Metidos en el lío de los pactos malabares, la doble lectura de cualquier cosa que digan los políticos se impone como estrategia mental imprescindible para entender las geometrías variables de sus líneas rojas, cordones sanitarios y demás juegos con palabras.Imposible escribir dos líneas sin regresar a Catalunya, y especialmente desde que la semana pasada alguien importante de la ONU le dijera a Sánchez que cuando se trata de Derechos Humanos no sirve escudarse en justicias locales ni en separaciones de poderes de las de andar por casa. Si la consecuencia de aplicar tus propias leyes, por muy democráticas que sean, es que se violan derechos principales, hay que cambiar las leyes y todo lo que sea necesario.Por eso mismo, los “políticos presos” son presos políticos. Según la ONU, que es donde escriben el diccionario mundial.Quienes, en medio de tanta confusión, lo tienen mejor son los republicanos independentistas. Perseguidos y discriminados por todos los demás, saben que con defenderse tienen bastante para seguir ganando moral y políticamente. Buscar, todo el españolismo, el mal menor en Barcelona, les está provocando tensiones sin cuento y, en cambio, nadie puede asegurar que los de Maragall vayan a salir perdiendo si la alcaldesa termina siendo Colau.Incluso el continuo reparto de papeles entre los de Junqueras y los de Puigdemont, esta vez con lo de que ERC no acudirá a visitar al rey blindado, hace pensar que hay mucho teatro inevitable en lo de la división, pero que el lugar común asegura en cada lance el incremento de la suma.Había que comenzar por el final del título porque, por lo que se refiere al eterno conflicto territorial en España, Suárez lo tuvo mucho más fácil de lo que lo tienen sus herederos al timón de este viaje a lo desconocido. Si algún día hay pipa de la paz, nadie duda que el tabaco será muy distinto.Tampoco es posible escribir sobre la política de hoy sin recordar la de ayer, ambas tan inestables. No es casual que superar la dictadura se canalizara en Catalunya con el regreso del exiliado y muy neutralizado Tarradellas, y que la posibilidad de liberarnos todos hoy de esta monarquía, tan corrupta desde su blindaje, tenga mucho que ver con la actividad que despliega el exiliado y muy activo Puigdemont.El día cinco de julio que viene se cumplirá el nuevo aniversario de una decisión de la que el rey, ese que se acaba de retirar desde una plaza de toros, no se arrepentirá nunca porque con sus borboneos consiguió evitar que se le volviera en contra.Ya sabe usted que me estoy refiriendo al mismo día cinco de julio, pero de 1976, en el que Adolfo Suárez fue nombrado presidente del Gobierno. En marzo de ese mismo año las fuerzas del orden, ya sin Franco, habían asesinado a cinco trabajadores y herido a otros ciento cincuenta que solo celebraban una asamblea de huelguistas en una iglesia de Vitoria.Ese es otro de los muchos misterios que aún nos ocultan, que tiene sumo interés para la historia y que se llevará a la tumba el rey jubilado: todo lo que le pasó por la cabeza durante los cuatro meses que transcurrieron desde aquellos crímenes aún impunes hasta que apostó por Suárez. Y ver hoy en Felipe VI el gesto de desprecio, sabiendo que todos le estábamos mirando, hacia sus inferiores por una tontería entre una bandera y un viento es más que suficiente para deducir que lo que a este peligroso le gusta es intrigar contra los presidentes del gobierno por muchas urnas que los avalen, una pena, debe pensar, que no pueda nombrarlos. Fue lo mismo que hacía su padre hasta que asustó a diestro y siniestro gracias a la chapuza del 23F, y lo mismo que hizo él cuando “pidió” pantalla contra los independentistas el 3 de octubre de 2017. Nunca debemos infravalorar la maldad de un Alfonso Guerra juntando ayer ambas comparecencias monárquicas en la COPE, un terreno de juego tan abonado para cualquier rabioso autoritario.Porque es imposible hablar de política hoy sin mencionar los riesgos que supone la monarquía. De hecho, Catalunya y la contestación creciente contra el rey de España son los dos factores que conducen a una entente inevitable entre Sánchez y Rivera, volcada hoy en la práctica de tiras y aflojas que alumbrarán ejecutivos locales y autonómicos nacidos de pactos multicolores.Una solución, la de Sánchez más Rivera, que hoy quizás no llega a tiempo para cumplir sus dos objetivos principales: asegurar la unidad territorial y fortalecer la monarquía. Nunca lo reconocerán quienes se negaron a esa opción en marzo de 2016, PP y Podemos, pero la renta que han conseguido en poder parlamentario es bien negativa: mientras la suma de ambos ha caído de 190 a 109 diputados, la del PSOE más Ciudadanos ha subido de 130 a 180 en el mismo Congreso, entre el 20D de 2015 y el 28 de abril de 2019. Y si recalculamos desde las generales de 2016 el desastre es aún mayor.Mientras, los nacionalistas vascos y catalanes, más fuertes que nunca en medio de las crisis del españolismo, han aumentado casi un 30% entre ambas fechas. Y, por si fuera poco, Otegui acaba de declarar que ve cada vez más cerca la república vasca. Para no seguir con más datos, nos fijaremos en que el 30% de los votos recibidos desde fuera de Catalunya por la candidatura europea de Puigdemont han salido de solo un 3% del censo total, el electorado residente en las Islas Baleares.El avance del independentismo y el miedo del poder establecido, hoy débil e inseguro, a conocer la estima real del pueblo por la Monarquía, explican por sí solos que, lo que hace cuarenta años pudo liderar el Suárez de los Pactos de la Moncloa hoy necesite de un medio Suárez, llamado Sánchez, más otro medio Suárez, llamado Rivera, para liderar la reacción ante un conflicto que, por fin, ha conseguido desmontar esa componenda llamada monarquía española. Aun así, no presumen de querer ser Suárez por separado, pues su manera de terminar en política no la pueden desear ninguno de ambos.Un verdadero castillo de naipes España, cuya permanencia en el tiempo solo se explica gracias a unas élites que han seguido cuidando, como oro en paño y contra la propia sociedad que las mantiene, los traumas provocados por la guerra civil y la dictadura.Pero, como siempre, el humor, y más que nunca en tiempos transitorios. Ayer, un chiste de éxito dibujaba a Casado y otros líderes populares buscando, desesperados y disfrazados, el “Manual de resistencia” de Pedro Sánchez.
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