Julio Fernández Peláez

Si tu padre levantara la cabeza

25 de Junio de 2024
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Benzion Mileikowsky

Hijo de un rabino, nació bajo el nombre de Benzion Mileikowsky en Varsovia, en 1910, y fue el padre de Benjamín Netanyahu. Fue uno de los editores de la "Enciclopedia Hebrea" y se especializó en Historia Medieval Sefardí, tras haberse licenciado en la la Universidad Hebrea de Jerusalén, una universidad fundada en Jerusalén 40 años antes de la fundación del Estado de Israel. Uno de sus libros más conocidos es Los orígenes de la Inquisición en la España del siglo XV.

Benzion Mileikowsky, quien cambiaría su apellido de forma transliteral al hebreo, fue un prestigioso profesor universitario y especialista en antisemitismo; es decir: estudioso de las ideas que motivaron que los judíos, como raza, fueran discriminados en el siglo XX, e incluso exterminados por quienes defendían la supremacía de otra raza, la aria.

Podemos afirmar que Benzion Mileikowsky estaba en su legítimo derecho de reescribir la historia del pueblo judío, tan odiado a lo largo de los siglos, pero cabe destacar que no lo hizo en una Europa libre, sino en una Palestina bajo protectorado británico y donde tener una religión u otra no parecía importar a nadie. En una Palestina en la que, de manera continuada y durante décadas, acabó siendo "repoblada" por personas con apellidos eslavos pero traducidos al hebreo, en un acto tan simbólico que su significado resulta obvio.

El hijo del profesor, y nieto del rabino, soñó desde niño, al igual que otros muchos niños nacidos en Palestina y con orígenes en otros muchos países, materializar las ideas expresadas por su padre, para ser conducidas desde lo mítico a lo real, desde lo bíblico a lo material. Pero había un problema: el territorio. Por más vueltas que le daba en su cabeza, el joven Benjamín no veía más camino para la pervivencia inmortal del territorio de Israel que la aniquilación del territorio sobre el que se asentaba: el palestino. Desde un punto de vista humano, las personas con creencias diferentes pueden convivir en un mismo lugar –su padre lo había demostrado–, pero desde un punto de vista geográfico, si A se asienta en B, B debe ser eliminado.

¿Pero no es esto lo que habían hecho los nazis? Más allá de una explicación irracional fundada en el odio, Hitler tenía un plan económico basado en la tradicional concepción de la usurpación de los recursos mediante la conquista de tierras, de lo cual cabe deducir que el motivo principal por el cual los judíos fueron exterminados fue lo que tenían, no lo que eran ni lo que pensaban.

Después de innumerables victorias como capitán, y tras acceder al Poder con mayúscula, un puesto del que seguro hubiera estado orgulloso su padre, Benjamín se hizo esa misma pregunta: ¿no me estaré pareciendo a Hitler? Y es por esto que en 2015, en una de sus más populares declaraciones exculpó al pobre Hitler de sus crímenes. Para la inocente mentalidad de Benjamín, no sabemos si también de otras muchas personas en Israel, el instigador del Holocausto fue el mufti Amin al Husseini, líder religioso del entonces llamado Mandato Británico de Palestina, quien en una entrevista con Adolf le habría metido en la cabeza al genocida la idea del Holocausto: "si los expulsas, vendrán [a Palestina]. Quémenlos". Por cierto, ¿esto también lo decía tu padre, Benjamín?

De esta forma tan sublime, Benjamín se zafó de toda comparación posible, reafirmando, además, la idea de que sea como sea, la culpa siempre la tienen los palestinos, no solo del Holocausto judío, también de la radicalización de las niñas y niños de Hamás, de su propio exterminio como pago del ojo por ojo y diente por diente, e incluso de que tu afamado servicio de espionaje sea consciente de un magnífico pretexto, perdón, horrendo ataque con secuestros incluidos, y se vea impotente. ¿Se imaginan un grupo de terroristas en parapente asaltando New York sin que nadie pueda hacer nada? Pues parece ser que es lo próximo.

Superada la comparación con Hitler y las SS, en el estado de Israel –controlado ya por el fanatismo nacionalista y religioso– la auténtica aspiración quedaba libre de todo juicio moral. Exterminar para controlar todo el territorio pasó a ser el único camino posible para la paz –y no solo de los muertos–, pues cualquier otra solución debía aceptar a B dentro de A, y, ya lo hemos dicho, A solo existe, desde un punto de vista cartográfico, si B no existe.

Y llegados a este punto, tras meses de contemplaciones –en el sentido literal de la palabra–, y con la sensación de que un crimen colectivo tan espantoso va a quedar impune, solo queda decir, con pesimismo, que si Gaza, finalmente, es exterminada, no quedará más remedio que dar por terminada la Historia tal y como la entendemos, porque la Historia sucumbe cuando se rompen todos los paradigmas que la sustentan y se abren otros nuevos para que se presente una nueva manera de narrar lo que sucede.

La Historia se acaba y se abrirán las puertas del infierno, sí, pero tengamos en cuenta, por último, un asunto. Al igual que el mar comienza en las alcantarillas, las nuevas formas de fascismo, nazismo y totalitarismo comienzan en los desagües de los países desarrollados, esos que producen armas que van a parar a manos de asesinos, y silencio, mucho silencio. ¿Queremos seguir siendo cómplices? ¿Podremos soportar seguir viviendo como hasta ahora contemplando lo que contemplamos?

¡Ay, Benjamín, si tu padre levantara la cabeza! ¡Y si la levantara el nuestro!

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