Naomi Klein es una periodista canadiense que en 2007 publicó un ensayo, ya clásico, titulado "La doctrina del shock" del que mas tarde se realizó un interesante documental. Todo lo planteado en la obra lo estamos sufriendo en lo que va del s. XXI. Klein explicaba algo muy simple: aterrorizando a la población los gobernantes son capaces de provocar en ella una predisposición psicológica que les permitirá aplicar las políticas mas impopulares y lesivas por muy perjudiciales y disparatadas que sean sin resistencia e incluso con la aquiescencia de la mayoría de los individuos. La bien engrasada propaganda occidental se ha encargado de crear las amenazas pertinentes. Nos han amedrentado con catástrofes climáticas, epidemias y guerras, una detrás de la otra sin darnos respiro. Personalmente lo que más miedo me ha ocasionado no han sido los espantajos sino la actitud adoptada por los gobernantes con unas medidas dictatoriales y arbitrarias en teoría destinadas a "protegerme". Yo lo he agradecido pero como decía Battelby en " El escribiente" , hubiera preferido no hacerlo.
Tras la famosa y mil veces comentada entrevista entre Trump y Zelenski, a los mandatarios de la UE parece que les hubiesen inoculado el virus del ardor guerrero en este caso sin vacuna RNA posible. Se trata de una curiosa enfermedad que les provoca una intensa fiebre derrochadora en armamentos, pero de peligro grave no para ellos, sino para el resto, con unos ciudadanos en riesgo de ruina y muerte. El peligro urgente es el malvadísimo Putin según nos dicta la propaganda. Rusia es curiosamente un país con el que España no se ha enfrentado jamás ( si exceptuamos la División Azul, pero eso era un peculiar asunto franquista). Lo cierto es que el resultado de la bronca en el Despacho Oval ha sido justo el deseado por Trump, es decir, que Europa pague la OTAN y la guerra de Ucrania y que además le compre a las empresas armamentísticas norteamericanas lo necesario para salvar a tiempo " la libertad y la democracia y bla bla bla" de Ucrania. Todos sabemos que la fabricación de armas es lo más adecuado para la protección del medio ambiente de la que tanto hablan en la UE.¡ Justo ahora que me estaban convenciendo de lo de la descarbonización!.
Entre los más valerosos sin duda se encuentra Macron. Nuestro Napoleón posmoderno. Tras prometer hacer la vida imposible a los que no se vacunasen ahora se ha vuelto generoso y se ha ofrecido a extender el "paraguas nuclear francés" a todos sus aliados. ¿Cuánto habrá que pagarle?. Personalmente prefiero los paraguas de siempre que si son bonitos dan un toque de elegancia y no son tan radioactivos. No me fío ni un pelo, que ya se sabe que los franceses llegaron como aliados en 1808 y luego mira lo que pasó. Además nuestro presidente actual, el sostenible y feminista Pedro Sánchez, es lo más parecido a Godoy que yo recuerdo. Ambos, Sánchez y Godoy, arribistas sin escrúpulos capaces de vender a su madre si es necesario. Hasta en el aspecto físico se parecen. En el ingreso de Godoy en la milicia se decía de él: "ágil y bien formado, ancho de espalda y pecho y con musculatura bien formada". Sin duda es lo que pensó Zelenski ante el efusivo abrazo de Pedro durante su reunión en Londres. Ese es Pedro, nuestro Godoy posmoderno a juego con Macron.
Lo cierto es que la guerra de Ucrania se ha convertido en la excusa para la última aplicación de la "doctrina del shock". Mucha gente de hecho sigue creyendo a pies juntillas que Rusia nos va a invadir y que es un peligro inminente. Por tanto están dispuestos a dejarse arruinar. Hace poco le preguntaban a Yolanda Díaz si estaba de acuerdo en mandar tropas españolas a Ucrania. Naturalmente no contestó. Nunca contesta, pero eso es precisamente lo que me mosqueó. ¿De verdad alguien en España iba a permitir que mandaran a sus hijos a combatir a ese matadero preparado para que unos cuantos se forren? ¿ Donde están las manifestaciones pacifistas de hace años? ¿ Estábamos rodeados de convencidos partidarios de la OTAN y no lo sabíamos? Naomi Klein tal vez se sienta satisfecha de haber acertado en todo. La "doctrina del shock" es infalible.