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Reino Unido no logra el cambio que esperaban tras casi 3 lustros de conservadores

22 de Mayo de 2025
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Reino Unido no logra el cambio que esperaban tras casi 3 lustros de conservadores

El electorado progresista de Reino Unido tiene muchas razones para estar descontentos cuando aún no se cumple un año de la victoria electoral de Keir Starmer y el partido laborista.

Cuando en 2024 se lograba por fin derrocar a un partido conservador que llegó al poder en mayo de 2010 muchos creyeron que por fin el país podría levantar cabeza y mirar al futuro con ilusión...o al menos se podría superar el estado de depresión causada por las decisiones de David Cameron, Theresa May, Liz Truss, Boris Johnson y Rishi Sunak, en una lista interminable de primeros ministros que fueron cayendo una tras otro por su incompetencia.

Todos conocemos ya el resultado del Brexit y como sus supuestas bondades y beneficios se han traducido en un desastre económico y social sin precedentes y todos pudimos igualmente pudimos comprobar la ilógica e imprudencias cometidas durante la pandemia priorizando los motivos económicos a los sanitarios en las diferentes fases de la pandemia.

Keir Starmer ahora está sufriendo el crecimiento del partido ultraderechista Reform UK y parece que muchos de sus movimientos de los últimos meses están dirigidos mas a impedir que la ultraderecha siga subiendo su electorado potencial en vez de aprovechar el tiempo en el gobierno británico para hacer políticas de izquierdas.

El primer ministro ha dejado claro con sus actos que no están entre sus objetivos el reforzar el sector público en quiebra, ni ayudar a la población en situación precaria, ni dar pasos atrás en el Brexit.

Sus decisiones en las últimas semanas serian mucho más esperables de un gobierno conservador y es que se está esforzando en dejar claro que es capaz de ir mucho más allá del “third way” de Tony Blair y cruzar esa línea en el centro del tablero para entrar de lleno en la parte derecha con unas decisiones que le costarán muy caras en el futuro.

En el panorama internacional Reino Unido no se moja y su falta de posicionamiento en el genocidio de Israel es absolutamente vergonzoso, pero en sus decisiones internas el gobierno de Starmer es igual de decepcionante.

Hace unas semanas tras una sentencia del Tribunal Supremo que definió legalmente a una mujer como "una persona adulta de sexo femenino", Starmer declaró que "una mujer es una adulta de sexo femenino", distanciándose de su declaración anterior de que "las mujeres trans son mujeres". Este cambio ha sido interpretado como una alineación con la interpretación legal del tribunal, que excluye a las mujeres trans de la definición legal de "mujer" en el Acta de Igualdad de 2010.

El primer ministro Keir Starmer expresó su satisfacción con la sentencia, afirmando que proporciona "claridad" y permite a los servicios públicos ajustar sus políticas en consecuencia contradiciendo el sentir general dentro de su partido. Por su parte, la ministra de Igualdad, Bridget Phillipson, declaró que el gobierno continuará protegiendo los espacios segregados por sexo basándose en el sexo biológico, destacando que la sentencia ofrece "claridad y confianza para las mujeres".

Esta decisión de apoyar la controvertida decisión del Tribunal Supremo es una muestra más de que Starmer va de por libre y hace lo que le place y poco le importan los posicionamientos tradicionales de su partido.

La lista de desagravios hacia el electorado medio de su partido sigue aumentando semana tras semana y su decisión de ir metiéndose en todos los charcos le va acercando a uno de sus predecesores en el cargo: Boris Johnson.

Sin llegar al histrionismo y maneras trumpistas del bueno de Boris, Starmer ha eliminado en un periodo corto de tiempo toda esperanza de salir de un pozo en el que Reino Unido decidió meterse en aquel julio de 2016.

El genocidio de Israel en Palestina, el Brexit y ahora los derechos de las personas trans se van sumando a los recortes de ayudas a los más desfavorecidos, recortes de personal y recursos en el sector público o la decisión esta semana de castigar a la inmigración con decisiones que solo tomarían partidos de ultraderecha.

Starmer ha adoptado una postura más restrictiva respecto a la inmigración en comparación con su retórica anterior, lo que ha generado críticas tanto de sectores progresistas como conservadores.

Uno de los cambios es el tiempo mínimo de residencia legal en el Reino Unido para que un extranjero pueda solicitar la nacionalidad británica que ahora se duplicará de cinco a diez años, buscando así reducir la migración neta y disminuir la dependencia de mano de obra extranjera…¿quien va a hacer los trabajos que los británicos no quieren hacer?

Las modificaciones que se están proponiendo forman parte del volantazo de su gobierno en temas de inmigración y que en su primer borrador titulado "Restaurando el control sobre el sistema migratorio", también incluye aumentar los requisitos de conocimiento del idioma inglés para todas las rutas migratorias, restringir los visados para trabajadores del sector de la atención social, reducir el periodo de estancia post-estudio para estudiantes internacionales de dos años a 18 meses y endurecer las políticas de deportación, permitiendo la expulsión de individuos condenados por delitos menores.

No ha hecho falta que llegue Nigel Farage al gobierno de Reino Unido para que ya dirija de cierta manera el destino de Reino Unido gracias a un Keir Starmer que con el objetivo de intentar frenar a la ultraderecha opta por actuar como un primer ministro dispuesto a contentar a los populistas y xenófobos.

Tanto para los laboristas como para los conservadores no hay prisa por tener elecciones generales. Ambos partidos esperan que, para entonces, Reform UK vaya perdiendo fuelle, pero si no fuera así veremos cómo los máximos representantes del bipartidismo en Reino Unido lucharán por los votos de esa parte del electorado descontenta con la política actual y que fácilmente se decantan por culpar al diferente ya sea inmigrante, trans o cualquier persona en situación precaria logrando que todo el tablero se vuelque hacia la derecha.

La izquierda se derechiza y se legitiman posiciones que no deberían formar parte del juego democrático.

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