Las relaciones humanas son de una variedad sorprendente, y tienen todos los matices posibles. Van desde las platónicas hasta las crueles, las amistosas en todos sus grados y las pasionales.
Podemos ver una pauta general, diferenciar las que se producen y se desarrollan con predominio del corazón, a las que tienen un componente esencialmente egoico.
Las que buscan un beneficio personal, o grupal, y las que en lo que se hace es por todos nosotros, o incluso por todo lo que existe.
Y sin duda no es igual, ni incluso para el/la que lo hace, porque de una manera crecerá como ser humano al mostrarse dispuesto a colaborar y a compartir, y de otra solo obtendrá el beneficio material o inmaterial de su acción, no sabemos a que costo. Y se crece cuando se comparte porque uno demuestra dar mas valor a la persona o a la causa que defiende que el apego que tiene a lo que se desprende, sea tiempo o dinero o cualquier cosa.
La filosofía Vedanta Advaita enuncia que los dos problemas del ser humano son el yo, y lo mio, con los que se tiene una gran identificación y se quieren proteger de todos los modos posibles, pero que tienen unas cadenas que nos atan al mundo y no nos dejan ver las cosas como son.
Y el libro: “La voz del silencio” de H.P. Blavatsky nos hacer ver que “la realización es hija de las buenas obras”.
Es de capital importancia la acción desinteresada, ya que en ella, el ego pierde su razón de ser, su fuerza y el alimento que le da vitalidad y se debilita, dándonos más equilibrio, lucidez y capacidad de conducir nuestra vida de acuerdo a unos intereses más amplios.
El mandato cristiano de ama a tu prójimo como a ti mismo también va en la misma dirección. El servicio es la más alta de las dignidades, y en las sociedades modernas, la inmensa mayoría está realizando algún servicio de un tipo o de otro, lo que redunda en beneficio de todos. Claro que hay niveles, y algunos servicios son nocivos.
En última instancia, lo que hace a las sociedades más sabias debería estar en la cima de la excelencia, sencillamente porque es lo más útil para que éstas vivan mejor y de acuerdo a unos criterios más válidos, porque como decía H. Ford “No hay nada más practico que una buena teoría”. Sin embargo, la filosofía tiene más de paradigma que de axioma, y sus ladrillos sólidos están difuminados por un humo de creencias vagas. Cuando a esta humanidad se le abran los ojos, entenderá, por fin, verdades que siempre estuvieron a la vista, pero que solo el sufrimiento hacia ver en el mejor de casos.
Las relaciones son un mundo de espejos muchas veces, en el que se ve en el otro aquello que no veo en mi mismo, o que lo niego.
Otras son de sueños, de aspiraciones a lo que me gustaría ser. A veces proyectamos en los demás tanta energía que los hacemos subir y subir, otras se la podemos restar con palabras o con nuestra actitud. En todo caso, disfrutemos de ellas porque muchas veces son fugaces, y lo que quisiéramos haber dicho o hecho ha quedado ya en el pasado y no será ya vivido. Y abrámonos a lo diferente que está lleno de tesoros escondidos.