El lunes de pascua amaneció de luto. Por desgracia fallecía de madrugada el obispo de Roma que trató de promover el progreso y reformar una de las instituciones más antiguas del mundo. Siguiendo el protocolo, tras la certificación y comunicación del camarlengo, se abre un periodo de liturgias, ritos, respeto y solemnidad; pero también, me temo, comenzará un juego de poder marcado por la estrategia, alianzas y posicionamientos ideológicos.
Desde el minuto uno se ha estado especulando sobre quién sucederá al pontífice. La elección del Santo Padre no es tarea fácil, no solo por la gran responsabilidad que supone ser el representante de Dios en la tierra, sino porque además será un jefe de estado, y como todos los estados la Ciudad del Vaticano no está exenta de intereses políticos y económicos.
En los medios he escuchado opiniones de todo tipo: que si es el momento del primer Papa africano, que si el cardenal asiático tiene muchas papeletas, que es tiempo de un italiano, que si después de la modernidad de Francisco se volverá a una ideología más conservadora (algo dudoso dado el alto porcentaje de cardenales elegidos por Bergoglio)…
No tendremos un veredicto hasta el “Habemus Papam”, pero lo que sí está claro es que, sea quien sea el elegido, nos ayudará a esclarecer el posicionamiento de la Santa Sede en la realidad convulsa que vivimos.
Por un lado, la línea política del electo (progresista o conservador) nos podría indicar con qué dirigentes internacionales estará más o menos de acuerdo y por ende cuál sería la corriente más influyente globalmente. Por otro lado, el origen de Su Santidad podría revelar ciertas intenciones de influencia geográfica. Por ejemplo, si proviene de África podría significar que la Iglesia pretende aumentar su presencia allí, impulsar sus valores y ganar nuevos fieles que apoyen su misión. Probablemente elucubre, pero estoy segura de que no se dará puntada sin hilo.
En las próximas semanas el mundo centrará su mirada en el cónclave y solo tras la fumata blanca descubriremos cuál será el nuevo capítulo de la historia.