Sandra Bettina Ferrante

Se les ve el plumero

31 de Julio de 2024
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Se les ve el plumero

¿Puede llamarse verde una transición que vulnera espacios y especies protegidos? ¿Qué tiene de ecológico aumentar el consumo porque hay “exceso de oferta”? ¿Cómo podría regenerarse un bosque con especies como el pino negro del Maestrazgo, que viven hasta 1000 años? ¿A dónde irán a parar los 800 m3 de hormigón que se usan para cimentar cada uno (de los cada vez más altos) aerogeneradores que colonizan nuestros territorios?

¿Puede llamarse justa una transición que sacrifica determinados territorios para beneficio de un puñado de corporaciones eléctricas en manos de los fondos de “inversión”? ¿Es justo utilizar leyes, cuyo objetivo es reducir los costes de los consumidores, para declarar de interés público cualquier tipo de negocio energético? ¿Da igual expropiar agricultores para llegar con tendido eléctrico a un pequeño poblado, que imponer ocupación y servidumbre forzosa para que una empresa fantasma (sin capital ni empleados) “evacue” energía hasta donde pueda venderla?

¿Acaso podría ser sostenible una transición energética descontrolada y al servicio de las grandes empresas eléctricas? ¿Cómo puede ser sostenible convertir la tierra que produce alimentos y sostiene la vida en un polígono industrial de dimensiones descomunales? Y si lograran este monstruoso despliegue de “renovables”, si acaso lograran talar todos los bosques que molestan la especulación y convirtieran en desierto la tierra fértil ¿dirán que la sequía y la erosión son el resultado del cambio climático?

Lo más insostenible, ahora mismo es la máscara. El maquillaje verde se resquebraja. Y con la aprobación del Clúster del Maestrazgo, se les ven las vergüenzas. Para la mayoría ha quedado claro que la transición energética no es ni verde, ni justa, ni sostenible. Y es que para no ser, tampoco es una transición. La barra libre de “renovables” que amenaza cada rincón de la vida rural es un simulacro de descarbonización que lejos de reducir las emisiones de CO2, las aumenta. O acaso ¿alguien cree que para extraer los materiales, para fabricar los paneles solares o los aerogeneradores, para trasladarlos y “plantarlos” en terreno rodeados de toneladas de hormigón y de acero, se está usando algo diferente que energía fósil?

Hay que reconocer que los oligopolios energéticos (y los buitres que los manejan) nos la habían colado. Lograron que la brutal y multidimensional crisis y todas las insostenibilidades que conlleva se condensaran en un imaginario de reducción de emisiones de dióxido de carbono. A la par, lograron que la variabilidad climática, el eventual incremento de eventos extremos, los cambio de patrones estacionales y en las corrientes oceánicas (y muchos etc.) quedaran reducidos a alertas térmicas. Y les iba bien, tan bien que parece que se pasaron de rosca.

Obviamente se trata de una síntesis que sólo (les) funcionaba a nivel de relato. En la práctica reducir la resolución de la crisis al simulacro de descarbonización, antes que resolver la insostenibilidad la agrava. La crisis se profundiza y la carbonización, aumenta. Ese recurso raro y valioso que es el tiempo, se pierde. Y para peor, ya empieza a ser evidente que la “energía limpia” podría aumentar las emisiones de contaminantes orgánicos persistentes, mucho más peligrosos que el dióxido de carbono.

¿Cabe dudar de las buenas intenciones de quienes nos gobiernan? Dicen que apoyan las comunidades energéticas de autoconsumo pero el grueso de los subsidios para “energías limpias” se lo llevan empresas como Repsol, Endesa o Iberdrola que baten record en emisiones de carbono.

Hay quienes abogan por una transformación en el sistema de producción, transporte y consumo, “desde las políticas públicas y la economía social”. Pero ¿cómo sería posible esa transformación si desde las instituciones públicas se está permitiendo o facilitando que la España rural se rapiñada por los especuladores de la “burbuja renovable” y de la quimera del hidrógeno verde? Antes de considerar cualquier transformación, urge una moratoria inmediata al despropósito de las megarenovables y al simulacro de transición energética. Porque si no se frena el destrozo ahora y se permite el sacrificio de la vida rural, organizar nuevos entramados de producción y consumo será mucho más dificil.

Ni en zonas protegidas ni en tierra agrícola o ganadera. Hay más de 300 mil hectáreas disponibles para fotovoltaica y eólica “en tejados solares, zonas industriales, vertederos, escombreras, minas abandonadas, zonas aledañas a las infraestructuras de autovías, autopistas y vías férreas, canales al aire libre e invernaderos ya consolidados”. Esa superficie es más que suficiente para abastecer todo el consumo eléctrico de España. Si la transición energética no se inicia en los sitios que menor impacto implican y se declara de utilidad pública destrozar ecosistemas y arrancar olivos o encinas es porque el simulacro de descarbonización sólo cuida el lucro de las electricas y de los fondos buitre.

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