Eduardo Luis Junquera Cubiles

Rusia, el epicentro de la desinformación (I)

09 de Junio de 2024
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Rusia

La desinformación se está revelando como uno de los problemas más graves del siglo XXI, con suficiente capacidad para desestabilizar las democracias. Si bien siempre han existido las noticias falsas, en un pasado no tan lejano tardaban años en consolidarse, mientras que ahora, por medio de las redes sociales y las nuevas tecnologías, principalmente los teléfonos móviles, cualquier contenido engañoso puede elaborarse y diseminarse por todo el planeta en apenas horas, influyendo en la opinión pública y los procesos electorales. La difusión masiva de desinformación socava la confianza en la democracia, echa por tierra los consensos y puede causar tensiones y conflictos sociales graves y persistentes si tenemos en cuenta que, según el Informe digital 2021 publicado por Hootsuite y We Are Social en enero de 2022, “el 55,1% de la población mundial, alrededor de 4.300 millones de personas, emplea de forma habitual una red social”. Sirva como ejemplo el hecho de que Trump llegó a ordenar el asalto al Capitolio días después de perder las elecciones, pero, incluso cuando consiguió su objetivo de desestabilizar Estados Unidos, su influencia se vio considerablemente mermada en el momento en que Twitter cerró su cuenta. Esta medida sirvió para serenar, al menos de forma temporal, la vida política estadounidense y nos da una idea de la extraordinaria importancia de que las redes sociales impongan controles para evitar las noticias falsas y los discursos de odio.

Todos los partidos ultraderechistas que existen en el mundo siguen agendas políticas similares y han estado vinculados de una u otra forma a las noticias falsas. Los informes publicados en febrero de 2023 por los centros de estudios de la Alliance for Securing Democracy y el Atlantic Council (dos laboratorios de pensamiento estadounidenses, siendo el segundo más progresista) pusieron de manifiesto la alianza entre la extrema derecha trumpista y grupos nacionalistas europeos de diversa índole como el de Orbán, en Hungría, el de Le Pen, en Francia, o el partido Ley y Justicia, en Polonia. A ellos debemos sumar movimientos ultra reaccionarios como el de Bolsonaro, en Brasil, que actúan en sinergia con las corruptas iglesias evangélicas, y el del neoliberal Milei, en Argentina. Juntos, forman un acuerdo a escala planetaria y tienen en común a Putin como aliado ideológico y, en ocasiones, como financiador. Rusia ha ejercido una influencia decisiva como emisor y propagador de noticias falsas y confusión en algunos de los acontecimientos clave de los últimos años: el Brexit, las elecciones que llevaron a Trump al poder en 2016 o la crisis secesionista en Cataluña, en 2017. Estos eventos son en su origen ajenos a Rusia, pero el Kremlin los aprovecha para agravarlos y generar más inestabilidad en Occidente.

Desde la óptica imperialista de Rusia y su larga tradición autoritaria, estos movimientos disruptivos no se producen gracias al respeto a la pluralidad y la discrepancia presentes en las democracias occidentales, sino debido a su decadencia. Este discurso contra la democracia ya tenía lugar en la Unión Soviética en tiempos de Stalin y se resumía en la consigna de que los sistemas democráticos no funcionaban, entre otras cosas porque sus instituciones eran corruptas. Los actuales dirigentes políticos rusos no hacen sino renovar ese mensaje poniendo de relieve que lo contrario de ese Occidente en declive es la Rusia fuerte (autocrática). Una de las estrategias “informativas” de Rusia consiste en enturbiar debates muy enconados que ya tenían lugar en Occidente y que poseen la suficiente capacidad de generar división y grandes tensiones en la sociedad, como el concepto de familia, el papel de la mujer en el mundo actual, los derechos de la minoría LGTB, la separación entre iglesia y Estado o los límites de la libertad de expresión. Estos conflictos son los caldos de cultivo preferidos por el Kremlin con el objetivo de agravarlos para que Putin salga fortalecido y se erija como el gran valedor de los valores ultraconservadores y cristianos en el mundo y como el único líder que busca un nuevo orden mundial más justo en el que los países siempre menospreciados del Sur Global vean atendidas sus reclamaciones. Siento desilusionar a quienes crean en estas ideas: los imperios no se guían por razones humanistas, sino por intereses económicos, geoestratégicos y puramente pragmáticos, y la Rusia de Putin no es una excepción. Pese a su empeño en prestigiarse por medio de unas elecciones “libres”, la democracia es un concepto constantemente despreciado y pisoteado por el presidente ruso.

El inacabable aluvión de falsedades que permanentemente difunden los brazos ideológicos del Kremlin, el canal televisivo RT y la “agencia de noticias” Sputnik, junto a otros cientos de medios financiados por Rusia en el exterior tiene como objetivo erosionar la confianza de los europeos y estadounidenses en sus instituciones democráticas y hacer que los ciudadanos no crean en los medios de comunicación que tienen parámetros de periodismo exigentes y honestos. Si no sabemos diferenciar lo verdadero de lo falso, perderemos la confianza en políticos e informadores y seremos ciudadanos más manipulables. Para Putin, cualquier medio que aumente el ruido y la confusión y que genere en la sociedad la sensación de que todo es una conspiración por parte del Estado es válido. Un ejemplo fueron los innumerables medios de comunicación financiados por Rusia dedicados a difundir bulos acerca del Covid-19 durante la pandemia. Muchos de esos infundios tenían una apariencia científica e incluso estaban redactados de forma impecable, mientras que otros adolecían de un carácter ridículo y grotesco, pero lograron lo que Putin deseaba porque el flujo constante de noticias falsas fue de tal magnitud que buena parte de la sociedad comenzó a mostrarse escéptica. En paralelo, en los últimos años se han financiado algunos movimientos separatistas para crear inestabilidad política y debilitar la cohesión social dentro de la Unión Europea y Estados Unidos, donde RT América dio voz de manera habitual a los secesionistas de Texas hasta el fin de sus emisiones, en marzo de 2022.

La narrativa difundida por Rusia a través de sus medios afines afirma que el desempeño de la gestión política es igual en todos los países del mundo: todos los políticos son corruptos; los derechos humanos se violan por igual en todas las naciones (la diferencia es que los políticos occidentales ocultan estos hechos); y la democracia no existe en ningún lugar, ni siquiera en estado embrionario. Líderes afines a Putin como Trump, Milei o Bolsonaro se presentan como nobles idealistas que luchan de forma heroica por un mundo mejor, pero la realidad es que se trata de políticos ultraconservadores que potencian las noticias falsas y promueven la idea de que los procesos electorales están viciados para evitar su victoria porque son contrarios a las perversiones que las democracias ofrecen (respeto por la minoría LGTB, por la libertad de expresión y manifestación, lucha feminista, Estado laico, corrección por parte del Estado de la desigualdad y la pobreza, etcétera). No se engañen: la ofensiva rusa por imponer su relato tiene como objetivo debilitar el proyecto de la Unión Europea y acabar con las democracias liberales, como primeros pasos para terminar también con el Derecho Internacional y el Derecho Humanitario. Un mundo en el que la única ley sea la de la fuerza y no existan límites éticos es el sueño de todos los tiranos de todas las épocas.

En el actual marco de gran actividad a nivel mundial de agentes de propaganda financiados por el Kremlin, las autoridades checas anunciaron el pasado mes de marzo el desmantelamiento de una red de desinformación financiada por Rusia para influir en la Unión Europea. Se trata de Voice of Europe, una plataforma de artículos, análisis y entrevistas ubicada en Praga, uno de los tradicionales centros utilizados por el espionaje ruso para expandir su influencia en Europa. Esta red difundía noticias falsas sobre Ucrania y su sesgo era inequívocamente ultraderechista. Antes de desaparecer de Internet, sus responsables se negaron a atender los requerimientos de la prensa para explicar sus actividades. Citando fuentes de inteligencia, los medios checos afirmaron que Voice of Europe pagó a políticos de Alemania, Francia, Polonia, Bélgica, Países Bajos y Hungría para influir en las elecciones al Parlamento Europeo del 9 de junio de 2024, socavando la confianza de los ciudadanos en las instituciones. El semanario alemán Der Spiegel reveló que el dinero fue entregado en Praga en efectivo y en criptomonedas. Las investigaciones de los servicios secretos checos dejan claro que tras Voice of Europe están dos oligarcas vinculados al Kremlin, Viktor Medvedchuk, de origen ucraniano, implicado en otras campañas de desinformación en Ucrania y extremadamente cercano al presidente Putin (es padrino de su hija), y Artem Martzhevsky, considerado el gestor principal del sitio web.

El primer ministro belga, Alexander de Croo, alertado por sus servicios secretos, también ha llamado la atención sobre las prácticas de Voice of Europe, aunque no ha revelado los nombres de los eurodiputados investigados. Los informes señalan que Voice of Europe ha organizado debates y conferencias y publicado entrevistas y artículos de diputados, eurodiputados o candidatos al Parlamento Europeo de los partidos ultraderechistas Alternativa para Alemania (AfD), Reagrupamiento Nacional —la formación de Marine Le Pen—, la FIDESZ del húngaro Viktor Orbán o la Liga italiana de Matteo Salvini, entre otros. Todo ello encaminado a dar voz y visibilidad a los políticos ultraderechistas, enemigos declarados de la Europa democrática y del proyecto de la Unión Europea, así como de cualquier organismo multilateral. Si bien RT y Sputnik fueron sancionados días después de la invasión de Ucrania en la Unión Europea y Estados Unidos, no es menos cierto que medios financiados por personas u organizaciones vinculados de una u otra forma a Rusia continúan operando en las redes con total impunidad. Se trata de medios de propaganda cuya apariencia es respetable e incluso solvente, pero su único objetivo es crear confusión y defender los intereses de Putin. Uno de ellos es Unz Review, una página web que parece ser un laboratorio de pensamiento, pero que fue desenmascarada en 2021 por EUvsDisinfo, un equipo de expertos con amplia experiencia en comunicaciones, periodismo, ciencias sociales y estudios rusos, que forma parte del servicio diplomático de la Unión Europea y está dirigido por el Alto Representante de la Unión. EUvsDisinfo demostró que al menos la mitad de los articulistas que escribían en Unz Review, que firmaban como prestigiosos expertos franceses y alemanes en geopolítica no existían.

Un caso parecido al de Voice of Europe tuvo lugar en Estados Unidos entre mediados de 2023 y comienzos de 2024, cuando surgieron varios sitios web cuyas cabeceras imitaban a las de los diarios estadounidenses anteriores a Internet con el fin de obtener credibilidad y una mayor difusión en las redes sociales: New York News Daily, D. C. Weekly, Clear Story News, Chicago Chronicle y una publicación más reciente, Miami Chronicle. No se trata de medios locales, aunque sus nombres hagan referencia a ciudades concretas, sino de páginas webs rusas. Este intento de injerencia rusa no constituye un fenómeno nuevo: al menos desde las elecciones de 2016, que dieron la victoria a Trump, Rusia está intentando influir en la política estadounidense. Según investigadores del Gobierno, estos sitios web serían el embrión de una red creada con el fin de difundir noticias falsas antes de las elecciones del próximo mes de noviembre, que enfrentarán de nuevo a Trump y a Biden. Patrick Warren, codirector del Centro de Medios de la Universidad de Clemson, especializado en las estrategias de desinformación rusas, afirma que los avances en inteligencia artificial facilitan la difusión de noticias falsas haciendo que los contenidos sean aún más específicos. Aunque en la web del Miami Chronicle se dice que informa desde 1937, la web aparece por vez primera el 26 de febrero de 2024. Por los registros de la Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números, que supervisa los dominios, sabemos que las webs del Chicago Chronicle y del New York News Daily, fueron creadas el 18 de enero de 2024. En diciembre de 2023, los investigadores de la Universidad de Clemson hicieron públicos los vínculos del sitio web D. C. Weekly con el Kremlin, y fue entonces cuando empezaron a aparecer discursos a favor de Rusia en el Clear Story News, que había sido creado en octubre. Las webs de estos medios están mal elaboradas, sus informaciones de contacto son falsas e incluso algunas de las imágenes que publican tienen el nombre ruso original. Sus estrategias reproducen patrones previamente utilizados por el Kremlin que consisten en manipular noticias que aparecen en agencias menores, para después amplificarlas por medio de agencias de noticias rusas y cadenas de televisión. Por poner un ejemplo: coincidiendo con la visita a la Asamblea de Naciones Unidas del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, el 18 de septiembre de 2023, D. C. Weekly publicó la noticia falsa de que él y su mujer habían adquirido joyas por valor de más de un millón de dólares en la tienda Cartier de Nueva York. D.C. Weekly afirma contar con una plantilla de 17 periodistas, pero si buscamos sus datos en cualquier motor de Internet parecen ser personas ficticias.

El antecedente de estas operaciones en Estados Unidos lo encontramos en 2015, pero hubo que esperar a 2018 para que el director del FBI, Robert Mueller, hablase por primera vez a los estadounidenses de la Agencia de Investigación de Internet, un medio creado en 2013 por Yevgeny Prigozhin, fundador del grupo de mercenarios Wagner, que murió al estrellarse su avión en la región de Tver, al noroeste de Moscú, el 23 de agosto de 2023, dos meses después de liderar una rebelión militar contra Putin. La principal misión de la Agencia de Investigación de Internet, que comenzó a operar en Estados Unidos en 2015, era influir en la política acercando a los votantes a Trump. El mismo día que Robert Mueller alertó de las actividades de este medio, el Washington Post entrevistó a una de las personas que habían trabajado en él entre noviembre de 2014 y febrero de 2015. Se trataba de Marat Mindiyarov, un profesor desempleado de 43 años, que fue contratado por la Agencia de Investigación de Internet en su sede en San Petersburgo, un edificio de cuatro pisos en la calle Savushkina. Mindiyarov relató que su trabajo consistía en navegar por Internet y escribir su punto de vista en las secciones de comentarios de las noticias o en las columnas de opinión. Pero esas “opiniones” no eran suyas: eran propaganda elaborada por sus jefes que él debía reproducir en lenguaje coloquial en todas las páginas rusas que fuera posible. Rusia había sido sancionada tras la anexión ilegal de Crimea en marzo de 2014 y sus troles se dedicaban de forma exhaustiva a recorrer las secciones de comentarios de la prensa rusa dando a entender que la vida en Rusia era idílica y que las sanciones de Occidente no tendrían un efecto importante en el país. Según Mindiyarov, en cuanto una determinada noticia aparecía en los medios rusos, se inventaban comentarios para crear una sensación de apoyo a Rusia. Quienes lo hacían eran verdaderos ejércitos de troles de entre 300 y 400 personas que trabajaban 12 horas al día, en turnos diurnos o nocturnos, en varias habitaciones de la Agencia de Investigación de Internet donde escribían con órdenes estrictas, como producir 135 comentarios de 200 caracteres cada uno para cada noticia. La estrategia era tan burda como simple: a un comentario negativo ficticio de un trol que criticaba a Rusia le seguían varios que parecían replicar con pruebas de lo contrario, hasta que el “crítico” cambiaba de opinión y reconocía las maravillas de vivir en la Rusia de Putin. Cada trol recibía 700 dólares de 2014. Las llamadas granjas de troles rusas continúan operando de forma habitual en la más completa impunidad en Facebook, Instagram y la antigua Twitter.

Hay más ejemplos debido a la incesante ofensiva del Kremlin en las redes. Rusia financia cientos de medios que, aunque difieren en sus líneas editoriales, están del lado de Putin de manera inequívoca. La audiencia que cubren es amplísima y, dependiendo de nuestra ideología, pueden dirigirse a nosotros de forma específica. En los ambientes de extrema izquierda, por ejemplo, se considera que apoyar a Putin es apoyar la lucha contra el imperialismo estadounidense, y Rusia ha creado páginas webs dirigidas a estos grupos. Los nostálgicos del comunismo de todo el mundo, que simpatizan con la Unión Soviética que se alzó sobre el nazismo también leen sus propios medios, varios de ellos financiados por Rusia. Si usted desconfía del Estado como ente regulador de la economía y aboga por la libertad total para las empresas, Rusia tiene una web que le interesará consultar. Si usted cree en descabelladas teorías de la conspiración, que dicen que Occidente está gobernado por reptilianos, vampiros, y extraterrestres, los especialistas rusos en elaborar noticias falsas sabrán captar su atención. Los ultraconservadores preocupados por el avance de los derechos de la minoría LGTB, que creen a pies juntillas que el objetivo de los gobiernos democráticos es convertir en homosexuales a todos los ciudadanos por medio de un agresivo adoctrinamiento son otro público específico que hallará una página web a medida surgida de las entrañas del Kremlin. Si usted piensa que pertenece a un selecto grupo de ciudadanos extremadamente preocupados por la verdad, que disponen de datos que solo ustedes conocen y que, naturalmente, ignoran todos los Estados del mundo, Rusia ha elaborado webs a su medida. Los mensajes dirigidos de forma específica al pueblo ruso enfatizan la necesidad de preservar valores como el de la familia tradicional frente a la decadente cultura occidental, dominada, según la narrativa del Kremlin, por élites de pederastas y homosexuales. Por descabellado que pueda parecer, este mensaje está presente desde hace años en la política rusa, por eso no es de extrañar que Putin justificase la invasión de Ucrania definiendo a su gobierno, democráticamente elegido, como una “banda de drogadictos y neonazis que se instaló en Kiev y tomó como rehén a todo el pueblo ucraniano”. Se ha normalizado una narrativa que deshumaniza y niega cualquier virtud o reconocimiento a todo aquel que Putin considera enemigo.

Muchas de las campañas de desinformación que se desarrollan en la actualidad utilizan restos del conglomerado de medios de comunicación creado y dirigido por Yevgeny Prigozhin, que estableció en África una red de organizaciones con el fin de expandir la influencia rusa y explotar recursos naturales en detrimento de Francia. Para ello, Prigozhin usaba nombres que hacían referencia a la libertad o la cooperación, una forma de blanquear sus actividades criminales. Entre ellos se encuentra la Asociación para la Libre Investigación y la Cooperación Internacional (AFRIC, por sus siglas en inglés), sancionada por Estados Unidos; el grupo ruso de expertos Fundación para la Protección de los Valores Nacionales (FZNC, por sus siglas en inglés), también sancionado por Washington; y Media Afrique TV, un medio de comunicación en francés con sede en Camerún que tiene vínculos con AFRIC. En realidad, AFRIC es una empresa fachada creada con el fin de lavar dinero y dar cobertura a las operaciones de Prigozhin en África. Algunas de sus actividades incluían el patrocinio de misiones falsas para la monitorización electoral en Zimbabue, Madagascar, la República Democrática del Congo, la República Centroafricana, Sudáfrica y Mozambique, así como la difusión de desinformación a favor del Kremlin en el continente africano. El grupo Wagner tiene oficialmente desplegados 5.000 efectivos en cinco países de África: Sudán, Burkina Faso, República Centroafricana, Mali y Libia. El Ministerio de Defensa ruso también controla el grupo de mercenarios Patriot, que ha extendido la influencia rusa a Burundi, Gabón, Siria y Yemen. En Libia, República Centroafricana y Mali se han documentado ejecuciones sumarias, torturas y violaciones de los miembros de Wagner, según la Oficina de Derechos Humanos de la ONU.

Los resultados en el campo económico no se han hecho esperar: la República Centroafricana ha concedido a Wagner derechos de explotación por 25 años de la mina de oro de Ndassima, que tiene reservas por valor de 1.000 millones de dólares y que le podría suponer ingresos de 100 millones de dólares anuales, según el Instituto IPIS, dedicado a la resolución de conflictos, la conservación de la paz y la protección de los derechos humanos en África. En Sudán, Wagner también explota minas de oro cuyas empresas pantalla exportan primero a Abu Dhabi y luego a Rusia para ayudarla a evadir las sanciones occidentales. El grupo tuvo acceso al oro sudanés tras prestar apoyo en 2017 al dictador Omar al-Bashir, desplegando 500 combatientes para sofocar las protestas sociales. La extracción del preciado mineral lo lleva a cabo la empresa Meroe Gold, subsidiaria de M-Invest, entidad pantalla de Wagner en Sudán, sancionada en 2020 por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos como parte del entramado urdido por Prigozhin para evadir las sanciones estadounidenses. Según informes de la Institución Brookings, nombrada en varias ocasiones por la Universidad de Pensilvania como el laboratorio de pensamiento más importante del mundo, Moscú habría recibido también una base naval en el Mar rojo. Hace exactamente un año, la CNN informó de 16 vuelos con toneladas de oro de contrabando que habían llegado a Moscú procedentes de Sudán en el último año y medio. Esos vuelos no recibieron inspecciones y usaron un código militar para eludir seguimientos. Wagner también controla dos bases militares aéreas en la región libia de Cirenaica, desde donde envía tropas a Mali y Sudán y protege las instalaciones de gas y petróleo que el general libio Khalifa Hafter controla desde Bengasi. Rusia está intentando infiltrarse también en Camerún, Guinea Ecuatorial, Zimbabue, Kenia y Suráfrica, y en todos los lugares la estrategia es la misma que utiliza en el resto del planeta: agravar los problemas y tensiones de todo tipo a través de las noticias falsas.

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