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La "repesca" para ir al cielo

07 de Septiembre de 2025
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cielo

Nadie puede hacer una biografía de Dios, como es obvio, pero sí del concepto de Dios en la historia. Lo mismo podemos decir de la idea del cielo y la del infierno. Podemos recoger la forma en que autores de diversas épocas han imaginado ambos aspectos del más allá. Sucede lo mismo con ese estado intermedio destinado a las almas que no se han ganado la condenación eterna pero no pueden ir directamente al paraíso. Antes han de pasar por un periodo de purificación que puede acortarse gracias a la intercesión de los vivos con sus oraciones, sus misas o sus buenas obras. El nacimiento del purgatorio (Akal, 2025), es un estudio clásico sobre cómo surgió este peculiar espacio de la geografía sobrenatural. Lo debemos a la pluma de Jacques Le Goff (1924-2014), uno de los medievalistas más grandes de todos los tiempos.

El lector no encontrará un cuerpo teórico perfectamente definido y tal vez piense que existen demasiados cabos sueltos. Eso no es culpa del autor porque el tema, por definición, no se presta a demasiadas concreciones. En la doctrina cristiana, hay que distinguir entre el juicio particular, cuando el difunto va al cielo o al infierno y el juicio final, que afecta a la humanidad entera. Será en este momento cuando se produzca la resurrección, entendida como el regreso a la vida de los cuerpos.

No tenemos rastros del purgatorio en la Biblia, a excepción de unos pocos textos difíciles de interpretar. Como muestra Le Goff, este “tercer lugar” surgió en el Occidente medieval en el siglo XII, cuando aparece el término purgatorium,  y conoció una rápida difusión un siglo más tarde.

En la etapa más temprana del cristianismo se reflexionó sobre la posibilidad de que algunos pecadores, tras la muerte, pudieran salvarse, pero todavía nadie imaginaba la existencia de un espacio concreto destinado a ese objetivo. Posiblemente, los primeros monasterios cristianos, en Egipto, se inspiraron en textos anteriores donde se dividía a los fallecidos en tres categorías: buenos, regulares y malos. Lo que aún no se había inventado era el proceso de purificación.

En la Edad Media, el purgatorio no fue solo el fruto de la reflexión intelectual de los teólogos. También constituyó un arma en la lucha contra la herejía, en manos de las órdenes mendicantes. Disidentes como los cátaros rechazaban de plano la existencia del espacio intermedio entre paraíso e infierno. Por tanto, desde su punto de vista, todos los ruegos de los vivos en favor de los muertos resultaban perfectamente inútiles. Más tarde, en el siglo XVI, los protestantes compartirán esta opinión crítica.  

¿Qué tipo de personas eran las que podían optar a la “repesca” para ir al cielo? No las que habían cometido pecados mortales sino las que solo los tenían veniales, es decir, de menor importancia. Los que se podían perdonar, en definitiva. Esa era la enseñanza de los teólogos, pero Dante, en su Divina Comedia, siguió un criterio distinto y habló de purgar los pecados capitales. A su juicio, el purgatorio venía a ser un infierno temporal. Como bien señala Le Goff, nadie ha abordado este tema con más talento literario en toda la historia de la humanidad.

El nacimiento del purgatorio, en suma, nos adentra en el proceso de invención de un concepto teológico a través de un estudio exhaustivo por toda clase de autores. Tal vez el tema nos pueda parecer un tanto tétrico, como todo lo que tiene que ver con la muerte. Pero, si lo pensamos bien, lo que encontramos es una historia optimista. Lo que tantos pensadores afirman es que las segundas oportunidades existen incluso en el más allá. No es una mala conclusión.   

 

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