El pasado 13 de agosto apareció en el ABC un artículo del almirante retirado Javier Pery Paredes a propósito de la exhumación del almirante Salvador Moreno Fernández del Panteón de Marinos Ilustres de la Armada (PMI). Por sus alusiones personales y por las acusaciones vertidas sobre la Asociación por la Memoria Militar Democrática (AMMD), la cual me honro en presidir, así como sobre el movimiento memorialista en general, me veo en lo obligación de responder.
Se queja el autor del papel que han jugado en este desenlace las demandas de la AMMD y de lo que a su entender resulta “la punta de un iceberg para romper la neutralidad política de la institución con muchas otras actuaciones y que parecen orientarse a quebrar los principios por los que se rige la milicia: jerarquía, obediencia, disciplina, espíritu de servicio...”.
El almirante Pery parece ignorar que son precisamente todos esos principios a los que alude los que fueron flagrantemente quebrantados por los militares que se rebelaron contra el gobierno legal y legítimamente constituido de la Segunda República, al que debían obediencia y estaban obligados a defender; y que con su rebelión, provocaron el colapso del único proceso genuinamente democrático, no tutelado por las élites, de nuestra historia.
También ignora que la neutralidad democrática debe entenderse como respeto por igual a todas las opciones políticas de las que legalmente se ofrecen a la ciudadanía para gestionar sus intereses, pero que de ninguna manera puede extenderse al reconocimiento como válidas de opciones que preconizan el uso de la violencia para neutralizar políticas no deseadas.
Sabe muy bien el autor que eso es lo que hizo, entre otros, el almirante Salvador Moreno. Puede que en el historial profesional de éste puedan identificarse hechos sin duda memorables y hasta encomiables, pero de ninguna forma pueden ocultar y convalidar la grave responsabilidad que le incumbe como corresponsable de la rebelión militar y, en consecuencia, no puede ser aceptado como un militar ejemplar y modelo para las futuras generaciones.
Tiene su familia derecho a trasladar los restos de su deudo a donde mejor le parezca y así debió hacerse hace muchos años, pero siempre fuera de un espacio público en el que se honra a los marinos ejemplares. Sin embargo, dice bien poco de la determinación del Ministerio de Defensa para hacer cumplir de oficio la Ley de Memoria Democrática (LMD), que obliga a todas las administraciones a eliminar la simbología franquista y que todavía permite la presencia de otros dos almirantes franquistas en el PMI.
En modo alguno la LMD es un “arma final para zaherir la memoria por quienes no pueden superar la derrota militar”, como sostiene el almirante Pery. No. Esta Ley, con todas sus limitaciones, es un modesto intento de reconocer el sufrimiento y dar reparación moral a quienes fueron víctimas de un despiadado golpe de estado, de una guerra civil impuesta con la colaboración de las potencias del Eje, de una represión para exterminar a quienes no pensaban como ellos y de una dictadura que se prolongaría casi 40 años.
No somos los vencidos de una guerra: somos los miembros de una sociedad que desea vivir en paz y sin miedo a las veleidades autocráticas de militares salvapatrias y que desean mirar de frente a su propia historia para reconocer los errores, las injusticias y los crímenes. Para ello, hay que denunciar con nitidez cuantos símbolos y manifestaciones de exaltación de sus responsables perviven. Casi 90 años después de iniciarse esta catástrofe, resulta inconcebible que haya que recordar esta evidencia.
En cuanto a las alusiones personales, se me acusa de instigar “… a través de cauces comunistas iniciativas que en nada sirven para mantener el sosiego de los españoles en estos tiempos de mudanza global”. Por una parte, debería explicar Pery a qué se refiere con “cauces comunistas”, puesto que cuanto he hecho ha sido con el concurso de ciudadanos libres constituidos en una asociación y sin vinculación a partido político alguno. Por otra parte, el almirante Pery parece deslumbrado por la obsesión del totalitarismo genocida del comunismo; que la UE haya emitido una declaración de condena equiparando nazismo y comunismo, por decreto y al margen de cualesquiera consideraciones de historiadores e investigadores, no es otra cosa que una construcción de la propaganda, en su delirio antirruso, para sostener una guerra ajena que nos lleva a desastre.
También se me atribuye que “dejó la milicia para alistarse clandestinamente en la política”. Falso. Nunca he militado en partido político alguno, aunque debo decir que siempre he tenido ideas propias que no casaban bien con las de la mayoría de mis compañeros de armas. Y por si les preocupa, no tengo empacho alguno en relacionarme con grupos que seguramente muchos consideren fuera de la ley a partir de tal declaración.
No; los principios básicos de toda democracia no “se perdieron en la ofuscada memoria de quienes insisten en que hay un déficit democrático”. Se perdieron en quienes insisten en reconocer a los militares rebeldes como héroes de la patria. Y sostengo que hay un déficit democrático cuando las manifestaciones de extrema derecha y a rebelarse contra el gobierno por parte de militares de alta graduación se repiten recurrentemente, con la tolerancia más o menos explícita del Ministerio de Defensa; y cuando éste no acomete por propia iniciativa sus obligaciones para expurgar de las Fuerzas Armadas todos los elementos de exaltación a la figura de militares que se rebelaron contra el gobierno y que participaron en los más crueles actos de represión.