El estrenado 2025 arranca sin novedad en la semiosfera política, aunque hasta el monarca pidiera en su discurso navideño lo que está en la mente de la mayoría social: ¡basta ya!, de buscar el enfrentamiento acerado y vehemente en la esfera política que, incluso, llega a la mofa y el insulto personal del oponente del que se vanagloria y hace befa una significada lideresa de la derecha haciendo suyo el mensaje y discurso de la ultraderecha. Creadores del barro que aleja a la ciudadanía de lares pública al expandir la idea de que todos los políticos son iguales y la política un juego de intereses espurios, Éste es el efecto del discurso machacón y sin propuestas, que ciñe el presente a una estrategia de ataque constante al contrario con argumentos reiterativos, falsos o inventados, y a críticas vacuas y muletillas a modo de eslogan para los exaltados: hooligans. Mantra que satura, porque constriñe el pensamiento a un redil imaginario e irreal del que las personas huyen para respirar aire puro: aire sin ponzoña.
Efecto nefasto y destructivo para el modelo democrático al hacer abstracción de las necesidades de la ciudadanía, convertidas en herramienta de agresión al oponente que no da solución a sus problemas. Desencanto que se extiende porque en todo planteamiento bélico, no importa degradar las instituciones que definen y sustentan el sistema democrático, con tal de conseguir el territorio y poder del oponente. Así la democracia pierde, día a día, crédito y capacidad para salir del campo de batalla dando pábulo al falso y negro augurio de un futuro peor que el presente y el pasado, que inocula la idea de que un sistema fuerte, de ordeno y mando, es el único capaz de sacarnos de este marasmo. Mensaje que justificó el golpe del 36: ¡los españoles no tenemos arreglo y necesitamos alguien que nos gobierne con mano dura!, dijeron los golpistas. Argumento que hoy propaga la ultraderecha y el fascismo que ya no se esconde y habla sin ambages de las bondades de los regímenes autoritarios y dictatoriales como el franquista.
Fascismo que crece sin que parezca importar al líder del partido conservador, Feijóo, que en lugar de distanciarse de la ultraderecha plasmó parte de ese mensaje en su balance de 2024, pleno de negatividad de principio a fin, en el que no reconoció ni uno de los logros económicos alabados por todas las instituciones económicas internacionales, ni los avances en derechos sociales e igualdad, y rechazó las ofertas de diálogo en materias tan sensibles como la inmigración o la vivienda. Ninguna propuesta a la sociedad, solo el mantra agorero de que el Gobierno de coalición está a punto de caer.
Sin ningún reconocimiento de errores o aclaraciones sobre porqué mantiene a Mazón en el poder, a pesar del clamor de los valencianos que exigen su cese. O ni una sola palabra respecto de las acciones de determinados jueces, porque le viene bien que persigan judicialmente, sin más pruebas que recortes de prensa, al entorno político y familiar de Pedro Sánchez, que le permite reiterar la idea, falsa y espuria, de que éste es el Ejecutivo más corrupto de la historia democrática, ocultando que aún quedan una treintena de juicios a dirigentes del PP por casos de corrupción y prevaricación. El grano de Ábalos, fue arrancado de cuajo desde el minuto uno. El ansia por llegar a la Moncloa fija la mente de Feijóo en la fantasía —de vergüenza ajena— de que no es Presidente porque no quiere, ¡No!, no todos los políticos son iguales. Unos proponen y otros destruyen, unos dialogan y ofrecen acuerdos, y otros rechazan la negociación y el pacto por muy necesarios que sean para la sociedad. Negativa a consensuar nada con el Ejecutivo no vaya a ser que IDA se cabree y le reste el poco liderazgo que le queda. Feijóo no quiere o no sabe desprenderse de la ultraderecha, lo que le lleva a marcar territorio atacando como sea y por lo sea al Gobierno. Estrategia que disgusta al ala moderada de su partido, porque cierra la posibilidad de forjar alianzas con partidos nacionalistas conservadores, y empantana la solución de los problemas que afectan a la ciudadanía.
En 2025 al PP se le presenta una oportunidad inmejorable para alejarse de la ultraderecha, participando en los actos previstos a lo largo del año para recordar los cincuenta años de la muerte del dictador que abrió la puerta a la transición e instauración del estado democrático. Veremos si Feijóo está dispuesto a demostrar que él y su partido abdican de una vez de toda reminiscencia franquista. ¿Lo hará? ¿O seguiremos en el barro?