días en los que el gobierno del PP sometió a la ciudadanía a crispación y mentiras. Hubo manifestaciones, altercados, enfrentamientos e, incluso, el asesinato a sangre fría de Ángel Berrueta, un panadero de Pamplona, muerto a tiros por su vecino Valeriano de la Peña, policía nacional. Berrueta -padre de dos hijos detenidos como sospechosos de pertenecer a banda armada y luego absueltos- se negó a colgar un cartel con lazo negro que difundía el PP y que atribuían los atentados a ETA.

Fue entonces que se dividió a las víctimas entre las buenas (las que se pusieron bajo el cobijo de Basta Ya, con Fernando Savater al frente) y las malas, las víctimas del 11-M, que desentonaban con el relato del PP. Relato mantenido contra toda decencia a través de los medios afines a la derecha nacionalista, durante años. Esto significó la entrada de la derecha en el mundo de los hechos alternativos, mentiras para construir un discurso político alejado de la realidad y proponer uno de propio, basado en la culpabilización y descalificación del adversario. Empezó hace veinte años, y todavía sigue vigente a día de hoy.

En los anteriores cuatro años, para el gobierno español todo era ETA, la Guerra de Irak era justa, Urdaci era jefe de informativos de TVE, hicieron decir al rey que “nunca a nadie se le obligó a hablar en castellano” y demonizó el diálogo que pedía Gemma Nierga cuando tuvo lugar el asesinato de Ernest Lluch. Aznar convirtió su paso por la Moncloa en una guerra cultural de la derecha, que debía recuperar lo suyo por derecho de conquista y devolver a España una ilusión de potencia transatlántica a golpes de Ibex 35 y fotos en las Azores.

Cinco días antes de los atentados, Aznar dijo en un mitin: "O hay un gobierno del PP o hay una coalición de pancartas, de Zapatero, con comunistas e independentistas que comen cada mañana para desayunar galletas recubiertas de   rencor y odio". La frase podría ser pronunciada hoy, veinte años después, y es porque esa guerra cultural continúa, de modo que en España mande el PP o incluso cuando gobierna el PSOE sigue.

Lo + leído