Fundamento y epítome de la literatura occidental, la Odisea atraviesa el tiempo y el espacio como si de un río inmenso se tratara, y acompaña al lector hacia un viaje tan mítico como real. Desde una óptica de la literatura de viajes, la obra de Homero ocupa una posición esencial, no sólo por su carácter épico sino también por la profundidad humana y psicológica que ofrece en sus innumerables peripecias.
El periplo que se describe en la Odisea, como en todo buen relato de viajes, va mucho más allá del mero desplazamiento físico. Estamos ante una auténtica travesía anímica, una odisea interna en la que el héroe debe enfrentarse tanto a monstruos externos como a los demonios de su propio ser. De tintes casi novelescos, la aventura comienza con Odiseo atrapado en la isla de Ogigia, prisionero de la ninfa Calipso, quien lo retiene con la promesa de la inmortalidad. De dimensiones épicas y literarias sobrehumanas, la Odisea es la historia del regreso desde Troya a Ítaca, donde le esperan su esposa Penélope, rodeada de pretendientes, y su hijo Telémaco. Tras la batalla, el héroe recorre el camino de vuelta, que se prolongará por diez años, los mismos que duró la guerra de Troya. Por mares peligrosos y tierras desconocidas, en el largo itinerario deberá lidiar con la tentación, la traición, los dioses y, sobre todo, consigo mismo.
La isla de Ítaca, su hogar, simboliza para Odiseo más que un simple lugar físico, un anhelo de paz. El viaje, como tal, se configura como una serie de obstáculos que, además de poner a prueba su destreza y coraje, lo sitúan frente a la fragilidad humana. Y es que, a lo largo de su periplo, Odiseo no sólo se enfrenta a monstruos y pruebas físicas, sino también a dilemas éticos y al amplio abanico de contradicciones y pasiones humanas. Las tentaciones de las sirenas, por ejemplo, reflejo de los deseos humanos, amenazan con desviarlo de su camino.
El retorno evidencia igualmente la transformación sufrida por el protagonista a lo largo del tiempo. No llegará el mismo hombre que partió a la guerra. En este sentido, la figura del héroe clásico se presenta bajo una luz diferente a la de otras epopeyas. Si bien Odiseo es un hombre audaz, inteligente y valeroso, también es alguien marcado por sus errores y limitaciones. Su viaje, por tanto, es una experiencia transformadora que le permite reconocer la importancia de la paciencia, la prudencia y la sabiduría adquiridas a través de los años. Nadie como Tennyson ha sabido reflejar la vivencia del héroe, cuando al final de su Ulises escribe: "Aunquemucho se ha gastado mucho queda aún; y si bien no tenemos ahora aquella fuerza que en los viejos tiemposmovía tierra y cielo, somos lo que somos: corazones heroicos de parejo temple, debilitados por el tiempo y el destino, más fuertes en voluntad para esforzarse, buscar, encontrar y no rendirse".
De una profunda belleza poética, la estructura del verso épico impregna el texto de una musicalidad envolvente que acompaña la travesía de Odiseo, amplificando su tensión y emoción. En última instancia, laOdisea es un viaje de autoconocimiento y redención. A través de paisajes desconocidos y aventuras fantásticas, se revela el verdadero significado de la vida de los hombres: el deseo de regresar a casa, a uno mismo, a los vínculos que lo definen. Aunque se trata de un relato de viajes, la Odisea es, sobre todo, una meditación sobre lo que significa vivir, amar, perder y regresar.
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
(Fragmento del poema "Ítaca", de Konstantinos Kavafis)