En la aclamada y fascinante película de François Truffaut, de 1959, la inolvidable obra maestra en su debut como director, Truffaut abordó los problemas de la adolescencia a través de Antoine Doinel (interpretado por Jean-Pierre Léaud), reflejando las propias experiencias de su infancia, dejando una impresión duradera en todos nosotros.
Sesenta y cinco años más tarde, un eco de esa historia resuena en Francia, en el distrito 15 de París, donde los eventos han tomado un giro aún más sombrío. El 3 de septiembre, en el primer día de adaptación al preescolar, una niña de tres años fue reprendida por no querer ir a la escuela. La profesora, sin dudarlo, la golpeó violentamente en la espalda. La niña, con la espalda enrojecida, fue luego sometida a que le vertieran un líquido desconocido sobre la cabeza, mientras su profesora preguntaba: "¿No te hace sentir mejor?"
Se desconoce la naturaleza del líquido, pero la reprimenda continuó y la niña terminó en el suelo. Este acto de violencia, un golpe en sí mismo, requiere un manejo delicado, ya que es fácil excederse. La maestra, cercana a los 50 años, tenía suficiente experiencia, estaba acostumbrada a las rabietas infantiles.
¿Qué sucedía en ese colegio con esa profesora? La hija mayor del matrimonio también asistió allí, con la misma maestra, y ha confirmado que, en su época, la profesora tenía fama de golpear a los alumnos, aunque parece que nadie lo notaba.
El rector, Bernard Beiquier, afirma que la profesora no había tenido problemas de ninguna naturaleza antes, durante 50 años, ningún problema, y sin embargo, ya golpeaba a los niños. Esto también hace sospechar del control de las autoridades, lo cual es inquietante.
¿Cómo justifican su salario entonces con tal nivel de atención? Ahora se ha abierto una investigación ante el Consejo de Disciplina, lo mínimo que se podía hacer. ¿Debemos esperar resultados?
El incidente es espeluznante: una persona débil, sin defensa, llena de miedo, es golpeada por una persona mayor. Y además, su profesora. No sé si la UE ha tomado su defensa, prohibiendo la práctica de agredir o castigar a los niños. Sin embargo, esto aún no ha ocurrido en los colegios británicos.
Es necesario proteger a la infancia con todos los medios posibles. El Gobierno francés ha expresado sentirse avergonzado por la agresión. Pero esto no es suficiente; ahora es necesario adoptar medidas efectivas para que esto no vuelva a suceder. ¿Y si también se depuran las responsabilidades pertinentes?
El caso es tan grave que obliga a reflexionar, primero a Francia y luego a todos los demás países. A la Ministra de Educación francesa en funciones, Nicole Belloubet, le ha caído un problema considerable.
¿Podrá la víctima superar el grave trauma psicológico que ha sufrido? Seguramente sí, ya que posee todas las energías acumuladas, pero necesitará tiempo. Si no tenemos suficientes problemas sin necesidad, hay que buscar otro más en la vida de una pobre niña. Qué pena.
Es hora también de hacer un llamamiento a las autoridades para que cuiden de sus profesores, tratándolos bien profesionalmente, pagándoles el sueldo que merecen sin escatimar. Deben sentirse seguros en las aulas, respaldados por la autoridad que les confiere su conocimiento. Es importante considerar el número de alumnos por clase.
Una vez resuelto esto, no debería haber quejas. No se puede compensar el estrés o el agotamiento con los aprendices. Qué bonito e interesante es el término 'escuela' (escholé, en griego), que para los antiguos significaba 'ocio’, ‘tiempo libre'. ¿Para qué? Precisamente para aprender.
Una vez satisfechas las necesidades vitales, aún queda tiempo para aprender y pensar, algo que consideraban de gran importancia, no solo lo primero.
Mientras escribo estas líneas, leo en La Opinión de Murcia que en un colegio público de Cartagena una profesora, mientras daba un charla, se sintió molesta por la situación de una chica, a la que, al terminar, agarró de la sudadera, causándole lesiones en el cuello y reprochándole que "le gustan mucho los nenicos", arrastrándola al otro lado del pabellón, donde la tiró al suelo, provocándole más golpes.
La niña sufrió una crisis nerviosa y lloraba de forma convulsiva. Llevada a juicio, en este la profesora admitió esto, pero no haberla agredido. Ejercer violencia, ofrecer expresiones vejatorias y humillaciones es, sin duda, agredir. ¿Qué es entonces, si no es agresión?
Al final, la profesora fue condenada a pagar 600 euros por un delito grave de lesiones. Los hechos ocurrieron en abril de 2023, en presencia de alumnos y maestros. La chica se reía con sus compañeros durante una charla.
¿Qué está pasando en la escuela para que se llegue a esto? Vamos mal si no hay otros recursos para resolver tales situaciones. Las distracciones pueden ser molestas, pero no justifican la falta de control.
Parece que estamos nerviosos, que nos falta paciencia y somos intolerantes. Estas no son maneras aceptables de convivencia. Mientras tanto, ¿podemos asumir responsabilidades? La escuela no puede convertirse en un reformatorio, y ya el aprendizaje no debe ser a través de la violencia.
Ahora bien, ¿es posible que los discursos de odio estén llegando también a las escuelas? Hay demasiados ejemplos en las instituciones políticas y también en la sociedad. Cuidado con tomarlos a broma.