Una semana después de las elecciones, y sin saber cómo se hará Salvador Illa para ser investido presidente, me ha interesado ver con qué prisa se ha impuesto la idea de que Catalunya, ahora, está mucho más españolizada. ¿Más? El mantra de la españolización se ha repetido a todas horas, pero los números no me cuadran. Entre PP, Vox y Ciudadanos suman 26 escaños de 135. Han logrado reunir 610.086 votos absolutos. En el 2017, en el momento de máxima tensión Catalunya-España, Ciudadanos y PP sumaban 40 diputados (14 más que ahora) y recogieron 1.295.402 votos, más del doble de papeletas en las urnas que una semana atrás.
No parece, pues, que la abstención sea una exclusiva de los soberanistas catalanes. Sin embargo, estas cuentas de la lechera siempre tienen una nota a pie de página. ¿A qué lado de la balanza pasamos los votos del PSC? En política le llaman centralidad. En el periodismo lo suelen llamar equidistancia. Esta semana he reído al ver cómo columnistas y medios que durante el Proceso jugaban a la puta y la ramoneta para no perder lectores, así que el independentismo no ha sumado mayoría y han aprovechado para trinchar el Procés, ERC y Puigdemont y los diez años engañifa soberanista.
Eso sí, tanto Pedro Sánchez como el PP han tenido prisa por cantar las absueltas en el Proceso. Feijóo, con sus peripecias argumentales, considera que el Proceso todavía está vivo por interés del sanchismo. Xavier García Albiol, del mismo partido, alcalde de Badalona y conocedor de la realidad catalana, ha hecho un diagnóstico mucho más acertado: Escucho y leo análisis de los resultados que para mí son precipitadas o simplistas, y lo digo tirando- me piedras en mi propio tejado. Quien crea o piense que el independentismo ha desaparecido por arte de magia o de Pedro Sánchez, se equivoca: el independentismo no ha ido a votar, pero el independentismo sigue ahí.
Desde el punto de vista del marketing, en el que el independentismo ha hecho tantas cosas bien pensadas, lo peor del Procés era, precisamente, la palabra. Procés. Etiqueta fea, fría, administrativa. Un concepto que debía ser neutro, meramente descriptivo, ha terminado lleno de connotaciones negativas. Los políticos y medios españolistas han convertido el término en un arma arrojadiza, pronunciada con desprecio. De nuevo, constatamos que el relato lo imponen siempre los vencedores.
De acuerdo, enterramos el Procés para que los resultados del 12-M den una mayoría no-independentista al Parlament. Pero tiene razón García Albiol. El independentismo sigue siendo un anhelo, más o menos, de la mitad de los catalanes. ¿El motivo? Las causas que nos llevaron hasta la revuelta de las sonrisas siguen tan vivas como el primer día. Aquí van un montón de preguntas retóricas para responder en este nuevo lunes:
¿España ha respetado el Estatut que salió del Parlament y refrendó la ciudadanía? ¿Se acabó el expolio fiscal? ¿Se ha hecho algo para revertirlo? ¿Podemos decidir nuestros impuestos? ¿Han sacado el catalán de la diana del odio? ¿Es el catalán una lengua oficial en la Unión Europea? ¿Se han calmado los nostálgicos del franquismo que han mojado pan con la represión? ¿Se ha arreglado Cercanías? ¿Alguien ha visto el Corredor Mediterráneo? ¿Se han cumplido las inversiones en infraestructuras según los presupuestos del estado? ¿Se nos da el derecho a decidir, contemplado por el derecho internacional? ¿Se vislumbra un referéndum pactado y acordado con el Estado? ¿Han dejado de atizar el anticatalanismo en busca de votos? ¿Ya no hace falta justificarnos sobre nuestra historia y nuestra cultura? ¿Podrá participar Cataluña en los Juegos Olímpicos de París? Y, finalmente: ¿Puede la música catalana hacer el ridículo en Eurovisión al mismo nivel que hace España, año tras año? Si han respondido que no a todas o, a la mayoría de las dieciséis preguntas, podrán en entender por qué el independentismo sigue vivo. Ítaca quizá no esté en la vuelta de la esquina, pero la isla de las ilusiones sigue todavía en el horizonte.
Estimados lectores, el artículo que acaban de leer no es mío. Su autor es el periodista Xavier Bosch, yo solo me he limitado a traducirlo y hacer algún pequeño retoque que, la traducción automática no siempre sale perfecta. ¿Se preguntarán por qué mi deseo de que salga publicado?
La respuesta es muy sencilla: En toda la prensa española, madrileña en especial que he leído, no he visto el punto de vista de Xavier Bosch y que es, diametralmente opuesto a la realidad y que el propio alcalde de Badalona (PP) ha reconocido y que, también por qué no decirlo, coincide con mi propia opinión.